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Comunicado de la Fundación sobre el Escudo de Andalucía
La Fundación Blas Infante tiene, desde su creación en 1983, como fin fundamental preservar el legado de Blas Infante y difundir su pensamiento, así como profundizar en los problemas de Andalucía y en sus posibles soluciones a la luz de ese pensamiento adaptado a nuestro presente. Uno de los contenidos centrales de ese legado son los símbolos de Andalucía como Pueblo, entre ellos la bandera y el escudo que él propuso y fueron aprobados en la Asamblea de Ronda de 1918. Son los mismos que están hoy contenidos en nuestro Estatuto de Autonomía, junto al himno cuya letra también él compuso y a la definición de “nacionalidad histórica” que el acuñó.
Por ello nos causa tristeza y estupor que uno de esos símbolos, concretamente el escudo, haya sido utilizado, desvirtuándolo con añadidos que lo desnaturalizan, por la más alta jerarquía de la Junta de Andalucía, el actual presidente de esta, para componer un escudo, sello, pin o como se le quiera llamar que distinga precisamente a la Presidencia de la Junta. Estimamos que para esta, y para el conjunto de la Junta de Andalucía como institución (gobierno, consejerías, parlamento, poder judicial y otras instancias) no puede haber otros símbolos que los oficiales, definidos tal como figuran en el Estatuto.
La deriva hacia la banalización del escudo de Andalucía comenzó pronto en el periodo autonómico. En 1985 se inició la concesión de Medallas de Andalucía a personas cuyos méritos las hicieran acreedoras de ese reconocimiento y ya entonces en lugar de figurar en ellas el escudo de Blas Infante, se añadieron a este, incomprensiblemente, unos laureles y una corona de gran tamaño. Años después, la Junta sustituyó el escudo en la mayor parte de sus documentos y comunicaciones por un logo de muy difícil comprensión, que se mantuvo hasta que muy recientemente el actual gobierno lo sustituyó por una A, que sí puede evocar el nombre de Andalucía, aunque también el de Argentina, Andorra o cualquier país cuyo nombre comience por esa letra. Y ahora se innova con un escudo que recuerda el de las Medallas y que sustituye al verdadero escudo de Andalucía en la solapa y el atril del señor presidente.
Más allá de la posible ilegalidad de ello -lo que tendrá que ser dilucidado en las instancias correspondientes- queremos manifestar que consideramos totalmente rechazable el tratamiento que se le ha dado y se da actualmente al escudo de Andalucía, que es uno de nuestros símbolos y un componente muy importante del legado que nos dejó quien está definido, también en el Estatuto, como “Padre de la Patria Andaluza”. Por ello, damos cuenta pública de nuestro rechazo a esta medida y solicitamos que sea anulada. Lo hacemos con la fuerza moral que nos da nuestro compromiso de ser guardianes del patrimonio ético, político y simbólico blasinfantiano. Un compromiso al que no rehusaremos mientras esta Fundación exista.
Andalucía, 5 de mayo de 2020.
La Asamblea Regional Andaluza de Córdoba. 29 al 31 de enero de 1933
Hace 87 años, entre los días 29 y 31 de enero de 1933, en Córdoba, 300 representantes de lo que hoy denominaríamos “sociedad civil” andaluza se reunieron para debatir y aprobar un proyecto de bases de un Estatuto de Autonomía. Allí se dieron cita desde alcaldes y concejales, hasta miembros de las diputaciones, de la Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla, del Colegio de Peritos Agrónomos de Córdoba, de la Cámara de Comercio de Jaén, de los ateneos, Diputados a Cortes, de partidos políticos o de la Juntas Liberalistas… Junto a ellos, como principal promotor del intento, estaba Blas Infante. Fue y es un acontecimiento olvidado, que incluso no se menciona en el Preámbulo de nuestro Estatuto de 2007 y, sin embargo, se considera hoy día uno de los más destacados. Nunca tantas personas, procedentes de toda Andalucía y de amplios sectores de la población -no solo del ámbito político- se habían reunido hasta ese momento para tratar este asunto. La cita fue en el Círculo de la Amistad de la ciudad de la Mezquita.
Esta imagen, descargada de la web de Centro de Estudios Andaluces, es un documento inédito. Se trata de la “tarjeta de identidad” repartida para ese encuentro. Este caso concreto, está autorizada para Faustino Garrido Blanco, redactor y enviado a Córdoba por El Correo de Andalucía y firmada por Hermenegildo Casas, Presidente de la Diputación de Sevilla y de la Comisión Organizadora de la Asamblea. Como podemos observar, el texto denota un cierto orden para controlar no solo el acceso, sino la posibilidad de votar en el momento de adoptar acuerdos. En el carnet, aparece estampado el año 1932. Esto se explica porque tras desconvocar un primer intento, previsto para esa fecha, por diversos problemas, tales como la indefinición a la hora de apoyar el intento autonomista de los diputados a Cortes, se realizó la de finales de enero, tal y como es puede contemplar en el sello superpuesto a la fecha impresa. En la tarjeta aparecen ondeando, encima, la bandera española republicana, sobre la blanca y verde.
