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Comunicado de la Fundación Blas Infante
Ha aparecido en el BOJA del pasado día 4 el decreto mediante el cual se da cobertura legal a la utilización por parte del presidente de la Junta de un diseño inspirado en el escudo de Andalucía que modifica el creado por Blas Infante y los participantes en la Asamblea de Ronda de 1918 y oficializado en el vigente Estatuto de Autonomía. En ese diseño se elimina el lema y se añaden laureles, una corona real y la inscripción «Presidente de la Junta de Andalucía» (en masculino).
Esta Fundación hizo pública su posición al respecto cuando, hace unos meses, apareció este escudo que modifica el oficial (y que no lo «simplifica» como se lee en el decreto) en el atril y la solapa del actual presidente de la Junta. Nos ratificamos ahora en lo que entonces expresamos y añadimos que no vemos necesidad ni conveniencia alguna en esta innovación, que transforma, desnaturalizándolo, uno de los principales símbolos de nuestra nacionalidad. Creemos, además, que para la máxima autoridad política de Andalucía debería ser suficiente y un orgullo ostentar el escudo que representa a todos los andaluces y andaluzas sin modificarlo ni «personalizarlo». La referencia en el decreto a que el nuevo diseño se inspira en el ya existente de las medallas que se otorgan anualmente por el Consejo de Gobierno no supone justificación alguna para esta innovación, ya que es este diseño el que viene siendo una anomalía necesaria de remediar.
Por todo ello, el Patronato de la Fundación lamenta esta intervención en el escudo histórico y oficial de Andalucía; una acción que, más allá de sus intenciones -con las que no queremos especular- supone objetivamente una falta de respeto hacia uno de los símbolos más significativos de Andalucía, creado hace más de cien años por quien está definido en el Estatuto como «Padre de la Patria Andaluza».
Andalucía, 11 de enero de 2021.
Intervención de Pura Sánchez en el Acto del 84 Aniversario del Asesinato de Blas Infante
Estamos aquí, un año más, para reafirmarnos en nuestra idea más fértil, en nuestra ilusión más firme, en nuestra utopía más necesaria: la de una Andalucía libre y soberana. Una Andalucía como la pensara, la sintiera y la defendiera Blas Infante, a quien tuvieron que arrancarle la vida, hace ahora 84 años, para intentar borrar su Ideal.
Aquí estamos de nuevo otro 10 de agosto, hermanas y hermanos andaluces, para proclamar a los cuatro vientos que, quienes intentaron acabar con las ideas de Blas Infante, solo lograron acabar con el hombre. Más de ochenta años después de aquella noche trágica, esta persistencia en el recuerdo y la vigencia del pensamiento del Padre de la Patria andaluza deben seguir dando alas a nuestra esperanza.
Nos arrebataron al hombre justamente cuando la causa autonomista andaluza estaba cuajando enun proyecto de estatuto. El fracasado golpe de estado del 18 de julio de 1936 y la guerra que provocó nos dejaron al pueblo andaluz huérfano y con la miel en los labios. Pero no nos hemos rendido en todos estos años. A pesar de que su figura se maltrate en los currículos escolares, a pesar de que en ocasiones se intente descafeinar su pensamiento, tratando de desactivar su indudable carga revolucionaria, a pesar de que se nos arrebatara a un andaluz tan claro, sus ideas revolucionarias y andalucistas nos siguen sosteniendo en nuestro afán de ser y pensarnos como pueblo.
Ochenta y cuatro años después de aquella noche fatídica, el cuerpo de Blas Infante todavía está desaparecido. Como el de tantos andaluces y andaluzas, que también hoy aquí recordamos. Y a quienes tratan de manipular la realidad histórica con el invento de una nueva ley, dicen que de “concordia”, les decimos que la concordia solo tiene un camino y es el de la verdad, la justicia y la reparación. Desde aquí hoy, afirmamos nuestra determinación de seguir con el balcón abierto, como lo expresara otro desaparecido; Federico dejó dicho en un poema titulado significativamente “Despedida”: “Si muero/ dejad el balcón abierto. El niño come naranjas/(desde mi balcón lo veo)/ El segador siega el trigo/ (desde mi balcón lo siento)/ Si muero/ dejad el balcón abierto”.
Abierto está el balcón para que ellos, nuestros desaparecidos, se sigan asomando a la vida y conozcan el devenir de su pueblo y de su casa, Andalucía. Esta casa que, como decía otro gran poeta, en otro poema también de despedida, está pintada, no vacía, del color de las grandes pasiones y desgracias… pero, en esta casa, aún anida la esperanza.
Y desde la esperanza, que se asienta en la memoria y extiende la mirada al futuro, quiero dirigirme en esta ocasión especialmente a vosotras, hermanas andaluzas y andalucistas, como mujer andaluza y como mujer del Sur, el lugar político en el que nos situamos quienes somos, nos sentimos y nos pensamos andalucistas.
El Manifiesto de la Nacionalidad, en enero de 1919, tomando como antecedentes la Constitución de Antequera de 1883, habla en su apartado segundo – “Andalucía, libre”- del deseo de “dignificar a la mujer esclavizada por un bárbaro Derecho que tuvo en Roma su inspiración y que repugna al genio humano y generoso de Andalucía”. Y afirma: “Queremos reconocer (…) la independencia civil y social de la mujer. Toda subordinación que para ella establezcan las leyes quedará derogada desde la mayoría de edad”. Y sigue: “Andalucía llora…llora cuando contempla a sus mujeres jornaleras, implorar en los hogares desolados, guaridas de la miseria y de la muerte, en los tristes días de invierno, y a sus evocaciones no se responde (sino) con el alimento que la prostitución les dona por la mano de señoritos casineros, dueños de la tierra y herederos de los nobles haraganes”.
Años más tarde, en 1931, Blas Infante volverá a referirse a la situación de las mujeres andaluzas. Así define el cuarto dolor de Andalucía: “Dolor de esclavitud familiar. Criterio del gobierno: remitir a un Código Constitucional el problema de la libertad familiar y, mientras tanto, al cabo de cuatro meses de República, solo el matrimonio canónico entre los demás religiosos surte efectos civiles; es indisoluble el matrimonio y la mujer sigue siendo esclava civil del marido”.
Casi 90 años después, podemos preguntarnos, hermanas, si seguimos siendo unode los dolores denuestra Andalucía y también qué nos duele a las mujeres andaluzas. ¿Cómo nos tratan desde los espacios políticos? ¿La igualdad formal, la paridad, los consejos andaluces “de la mujer”, el feminismo institucionalizado… han transformado nuestras vidas, han erradicado la violencia de la que somos objeto…?
Las mujeres, muy especialmente en Andalucía, lo sabemos bien, somos quienes seguimos soportando en gran medida el peso de la pobreza, de tiempo y recursos materiales, el empleo precario e insuficiente, la parquedad de unos servicios sociales que nos atan a la miseria y la dependencia. Esta situación se ve agravada tanto por la invisibilidad que propician las generalidades estadísticas como por la insistencia en reducirnos al papel de víctimas. Somos andaluzas, mujeres del sur, minusvaloradas y hasta despreciadas por nuestra manera de expresarnos, de entender la vida, de relacionarnos. Expuestas a la violencia institucional y a la violencia machista, a la violencia del patriarcado y la de del capitalismo extractivista, a nosotras no nos han salvado ni los pactos de estado, ni las leyes de igualdad más o menos bienintencionadas, ni los planes y programas de vida efímera, marcado todo ello, las más de las veces, por el signo de la impostura y el cinismo político. Seguimos estando afectadas las andaluzas por brutales discriminaciones y desigualdades estructurales. Somos las colonizadas, las subalternas, las dependientes, a las que se nos asignan migajas presupuestarias e ingresos mínimos que no nos alcanzan para vivir, mientras nos intentan adormecer con discursos y políticas paternalistas y falsamente protectoras. La cruel realidad es que pobres, muertas y explotadas resultamos ser más útiles al poder que vivas y soberanas de nuestras vidas.