El texto aprobado en esta Asamblea, tras la parálisis sufrida por casi tres años de gobierno de las derechas de la CEDA, fue retomado en la Asamblea de julio de 1936 en Sevilla. El golpe de Estado del 18 de julio y el fusilamiento de Blas Infante en la noche del 10 al 11 de agosto de ese año impidieron, como es bien sabido, la continuación del proceso autonómico andaluz.
Manuel Hijano del Río, Profesor de la Universidad de Málaga.
Blas Infante y el 4 de diciembre del 77. Hacia su reconocimiento oficial: el Padre de la Patria Andaluza y la Fundación Blas Infante
La Fundación Blas Infante se constituyó como primera Fundación de ámbito andaluz el día 21 de enero de 1983, siendo inscrita en la Sección 1a del Registro de Fundaciones Privadas de carácter cultural con el número 1, por acta otorgada ante el Notario Rafael Leña Fernández, bajo el no 174 de su protocolo, representando María de los Ángeles Infante García a la familia de Blas Infante. Justo tres meses después, el 14 de abril, el Parlamento de Andalucía aprobó una proposición no de ley, por la que se incorporó al preámbulo del Estatuto de Autonomía la nominación a Blas Infante como “Padre de la Patria Andaluza”. Ambos hechos supusieron el reconocimiento oficial e institucional, del líder andaluz. Con anterioridad, discurrió un sexenio intenso, emotivo, radical, jalonado por un buen número de momentos en los que Andalucía marcó con nitidez su voluntad de autogobierno. Uno de esos hitos es el que conmemoramos hoy: el 4 de diciembre de 1977.
La revisión de lo sucedido tanto durante los meses anteriores de esa fecha, como los días posteriores, a través de los medios escritos, demuestra cómo la vida y obra de Blas Infante sirvieron de acicate, apoyo y reivindicación de esas demandas autonomistas. Infante se convirtió en ejemplo de vida e ideológico. Los andaluces descubrieron que las solicitudes de mayor autogobierno tenían unos precedentes intencionalmente ocultados durante la dictadura franquista. No eran algo nuevo. Además, fue una lucha por la autonomía cercenada por la inmensa injusticia del asesinato de Infante en el 36. En definitiva, en ese 4 de diciembre del 77, se empezó a construir una Historia desde Andalucía que justificaba un Estatuto de Autonomía. Veamos solo algunos datos que confirman este planteamiento:
Los meses previos a la manifestación del 4D, Blas Infante ya era parte fundamental de la campaña para concienciar a los andaluces de la importancia del momento histórico vivido y de cara al éxito de la convocatoria. Por ejemplo, la admisión de la bandera verde y blanca como la enseña de Andalucía se hace con el argumento histórico de ser la “bandera de Blas Infante”. Y ello tuvo como consecuencia que un símbolo que aún no había alcanzado el rango “oficial” de “bandera de Andalucía” fuera aceptada incluso de forma “alegal”, por algunos ayuntamientos y diputaciones para ser izadas junto a la española en sus balcones. También en la prensa de esas semanas previas, aparecieron numerosos artículos y “especiales” donde se relataban los hechos más relevantes del que después se llamó “andalucismo histórico”: el origen y explicación de los símbolos andaluces, la vida de Blas Infante, o estudios sobre el contenido de sus ideas… Ensayos y estudios realizados por historiadores, literatos, periodistas, … de diversa procedencia. Igualmente, se reseñaban ampliamente la publicación o presentación de obras sobre el andalucista. Un amplio elenco de intelectuales re-construyó una identidad andaluza ocultada y/o manipulada durante muchos años.
Por otro lado, se homenajearon en las páginas de los diarios andaluces a correligionarios de Blas Infante como Alfonso Lasso de la Vega, Juan Carretero, Ochoa Vila, Chico Ganga, Isidoro de las Cagigas, Alejandro Guichot, Hermenegildo Casas, Antonio Ariza, Leal Calderi, … e incluso, probablemente, las prisas y la escasez de documentación histórica fiable, influyeron para incluir nombres que con posterioridad se ha descubierto no tuvieron nada que ver con el andalucismo. Además, los diarios andaluces recordaron especialmente a José María Osuna, de quien se escribió en esos días: “quizá hoy nadie se acuerde de este hombre que tanto hubiera gobernado en este 4 de diciembre. Él sufrió los avatares políticos de la II República, sufrió persecución de las izquierdas y las derechas, conoció a Blas Infante, se sintió identificado con su Ideal” (ABC 3 de diciembre de 1977, p.11).