Sin embargo, muchas mujeres andaluzas hemos empezado a decir basta. Basta de la colonización que sufrimos como pueblo, que borra nuestra conciencia y degrada nuestra identidad. Basta de considerarnos usuarias sumisas de las ayudas institucionales, que no nos sacan de pobresni a nosotras ni a nuestras familias. Basta de violencia machista, de violencia económica, de violencia institucional. De todas las violencias. Basta: no queremos seguir siendo consideradas víctimas, usuarias y precarias.
Necesitamos articular desde Andalucía, un movimiento colectivo de rebeldía soberanista, que nos permita enfrentar todas las colonizaciones, todos los privilegios patriarcales, racistas, capitalistas y heteronormativos que nada tienen que ver con los valores de nuestra cultura andaluza. Y, desde Andalucía, proyectar ese movimiento solidario, fuerza y motor contra el orden patriarcal que impera en cualquier punto del mundo.
Para ello tenemos dos potentes herramientas a nuestro alcance: la memoria de nuestras antepasadas y el feminismo andaluz.
Nuestras madres y abuelas sufrieron la represión política y se las estigmatizó con nombres infamantes. Las llamaron rojas e individuas de dudosa moral porque se atrevieron a soñar y a reclamar un mundo mejor y diferente; y pagaron un alto precio por ello. ¡Qué caro resulta soñar! ¡Y qué necesario!
Algunas fueron a parar a fosas comunes de mujeres, solo de mujeres, una trágica singularidad de la represión en Andalucía. Otras sufrieron el destierro o fueron reducidas al silencio en el largo exilio interior. Y callaron. Pero no olvidaron.
Cómo no recordar hoy a Angustias García Parias, la esposa de Blas Infante, peregrinando por los despachos en busca de noticias y piedad, cuidando de sus criaturas, agobiada por las sanciones económicas y por el estigma de ser mujer de un fusilado. Cómo no recordar a Luisa Infante, que recosió la bandera verdiblanca para que pudiera ondear de nuevo en el aire esperanzado de 1977. Cómo no pensar en la niña M.ª Ángeles, que nunca quiso celebrar su santo, porque ese día le arrebataron a su padre. Cómo olvidar a las hermanas García Caparrós, fieles guardianas de la memoria de su hermano, y a tantas y tantas madres, hermanas, esposas, hijas de represaliados, desaparecidos, fusilados, encarcelados: muertas en vida, castigadas, violentadas, sometidas al expolio y maltratadas por la miseria moral de los vencedores. Y aún así, nunca se rindieron, nunca cejaron en su empeño de contar lo que pasó, de buscar a sus seres queridos, de reclamar verdad, justicia y reparación. Su silencio resistente, sus recuerdos familiares y personales, amorosamente guardados, alimentan hoy nuestra memoria y nuestra rebeldía. Sus relatos nosofrecen un espejo luminoso en el que mirarnos para conocernos y reconocernos.
Junto a la memoria militante, la otra herramienta que nos ayudará a articular ese necesario movimiento de rebeldía soberanista es el feminismo andaluz, con el que avanzar en la tarea de construirnos como sujetas políticas, soberanas de nuestros cuerpos, la más radical de las soberanías, pero también de nuestro tiempo, de nuestros deseos y aspiraciones, con capacidad para decidir de forma individual y colectiva cómo pensarnos.
Cuando hablo de feminismo andaluz, no me refiero con ello ni a un feminismo en abstracto, intelectual y descarnado ni, por supuesto, al feminismo adormidera, de retórica y porcentaje, que reproduce y construye espacios excluyentes desde los que no se puede configurar sino una identidad excluida, en la que la paridad se instrumentaliza para colonizarnos políticamente.
Porque nuestra situación como mujeres andaluzas es cuantitativa y cualitativamente diferente, necesitamos un instrumento para combatir nuestros dolores, que esté a la altura de nuestras ansias y nuestra necesidad de transformación, un feminismo andaluz, donde lo andaluz no sea un añadido, un matiz, sino la materia primigenia con la que conformar esa poderosa arma transformadora.
Nos urge, para empezar a caminar, reapropiarnos de ese espacio político que es el sur andaluz y subalternizado, transformándolo en un espacio desde el que impugnar el poder, desde el que desafiarlo para romper las cadenas de la colonización, la subalternidad, la dependencia y la alienación. En ese proceso de impugnación de un poder patriarcal y capitalista, las mujeres andaluzas nos iremos construyendo como sujetas políticas soberanas, en tanto que participamos en la articulación soberana de nuestro pueblo.
En el feminismo andaluz necesitamos conjugar una mirada hacia adentro, hacia nosotras mismas, con la mirada hacia afuera, hacia los márgenes del neoliberalismo mundial, donde se sitúan los feminismos de las excluidas: los feminismos negros, los feminismos árabes, de los países hermanos de América Latina, que están ensanchando las estrechas costuras del feminismo blanco, eurocéntrico y burgués. Necesitamos construir un pensamiento feminista centrado en Andalucía y que, desde Andalucía, se proyecte a otros pueblos y se hermane con ellos. Porque somos andaluzas, pero también somos negras, gitanas, árabes, castellanas y judías, hijas de exiliadas y transterradas, migrantas de procedencias lejanas y cercanas; por eso, queremos que nuestro feminismo andaluz sea inclusivo, abierto, ancho y sin fronteras.
El feminismo andaluz puede y debe anclarse en nuestra tradición cultural, la que nos hace considerarnos hermanas, la que mima la convivencia en los patios de vecindad, la que esgrime la alegría ante la incertidumbre de lo cotidiano, la que ofrece generosa hospitalidad a pesar de la escasez, la que nos lleva a organizarnos en redes de cuidados y ayuda mutua para hacer frente a las crisis de este capitalismo
depredador y asesino, la que nos empuja al abrazo empático. Aunque ya hace algún tiempo que venimos haciéndolo, hay que insistir en mantener y resignificar esta cultura de las relaciones humanas, que tejen las mujeres andaluzas infatigablemente, como milenarias penélopes, porque en ella hay elementos de resistencia frente a la alienación y la subalternidad que nos debilita como pueblo.
Necesitamos, entre todas y todos, reconstruir y consolidar en Andalucía los movimientos sociales por abajo, haciendo que el feminismo andaluz los atraviese y los enriquezca. Porque no es posible la transformación nacional sin la transformación social y esa es la que estamos encabezando nosotras, aquí y ahora. Y a nuestros compañeros andaluces les decimos que no se puede aspirar a la liberación de un pueblo mientras se mantiene a sus mujeres sometidas, calladas y empobrecidas.
Así, con el espejo de nuestras antepasadas en una mano y el feminismo andaluz en la otra, el movimiento de rebeldía soberanistaha de desembocar en la tarea más ilusionante y transformadora: la construcción de la matria andaluza. “Cada vez que dicen patria, pienso en el pueblo y me pongo a temblar”, dice Carlos Cano en el Tango de las madres locas. Y es que, hermanas, la patria ha utilizado históricamente la figura de la mujer-madre para la elaboración simbólica de la madre patria, ambas caracterizadas con los atributos de la sumisión, la entrega y la renuncia. Así se ha construido un modelo de patria masculinizado y excluyente, enraizado en el patriarcado, que usa a la mujer simbólica mientras excluye y sacrifica a las mujeres de carne y hueso.
Para construir nuestra matria, las mujeres necesitamos arrebatar al estado nación el espacio de dominación que son nuestros cuerpos, el lugar donde el poder se hace carne. Necesitamos alcanzar la soberanía y la capacidad de decidir sobre nosotras mismas. Pero también debemos transformar nuestro ámbito de pueblo-nación, desarmando las relaciones de poder jerarquizadas a la vez que construimos un espacio de relaciones nuevo, no excluyente, no jerarquizado, no androcéntrico ni masculinizado. Una matria andaluza en la que sus hijos e hijas habiten en paz, con un modelo de economía que esté al servicio de la vida; un ámbito de relaciones heterogéneo y diverso, inclusivo y liberador, tanto de los colonialismos, como de las jerarquías internas. Una matria en la que se integre lo diferente y lo diverso no se niegue, en la que tengamos conciencia de nuestra realidad de pueblo colonizado, sí, pero sin obviarlos diferentes modos en que se ejerce la colonización, las diferentes formas en que nos afecta a hombres y mujeres y los diferentes papeles que jugamos en el proceso colonizador.