Blas Infante estuvo en la mente de todos los convocantes del 4D. Así, la familia del Padre de la patria andaluza, como gesto simbólico, y sin duda el más conocido, tuvo a bien prestar la bandera andaluza ocultada en la casa de Coria durante los años del franquismo para que encabezara la manifestación en Sevilla. La familia para ello, publicó el siguiente comunicado en la prensa: “Ante la importancia histórica de la manifestación por la autonomía para Andalucía del próximo dıía 4 de diciembre, la familia de Blas Infante quiso sumarse al pueblo andaluz, ofreciendo la bandera que él utilizara en los actos públicos y que será entregada a Alejandro Rojas Marcos, con encargo de hacerla llegar al grupo de niños que la llevarı́a a la cabeza de la manifestación. Escogimos la persona de Alejandro Rojas Marcos por ser miembro de la secretaría general del Partido Socialista de Andalucía, partido de obediencia andaluza, y por haber sido el portavoz de este partido en el primer mitin polı́tico en que se utilizó la bandera de Andalucı́a. Sin embargo, el PSA nos ha rogado que utilicemos otra vı́a, ante la actitud de los restantes partidos de no permitir la presencia de la bandera de Blas Infante, si esta llegaba a los niños a través del PSA. En consecuencia, la familia de Blas Infante, aunque no comprende esta actitud, pero aceptando la sugerencia del PSA, ha decidido que la bandera sea entregada directamente por nosotros mismos a los niños en el preciso momento de iniciarse la manifestación”. (ABC, 3 de diciembre de 1977, p. 10)
El ofrecimiento de la familia Infante fue aceptado por la Comisión Técnica sevillana pro día de Andalucía el 17 de noviembre. De esta bandera se escribió días después: “Viejos anuarios y cómodas familiares la ocultaron en los años de oscuridad, y en sus pliegues ya raı́dos está simbolizada la conciencia andalucista de la ciudad” (ABC, 3 de diciembre, p. 9).
Según el relato de la manifestación en Sevilla del diario ABC de esos días, la enseña fue portada por los niños y niñas Alberto Manuel Ruiz Campos, Clara Patricia Ruiz Campos, Francisco José de Jesús Pareja, Nicolás de Jesús Pareja, Fernando Burgos Herce, Antonio José Villadiego, Helenio Villadiego, Agustín Rodríguez, Enrique Soria, María Dolores Sánchez Candón, Amalia Sánchez Candón, Moisés Repiso, Antonio Curado, Jesús Luque, David Hurtado y Wenceslao Naranjo Infante (ABC, 6 de diciembre de 1977, p. 12). Ellos eran los hijos de, según María Infante, “los hombres que han trabajado siempre, y no solo ahora, por Andalucía, y que lo hicieron cuando escribir o hablar de nuestra tierra o de Blas Infante podía acarrearles hasta disgustos” (ABC, 30 de noviembre de 1977, p. 11).
Según esa misma fuente, al inicio de la manifestación, estos niños se agruparon entorno a la hija de Blas Infante, María Infante, quien llevaba la enseña en una bolsade terciopelo con cordones blancos. La hija de líder andaluz les dijo: “Vamos a llevar un tesoro”. La escena la contemplaron miembros de la Junta Liberalista, -Emilio Lemos Ortega, Juan Álvarez Ossorio y Barrau y José Rodríguez Escobar-, quienes portaban “imágenes” de Blas Infante en la solapa: “los niños recibieron la bandera (…) con seriedad e ilusión”.
El acto culminó con la colocación de esa bandera en el balcón del Ayuntamiento de Sevilla. Gesto que fue acogido con “un estruendoso clamor de los manifestantes” (ABC, 6 de diciembre de 1977, p. 15). Los articulistas del momento, identificaron a Blas Infante como el revulsivo del andalucismo vivido en esas semanas. Mostremos tan solo un ejemplo: “Este Día de Andalucía ha hecho que el regionalismo avance en una semana más que en diez años. Nadie niega ya la adopción común y espontánea de nuestros símbolos regionales. Se oye hablar de Blas Infante como padre de la patria andaluza que fue”. (ABC, 6 de diciembre de 1977, p. 15). En otras localidades andaluzas, como Marbella, Blas Infante fue objeto de recuerdo y homenaje ese día usando otros medios. En este caso, al término de la manifestación, desde el balcón del Ayuntamiento, se leyó un manifiesto donde se constató el reconocimiento a la lucha del político andalucista. En Málaga capital, el PSOE, el 28 de noviembre, propuso que un nieto de Blas Infante encabezara la manifestación …
Estas son unas breves anotaciones de lo que para la Andalucía de finales de 1977 supuso el descubrimiento de la vida y obra de Blas Infante. La familia del político andaluz -germen en esos días de la futura Fundación- fue el principal foco de difusión y defensa de sus ideas. Una actividad aún no estudiada en profundidad y que sirvió de estímulo, tal y como hemos pretendido demostrar, para que esa manifestación popular fuera multitudinaria, y fiel reflejo del deseo de autogobierno de los andaluces.
Manuel Hijano del Río, Profesor de la Universidad de Málaga.
Intervención de Isidoro Moreno en el acto en memoria del 83 aniversario del asesinato de Blas Infante
Hace exactamente 25 años, en un acto como el que aquí nos reúne, en el aniversario (entonces el 58) del asesinato de Blas Infante, un andalucista gigante, un artista genial que llevó a Andalucía y su cultura a todos los confines del planeta, Salvador Távora, que nos ha dejado hace unos meses aunque nunca morirá en nuestros corazones ni en el alma de nuestro pueblo mientras sean representadas sus obras, comenzó su intervención con un bellísimo poema que yo le tomo prestado –seguro que a él no le importa sino todo lo contrario, ¿verdad Salvador?- para que sean las suyas mis primeras palabras:
Arañaron tu puerta en Coria hasta arrastrarte al verde oscuro de una cuneta andaluza. Te negaron el agua hasta las monjas a las que llegaste arrastrando con un tiro en el pecho. No te remataron por temor a que la sangre de tu sien sembrara el huerto de espigas verdes y rojas amapolas de las que cubren las caras de los muertos. Me lo contaron ayer los dos cabreros que presenciaron escondidos tu tormento. Te asesinaron antes que a Companys, tu amigo catalán, al que llevabas libros y comidas cuando encerrado estaba en el Penal del Puerto. Te debemos la historia y la bandera a ti, Blas Infante de los siglos. Te debemos la sed que despertaste en nuestros viejos corazones dormidos. Y te debemos el futuro que se abre si no remachan tu sien con otro tiro. Y te tendremos en pie, aunque estés muerto, a ti, Blas Infante de los siglos.