Hermanas andaluzas, hermanos andaluces, las mujeres que nos sentimos y nos pensamos andaluzas y andalucistas os llamamos a compartir nuestro sueño, a imaginar y construir nuestra matria como una Dar al-Farah, como una renovada Casa de la Alegría, donde las mujeres seamos libres, vivas, soberanas y en pie, como pensamos y queremos a Andalucía.
¡Viva Andalucía Libre!
Pura Sánchez.
Intervención de Antonio Manuel en el Acto del 84 Aniversario del Asesinato de Blas Infante
Hermanas y hermanos andaluces:
Aquí, tal día como hoy, asesinaron a Blas Infante. Y aquí, cada 10 de agosto, volvemos para que nadie olvide esta infamia y para que nadie se atreva a repetirla y volver a matar nuestro futuro. Lo hacemos en un acto libre, sobrio, abierto, plural y ciudadano, organizado por la Fundación que lleva su nombre y custodia su legado, sin más protocolo que el silencio y el respeto. Porque en esta misma tierra y bajo este mismo cielo, no sólo mataron a Blas Infante, por encima de todo, un hombre bueno que aspiraba a liberar al pueblo andaluz como liberaba a los pájaros de sus jaulas. También asesinaron al que fuera alcalde de Sevilla, José González Fernández de La Bandera; al diputado socialista, Manuel Barrios; al masón Fermín Zayas; y al teniente alcalde del Ayuntamiento de Sevilla y militante de Unión Republicana, Emilio Barbero Núñez. Todos arrojados a una fosa común pero no al olvido. Cada vez que los nombramos, viven y cobra más fuerza el grito con el que Blas Infante apostilló rebelde cada uno de los disparos que causaron su muerte: ¡Viva Andalucía Libre!
Cierren los ojos e imaginen por un momento que han asesinado a vuestro padre, a vuestro hijo, a vuestro compañero de vida. Ese dolor que os retuerce el espinazo fue el que sintieron las mujeres que rodearon a Blas Infante desde el día en que fueron a llevarle café y sandía al Cine Jáuregui donde lo tenían preso, y le devolvieron dos colchas, un termo, un reloj, una pluma y una alianza. Fueron ellas su verdadera infantería. Las que conservaron su memoria en su ausencia. Las que cuidaron durante la dictadura la Casa de la Alegría, el escudo de la puerta, la arbonaida en el arcón, los libros y los discos en sus estanterías, sus manuscritos en los cajones… Sin ellas, no brillaría con tanta luz el recuerdo de Blas Infante como no brilla la noche sin las estrellas. Ellas fueron su mujer, Angustias; su madre, Ginesa; y sus hijas Luisa, María de los Ángeles y Alegría. Blas Infante tenía a su madre Ginesa en un altar. A ella le dedicó una habitación en Dar al Farah con inscripciones aljamiadas que decían: “Vivirá en sus nietos la abuela Ginesa. ¡Noble señora Ginesa! Reina Ginesita”. Convencido de que la memoria se trasmite por el cordón umbilical de los cuidados de las madres.
A su viuda, Angustias García Parias, se le llenó el cuerpo de manchas negras como si la piel tomara el color del alma y del luto que llevaba puesto. Perdió tanto peso que aprovechó cada vestido para hacer otro a las niñas. Y se arruinó con tal de no desprenderse de la Casa de la Alegría, a la que siempre consideró la tumba que negaron a su marido. Sembró un jardín de lilas, violetas y pensamientos por dónde lo sacaron para que nadie volviera a profanar sus últimos pasos. Como tantas madres en la posguerra, dio de comer a sus hijos tortillas sin huevo con polvos teñidos de amarillo. Y aunque repitió a su marido cien veces “¿Quieres dejar a Andalucía que no te va a traer más que una tragedia?” fue gracias a ella que conservamos la misma bandera que presidió la manifestación del 4 de diciembre de 1977, y el escudo de la puerta, sin coronas ni laureles. Por respeto a quienes se jugaron la vida cuidando los símbolos de Andalucía, desde la Fundación Blas Infante exigimos que dejen de jugar con ellos.