Salvador tituló su intervención “Blas Infante, compromiso y símbolo para la unidad” porque aseguraba que el punto de referencia del abrazo solidario que debemos darnos los andaluces –y yo agregaría que, sobre todo, quienes nos sentimos andalucistas y pretendemos pensar y vivir como tales- no puede ser otro que Blas Infante. Un Infante al que Salvador llamaba a “rescatar del manejo inmovilista que hacen de su obra, de su vida y de su muerte aquellos que quieren enterrarlo entre banderas de seda, aunque sean verdes y blancas”.
Es ese Blas Infante, ocultado al pueblo andaluz, silenciado en la gran mayoría de las aulas de nuestros colegios, institutos y universidades, aunque su nombre figure en el rótulo de algunas calles, parques o estaciones de metro, el que nosotros tenemos la obligación de desenterrar. No basta, aunque ello sea sin duda necesario, con rescatar sus restos de la fosa común de Pico Rejas o de allí donde estén. Hay que rescatar, sobre todo y por encima de todo, su pensamiento político, su ser de andalucista revolucionario. Resulta enormemente significativo que en la sentencia que un denominado Tribunal de Responsabilidades Políticas dictó contra él, casi cuatro años después de que le fuera aplicado el “Bando de Guerra”, se justificara su muerte por su doble condición de “revolucionario” y de “propagandista del andalucismo político”. Aunque la sentencia fuera inicua, estos calificativos definen perfectamente la vida y la obra de Blas Infante. Porque, ¿podía haber algo más revolucionario y radicalmente andalucista, en su tiempo, que considerar como el Ideal Andaluz “más inmediato y central” el de “la tierra para el jornalero andaluz”, como ya señaló desde su primera aparición pública en 1914, y propugnar una Andalucía Libre, redimida por el esfuerzo de los propios andaluces?
Infante insistía en que había que liberar a Andalucía de los ocho grandes “dolores”, de las ocho grandes lacras que consumían sus energías y le impedían la libertad. ¿Cuáles eran estas? En sus propias palabras: el dolor de los pueblos de España “uncidos en piara por el interés patrimonial de los reyes”; el dolor de la servidumbre caciquil imperante en partidos políticos y elecciones; el dolor de la esclavitud de pensamiento; el dolor de la esclavitud económica de los trabajadores, especialmente de los jornaleros agrícolas; el dolor de la ausencia de justicia para el pueblo; el dolor de la servidumbre cultural; el dolor de la esclavitud familiar y de la discriminación de las mujeres; y el dolor de la esclavitud de conciencia.
Para estos ocho dolores o problemas estructurales (políticos, económicos, sociales e ideológicos), Infante propugnó soluciones para cuya difusión desarrolló una actividad constante: una estructura confederal, construida en base a la libre voluntad de los pueblos-naciones de Iberia (Andalucía uno de ellos); la transformación profunda de los partidos, que él llamaba “organizaciones electoreras que atentan contra la soberanía del pueblo”; la garantía de las libertades públicas sin restricciones; la abolición del trabajo como mercancía, la Reforma Agraria y la intervención de las organizaciones obreras en los consejos de administración de las empresas; una justicia enteramente civil, gratuita y arbitral, con magistrados de distrito y una rectificación urgente del sistema penitenciario; una enseñanza gratuita, laica y no burocrática en todos los niveles; la plena igualdad de derechos de las mujeres y la libre constitución y disolución del contrato matrimonial, con reconocimiento de todas las uniones de hecho; y el fin del “monopolio pseudorreligioso alcanzado por la acción política de la Iglesia de Roma”, mediante medidas que garantizaran el respeto absoluto para todas las
religiones y la preservación por parte del estado de los valores artísticos y culturales de los bienes de todas ellas.
Con un programa de esas características, unido a una crítica radical a quienes hacen de la política una profesión en beneficio de su bolsillo, de su vanidad o de ambas cosas, y a una fuerte defensa de la cultura de la paz y de la pedagogía como única arma para convencer, no es extraño, ni anómalo, que Blas Infante fuera considerado un revolucionario andalucista peligroso. Él se enfrentó no solo al régimen político -¡qué tristeza en sus palabras cuando hubo de denunciar que “el hambre es más amarga siendo republicana que monárquica, porque además de ser hambre de pan es hambre de esperanzas defraudadas por la República!- sino también, y sobre todo, osó cuestionar el “orden” económico-social imperante y poner al descubierto las causas de la alienación cultural que sufría Andalucía, resultado de su situación colonial, que impedía –como sigue hoy impidiendo- a la mayoría de los andaluces ver los mecanismos ocultos de la opresión.