Blas Infante fue un buen padre. Para que su hijo y sus niñas aprendieran a escribir, les dictaba que “La amapola es la flor más roja del campo”; les regalaba un caballo de madera para explicarle el mito del caballo de Troya; les recitaba cantando la “Luna Lunera”; o les narraba las aventuras del Quijote en los azulejos de la casa. Luisa, la mayor, continuó la tarea de su madre al quedarse en vivir en Dar al Farah cuando ella falleció. La más chica, Alegría, no tuvo tiempo de llamarlo padre. Y María de los Ángeles, jamás celebró su santo porque fue en ese día cuando lo arrancaron de sus brazos para siempre. Ella también perdió a su marido y a su hija, pero jamás el empeño en defender la memoria eterna de su padre, presidiendo la Fundación y este acto durante más de 30 años.
No podemos honrar la memoria de Blas Infante sin honrar la de su madre, esposa e hija que custodiaron la suya. Como no podemos hablar de andalucismo sin recordar que fuimos pioneros en la reivindicación de la libertad civil y el reconocimiento de los derechos de las mujeres, desde la Constitución de Antequera de 1883 hasta el programa de la Candidatura Republicana Revolucionaria Federalista Andaluza, para las Cortes Constituyentes de 1931. Andalucía tiene nombre de mujer. Y quizá porque sea nuestra Matria, padece la misma discriminación estructural que todavía sufren las mujeres en pleno siglo XXI. En unas circunstancias tan duras como la que estamos soportando, son las mujeres y Andalucía las que protagonizan los peores índices de paro y de pobreza. Sin duda, porque sus males son los mismos. Porque su lucha, es la misma.
Que cada uno de estos ramos de flores que depositamos a los pies del monumento a Blas Infante, recuerden también a las mujeres de su vida y a todas las mujeres que mantuvieron viva la memoria del pueblo andaluz.
¡Viva Andalucía Libre!
Antonio Manuel, Patrono de la Fundación Blas Infante.
Comunicado de la Fundación sobre el Escudo de Andalucía
La Fundación Blas Infante tiene, desde su creación en 1983, como fin fundamental preservar el legado de Blas Infante y difundir su pensamiento, así como profundizar en los problemas de Andalucía y en sus posibles soluciones a la luz de ese pensamiento adaptado a nuestro presente. Uno de los contenidos centrales de ese legado son los símbolos de Andalucía como Pueblo, entre ellos la bandera y el escudo que él propuso y fueron aprobados en la Asamblea de Ronda de 1918. Son los mismos que están hoy contenidos en nuestro Estatuto de Autonomía, junto al himno cuya letra también él compuso y a la definición de “nacionalidad histórica” que el acuñó.
Por ello nos causa tristeza y estupor que uno de esos símbolos, concretamente el escudo, haya sido utilizado, desvirtuándolo con añadidos que lo desnaturalizan, por la más alta jerarquía de la Junta de Andalucía, el actual presidente de esta, para componer un escudo, sello, pin o como se le quiera llamar que distinga precisamente a la Presidencia de la Junta. Estimamos que para esta, y para el conjunto de la Junta de Andalucía como institución (gobierno, consejerías, parlamento, poder judicial y otras instancias) no puede haber otros símbolos que los oficiales, definidos tal como figuran en el Estatuto.