Por esto, aunque puedan desenterrarse los restos materiales de don Blas –y esperemos que no tengan que transcurrir otros más de ochenta años para que ello se haga realidad, al igual que la exhumación de la totalidad de las decenas de miles de cuerpos de andaluces represaliados tanto en los días del golpe militar-fascista y los años de la mal llamada guerra civil como en los, más crueles aún, años del franquismo-, Blas Infante seguirá enterrado en tanto no desenterremos y difundamos su pensamiento y su acción cultural y política, entendiéndolos no solo como parte irrenunciable de nuestra historia como Pueblo –que lo es- sino, sobre todo, como instrumentos para orientar nuestra acción hoy.
Es por desconocimiento de Blas Infante, por no haberlo leído o ni siquiera conocer su existencia, por lo que aún resulta necesario en nuestros días seguir demostrando, como él hizo, que Andalucía no es Castilla, ni es Europa sin más. Que tenemos una cultura propia resultado de un proceso histórico peculiar al menos en los últimos 2.500 años. Que esa cultura es, a la vez, mestiza y original, como un río caudaloso con varias fuentes que lo hacen caudaloso: la fuente andalusí, que recogió las herencias tartéssica, de la Bética romana y de Bizancio, la castellano-europea, la judía, la negroafricana y la gitana.
¿Es que han sido superados los ocho “dolores” que señalaba, denunciándolos, Blas Infante? ¿Es que se han puesto en práctica en algún momento las soluciones políticas y jurídicas que él planteó como remedios para esos dolores? Rotundamente no, aunque quienes él llamaría “profesionales de la política” incluso se hayan atrevido, hace unos años, a poner en el preámbulo del vigente estatuto de autonomía, junto al reconocimiento formal a su figura –lo que está bien-, la mentira de que la Andalucía actual está muy cerca de aquella por la que él luchó y murió. ¡Qué barbaridad, cuando Andalucía continúa sumida hoy en la dependencia económica, la subordinación política y la alienación cultural y cuando todos los indicadores señalan que se acentúa la divergencia, que no la convergencia, respecto a otros países y comunidades del estado y respecto a la media europea! Parafraseando a Infante, podríamos decir que la situación de Andalucía hoy es más amarga de lo que era bajo la dictadura porque a los dolores que persisten, y que no han sido resueltos, se añade también el dolor de que ello ocurre en democracia y con autonomía (aunque con qué baja intensidad democrática y con qué insuficiente nivel de autonomía).
Hace exactamente cien años, en el Manifiesto Andalucista de Córdoba del 1 de enero y en la Asamblea de marzo, también en Córdoba, Blas infante lanzó un llamamiento para la lucha por una Andalucía Libre, una Andalucía con voluntad de ser y de vivir por sí. Él repetía que somos un Pueblo, una nacionalidad no solo porque tenemos identidad histórica, identidad cultural e identidad política nacional sino también, y sobre todo, porque “una común necesidad invita a todos sus hijos a luchar juntos por una común redención”. Es ineludible preguntarnos si está o no vigente esa necesidad hoy, un siglo después, aquí y ahora. Yo afirmo que sí y no me cabe duda de que, a pesar de las toneladas de anestesia que nos inyectan a diario, por múltiples y poderosos medios, somos muchos las andaluzas y andaluces que así lo creemos aunque ello no se traduzca en las urnas electorales, que es el referente que consideran algunos, erróneamente, como único válido para detectar los sentimientos y el nivel de conciencia.
Si viviera Blas Infante, estoy seguro que volvería a emplazarnos para que nos volquemos en la tarea de despertar a nuestro Pueblo, de desvelarle con firmeza y paciencia las trampas con las que pretenden seguirlo cloroformizando para restringirlo a una vida vegetativa de autoconformismo y de miedo a que todo pueda ir aún peor. Algunos quieren que creamos que el pensamiento político de Blas Infante es algo que pertenece al pasado, solo susceptible de estudios académicos o de recuerdos nostálgicos. Se equivocan o tienen como objetivo que nos equivoquemos. Dicen, por ejemplo, que él definía socialmente a Andalucía como un país y un Pueblo de jornaleros y eso es ya cosa del pasado porque hoy quedan pocos jornaleros agrícolas. Dicen que los planteamientos de Blas Infante quizá hubieran podido tener validez en un tiempo pasado pero no en el nuestro, porque todo ha cambiado. Es que no saben analizar más allá de las apariencias o es que pretenden engañarnos. Para seguir con el mismo ejemplo, es cierto que hoy el número de jornaleros agrícolas es pequeño respecto a cien años atrás, pero paradójicamente la gran mayoría de los andaluces han sido hoy jornalerizados: jornaleros de la construcción, jornaler@s de la hostelería, jornaler@s de la enseñanza… todos ellos precarios, con condiciones de trabajo y salarios, y soportando prácticas abusivas, que son muy equivalentes, estructuralmente, a las de los jornaleros del campo de aquellos tiempos. Lejos de desaparecer, la situación jornalera se ha generalizado, aunque esto no lo vean ni los propios sindicatos porque el relato que nos repiten desde los ámbitos de poder económico, social y político lo oculta.
Algunos dicen que se ha cumplido la aspiración central de Blas Infante porque Andalucía tiene ya autonomía. O no han leído jamás a Infante o mienten a sabiendas. La autonomía, como en su tiempo el cambio de régimen de monarquía a república o hace cuarenta años del franquismo a la restauración monárquica, tienen valor real cuando las nuevas situaciones, los nuevos regímenes, poseen capacidades y las utilizan para acometer las transformaciones necesarias con el objetivo de alcanzar los ideales (los objetivos políticos). Hoy, la concentración de la tierra y, en general, de los medios de producción económicos y financieros, es aún mayor que hace un siglo. Nuestra economía sigue siendo extractivista, al servicio de demandas e intereses exteriores a nosotros. La emigración continúa por más que antes quienes emigraban eran fueran en su mayor parte gente con poca formación escolar y ahora emigren jóvenes con master y carreras universitarias a los que ha cerrado la posibilidad de aplicar aquí sus conocimiento. Sí que hemos progresado…
Y en lo político, a pesar de que tenemos formalmente autonomía y de que hasta hace unos meses siempre los gobiernos fueron de un partido autocalificado como de izquierda, que incluso se ha envuelto en la verdiblanca siempre que ha habido convocatorias electorales, esta autonomía no ha servido siquiera para que el río Guadalquivir y sus aguas puedan ser gobernados desde Andalucía. No digamos para crear suficientes empleos, dejar atrás la necesidad de emigrar, avanzar en la neutralización de las desigualdades, potenciar nuestra cultura… Más allá de ser granero de votos para partidos estatales, trampolín para el acceso, o la pretensión de acceso, a ámbitos de poder estatal para los dirigentes de estos, y laboratorio de experimentos políticos y administrativos, el papel político de Andalucía ha sido durante estos casi 40 años, y sigue siendo, mínimo. Como lo demuestra, por ejemplo, que una vez más, hace pocas semanas, en el pleno del congreso de los diputados para la investidura, fallida, de presidente del gobierno, no se mencionara ni una sola vez el nombre de Andalucía ni tuvieran protagonismo alguno nuestros problemas. Como si no existiéramos. ¿Para qué nos sirve, pues, esta limitada, insuficiente y decepcionante autonomía? ¿Estaría satisfecho con ella Blas Infante?
Quienes nos declaramos andalucistas no deberíamos dejar pasar un día como el de hoy como si fuera un mero ritual, anualmente repetido, de escaso contenido y con más escasas aún consecuencias políticas. Los rituales, las rememoraciones, son, sin duda, imprescindibles. Tenemos que homenajear a Blas Infante, claro que sí, recordando por qué lo asesinaron, recordando que sus restos han tenido el mismo destino que decenas de miles de andaluces demócratas, de diversas ideologías –las cunetas, las fosas comunes o ni se sabe dónde, como ocurre con los de Federico-, y mostrando nuestra indignación porque todavía ni siquiera se ha anulado aquella sentencia que intentó legalizar el crimen y asfixiar económicamente a Angustias, su viuda, y a Luisa, María de los Ángeles, Blas y Alegría, sus hijos, huérfanos desde tan pequeños… Pero todo esto, que –repito- es obligado, imprescindible, y que hacemos acompañados de algunos compañer@s que sin ser andalucistas han querido estar aquí con nosotros, debería tener también otros desarrollos para quienes sí nos afirmamos como tales. Creo, en conciencia, que no podemos escapar al emplazamiento que hoy nos haría, si pudiera, Blas Infante. Creo que, por encima de diferencias de estrategia o tácticas, deberíamos todos los y las andalucistas convertirnos en un Blas Infante colectivo que zamarree a nuestro Pueblo andaluz y le infunda la fuerza del pensamiento blasinfantiano para que logre levantarse, como pide nuestro himno, y exija Tierra y Libertad, los dos ideales centrales por los que luchó y murió el padre de la patria (o mejor, matria) andaluza.
Tenemos la obligación ética y política de dirigirnos a cada andaluz con los duros pero necesarios versos con que lo hiciera otro gigante del andalucismo, nuestro inolvidable Carlos Cano:
“No sé por qué te lamentas en vez de enseñar los dientes, ni por qué llamas mi tierra a aquello que no defiendes. Si en vez de ser pajaritos fuéramos tigres bengala, a ver quién sería el guapito de meterno en una jaula”
…Si el próximo 4 de Diciembre, nuestro Día Nacional, consiguiéramos visibilizar el andalucismo ante nuestro Pueblo, de forma potente y, al menos en esa celebración, como una gran y unitaria marea blanquiverde, demostraríamos dos cosas. La primera, que se equivocan quienes anunciaron con regocijo la desaparición del andalucismo, algunos para tratar de apropiarse de forma oportunista de su espacio presuntamente vacío. La segunda, que habríamos sabido anteponer lo que nos une a lo que nos diferencia superando sectarismos, oportunismos y personalismos. Sería un gran paso.
Poseemos referentes simbólicos poderosos: la arbonaida, el 4-D, Blas Infante… Símbolos que queremos compartir con todos pero que no vamos a aceptar que nadie se apropie de ellos para desvirtuarlos. Referentes que constituyen un patrimonio inequívocamente andalucista. Y tenemos también, o deberíamos tener, los andalucistas dolores comunes, heridas sangrantes del pasado y del presente que es preciso encarar sin demora. Para ello contamos también con los remedios que nos ofreció en su tiempo –no tan diferente estructuralmente al nuestro, repito- nuestro principal ideólogo, aquel revolucionario y propagandista del andalucismo que fuera asesinado en este mismo lugar hace hoy 83 años. ¡Qué más queremos! Él murió con un grito, un grito de tres palabras en las que resumía todo su proyecto político. Repitámoslo ahora poniendo no solo nuestro corazón en esas tres palabras sino también la voluntad de traducirlas cada día en los hechos. Es urgente hacerlo así porque nuestro Pueblo Andaluz está débil, enajenado, y muy potentes intereses quieren hacerlo desaparecer como tal, manteniendo, si acaso, solo algunos elementos de su cultura para que, convenientemente desactivados de su significación profunda, puedan ser vendidos como exotismos en el mercado turístico. Unámonos para impedirlo. Unámonos todos las y los andalucistas en el esfuerzo, en el trabajo, en la lucha, en la ilusión, por despertar a nuestro Pueblo. Como aquí y ahora vamos a unirnos, sin reticencia alguna, en gritar lo que en aquella noche terrible gritó Blas Infante mientras le arrebataban la vida, que no la fuerza de la verdad: ¡¡¡VIVA ANDALUCÍA LIBRE!!!
ISIDORO MORENO, Catedrático Emérito de Antropología y Patrono de la Fundación.
Comunicado público de la Fundación Blas Infante
La Fundación Blas Infante, ante los insultos y despropósitos que están siendo vertidos estos días en medios de prensa y redes sociales contra quien ostenta el título de «Padre de la Patria Andaluza» –como figura en el preámbulo del vigente Estatuto de Autonomía-, considera un deber salir al paso de estos desmanes y de algunas informaciones publicadas sobre el acto de homenaje a su memoria celebrado el pasado día 10 en el lugar de su asesinato, al cumplirse el 83 aniversario de este. Sin pretender entrar en polémica alguna, la Fundación quiere comunicar a las andaluzas y andaluces lo siguiente:
1) Que reflejan una bajeza moral incalificable los adjetivos con los que ciertos personajes de la ultraderecha, algunos de ellos en puestos institucionales, están intentando descalificar la figura de quien durante toda su vida luchó por medios democráticos y pacíficos por activar la conciencia del pueblo andaluz y conseguir que este “se redimiera por sí mismo”, La ignorancia, sobre la vida y el pensamiento de Infante y el odio hacia lo que él simboliza -Andalucía como Pueblo- se traducen en exabruptos que no merecerían consideración alguna si no fuera por la publicidad mediática que se les está dando. Nos indigna, aunque no nos sorprende, que quienes se sienten herederos político-ideológicos de quienes asesinaron a don Blas y dictaron condena contra él cuatro años después de su asesinato quieran enterrar el pensamiento de este –cuando su cuerpo aun no ha sido desenterrado- mediante la mentira, el desprecio y las descalificaciones sobre su vida y su obra.
2) Como todos los años, el 10 de agosto, la Fundación convocó un acto público, abierto, plural, no partidista ni sujeto al control de ninguna institución, para homenajear a Infante en el lugar de su asesinato. Se realizó la invitación a participar en la ofrenda floral a un abanico muy amplio de organizaciones sociales, culturales y políticas, excluidas, lógicamente, las declaradamente ultraderechistas. Más de cincuenta entidades estuvieron presentes y otras enviaron mensajes de adhesión. Las intervenciones corrieron a cargo de tres miembros del patronato de la propia Fundación, ninguno de los cuales pertenece a partido político alguno, los cuales subrayaron la vigencia de lo esencial del pensamiento blasinfantiano y recordaron también a dos andaluces del mundo de la cultura recientemente fallecidos: Salvador Távora y Juan Carlos Aragón. Hemos de lamentar que en no pocas «informaciones» sobre el acto parecería que este hubiera sido protagonizado por partidos políticos cuando los que acudieron se limitaron –como no podía ser de otra manera- a depositar un ramo de flores, sin intervención alguna en otras secuencias del acto.
3) La Fundación Blas Infante quiere reiterar su firme compromiso con sus objetivos estatutarios, que son velar por la difusión y profundización en el pensamiento de Blas Infante y en la evolución del andalucismo, así como promover el estudio de la cultura y la sociedad andaluzas y de la solución de sus problemas, en todas sus dimensiones. Y ello desde la independencia respecto a partidos e instituciones aunque siempre abiertos a las colaboraciones que puedan facilitar el cumplimiento de sus fines.
Andalucía, 14 de agosto de 2019.
Manifiesto leído en el acto en memoria del asesinato de Blas Infante
Ya llegan los recuerdos de una tarde,
los cuatros rumbos y gritos de un fusil cobarde
Llegan camino de Sevilla a Carmona
en una madrugada cargada de angustias,
con un cansancio de polvo asfixiante,
un sol que arde en los caminos,
y que cuando se va ocultando tras el monte
parece que arde
y arden los ríos, los ríos de mi sangre
y que sabe nadie y que sabe nadie…
En la fragua, las chicharras machacan sobre el yunque su cante
y van rompiendo pedazos de la tarde
y salpican cantos puntiagudos de carne
y yo aquí quieto y exhausto en una madrugada
que tomó un rumbo cobarde,
quieto pero lleno de blanco
quieto con mi puño en verde
quieto sobre mi sombra y con las alas de quien sabe nadie,
con los brazos extendidos,
el puño de mazo, el pecho desnudo
y las venas abiertas al aire.
Llegan los recuerdos con los cuatro rumbos de la tarde,
salpicando lágrimas, sobre el mar,
el monte y el valle.
¡Viva Andalucía Libre!
y asesinaron a Blas Infante.
Antonio Llamas (Poeta, Priego de Córdoba)
Hermanas y hermanos andaluces:
Aquí asesinaron a Blas Infante. Justo debajo de vuestros pies, declarado lugar de la memoria democrática de Andalucía por acuerdo del Consejo de Gobierno de 30 de diciembre de 2011. Aquí asesinaron a Blas Infante. Reconocido por unanimidad como Presidente de Honor del Parlamento de Andalucía en el pleno celebrado el 12 de mayo de 2010. Aquí asesinaron a Blas Infante. A quien todos los grupos parlamentarios declararon Padre de la Patria Andaluza el 14 de abril de 1983, y así consta en el preámbulo de nuestro Estatuto de autonomía, aprobado por el Parlamento de Andalucía, las Cortes Generales y refrendado por el pueblo andaluz. Aquí asesinaron a Blas Infante. A quien debemos nuestro himno, nuestro escudo, nuestro lema, y nuestra bandera que ondea en todas las instituciones públicas de Andalucía. Aquí asesinaron a Blas Infante. Hace 83 años.
Pero sus huesos no están aquí, ni enterrados con la dignidad que todo ser humano merece. Quizá se hallen en la fosa común de Pico Reja en Sevilla, junto con los de miles de víctimas de la represión franquista, cuya exhumación será posible gracias a una tardía, insuficiente pero necesaria ley de memoria democrática, aprobada sin oposición de ningún grupo político en el Parlamento de Andalucía. Mientras en el panteón de París descansan las personas más ilustres de Francia, Blas Infante, García Lorca y tantos otros hombres y mujeres de luz lo hacen en las cunetas más oscuras de Andalucía. Aquí asesinaron a Blas Infante. Y todavía seguimos esperando que se restituya su honor y se declare nula la sentencia infame que lo condenó a muerte el 4 de mayo de 1940, dictada por el Tribunal de Responsabilidades Políticas, cuatro años después de su asesinato.
Porque nos duele que cortaran las alas a un hombre bueno e inocente que abría las jaulas para liberar a los pájaros, desde la Fundación Blas Infante, exigimos que este acto en su memoria, ciudadano, plural, abierto y sobrio, no tenga más protocolo que la libertad y el respeto hacia sus familiares presentes y no presentes (en especial, su hija y presidenta de nuestra Fundación, María de los Ángeles Infante y a nuestro Vicepresidente de Honor, Pedro Ruiz-Berdejo), así como hacia los familiares de quienes fueron asesinados junto a él en este mismo sitio. No podemos pedir respeto intelectual hacia quienes, desde su fundamentalismo ignorante, desprecian a Blas Infante, al pueblo andaluz, a nuestras instituciones y a nuestras normas fundamentales. Pero sí que os rogamos silencio e indiferencia para no caer en su provocación insolente. No es el lugar ni el día. No es su lugar ni su día. Pero sí son los nuestros.
Porque hoy y aquí, como llevamos haciendo más de 30 años, reivindicaremos su legado y su actitud vital como el más luminoso y vanguardista de sus manifiestos. Volveremos a pedir paz y esperanza. Tierra y libertad. Todas ellas con nombre de mujer. Como Andalucía. Y lo firmaremos con flores al pie de la metáfora en bronce que mejor define a Blas Infante y su ideal: un hombre pájaro, con los pies arraigados en su tierra andaluza, y la mirada clavada en el cielo sin fronteras ni alambradas.
Quien deposite un ramo de flores también suscribe la conmemoración del centenario de tres hechos ocurridos en Córdoba, con Blas Infante como protagonista, determinantes en el devenir de nuestra historia social y política: el Manifiesto de la Nacionalidad que hoy forma parte de nuestro Estatuto y que nos reconoce como “realidad nacional”; la manifestación obrera que abarrotó las calles cordobesas presidida por primera vez con el lema “Viva Andalucía Libre”; y la Asamblea de Córdoba que dio carta de naturaleza a nuestra bandera y lema aprobados en Ronda, y marcó las directrices de los futuros proyectos estatutarios y reivindicaciones sociales y políticas para Andalucía: “ejército de maestros y profesores, de médicos e higienistas, la independencia civil y social de la mujer, el laicismo como garantía de la libertad de creencias y no creencias, una revolución agraria para acabar con el hambre, y todo ello desde la facultad de constituir Andalucía en Democracia Autónoma en aras de una República federal frente a la insolidaridad del centralismo”. Eso es lo que conmemoramos esta mañana: que su asesinato no fue capaz de asesinar su ideal para Andalucía. Y que se contiene en tres palabras: Viva Andalucía Libre.
¡Viva Andalucía libre!
Antonio Manuel, Patrono de la Fundación.