La deriva hacia la banalización del escudo de Andalucía comenzó pronto en el periodo autonómico. En 1985 se inició la concesión de Medallas de Andalucía a personas cuyos méritos las hicieran acreedoras de ese reconocimiento y ya entonces en lugar de figurar en ellas el escudo de Blas Infante, se añadieron a este, incomprensiblemente, unos laureles y una corona de gran tamaño. Años después, la Junta sustituyó el escudo en la mayor parte de sus documentos y comunicaciones por un logo de muy difícil comprensión, que se mantuvo hasta que muy recientemente el actual gobierno lo sustituyó por una A, que sí puede evocar el nombre de Andalucía, aunque también el de Argentina, Andorra o cualquier país cuyo nombre comience por esa letra. Y ahora se innova con un escudo que recuerda el de las Medallas y que sustituye al verdadero escudo de Andalucía en la solapa y el atril del señor presidente.
Más allá de la posible ilegalidad de ello -lo que tendrá que ser dilucidado en las instancias correspondientes- queremos manifestar que consideramos totalmente rechazable el tratamiento que se le ha dado y se da actualmente al escudo de Andalucía, que es uno de nuestros símbolos y un componente muy importante del legado que nos dejó quien está definido, también en el Estatuto, como “Padre de la Patria Andaluza”. Por ello, damos cuenta pública de nuestro rechazo a esta medida y solicitamos que sea anulada. Lo hacemos con la fuerza moral que nos da nuestro compromiso de ser guardianes del patrimonio ético, político y simbólico blasinfantiano. Un compromiso al que no rehusaremos mientras esta Fundación exista.
Andalucía, 5 de mayo de 2020.
La Asamblea Regional Andaluza de Córdoba. 29 al 31 de enero de 1933
Hace 87 años, entre los días 29 y 31 de enero de 1933, en Córdoba, 300 representantes de lo que hoy denominaríamos “sociedad civil” andaluza se reunieron para debatir y aprobar un proyecto de bases de un Estatuto de Autonomía. Allí se dieron cita desde alcaldes y concejales, hasta miembros de las diputaciones, de la Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla, del Colegio de Peritos Agrónomos de Córdoba, de la Cámara de Comercio de Jaén, de los ateneos, Diputados a Cortes, de partidos políticos o de la Juntas Liberalistas… Junto a ellos, como principal promotor del intento, estaba Blas Infante. Fue y es un acontecimiento olvidado, que incluso no se menciona en el Preámbulo de nuestro Estatuto de 2007 y, sin embargo, se considera hoy día uno de los más destacados. Nunca tantas personas, procedentes de toda Andalucía y de amplios sectores de la población -no solo del ámbito político- se habían reunido hasta ese momento para tratar este asunto. La cita fue en el Círculo de la Amistad de la ciudad de la Mezquita.
Esta imagen, descargada de la web de Centro de Estudios Andaluces, es un documento inédito. Se trata de la “tarjeta de identidad” repartida para ese encuentro. Este caso concreto, está autorizada para Faustino Garrido Blanco, redactor y enviado a Córdoba por El Correo de Andalucía y firmada por Hermenegildo Casas, Presidente de la Diputación de Sevilla y de la Comisión Organizadora de la Asamblea. Como podemos observar, el texto denota un cierto orden para controlar no solo el acceso, sino la posibilidad de votar en el momento de adoptar acuerdos. En el carnet, aparece estampado el año 1932. Esto se explica porque tras desconvocar un primer intento, previsto para esa fecha, por diversos problemas, tales como la indefinición a la hora de apoyar el intento autonomista de los diputados a Cortes, se realizó la de finales de enero, tal y como es puede contemplar en el sello superpuesto a la fecha impresa. En la tarjeta aparecen ondeando, encima, la bandera española republicana, sobre la blanca y verde.
El texto aprobado en esta Asamblea, tras la parálisis sufrida por casi tres años de gobierno de las derechas de la CEDA, fue retomado en la Asamblea de julio de 1936 en Sevilla. El golpe de Estado del 18 de julio y el fusilamiento de Blas Infante en la noche del 10 al 11 de agosto de ese año impidieron, como es bien sabido, la continuación del proceso autonómico andaluz.
Manuel Hijano del Río, Profesor de la Universidad de Málaga.
Blas Infante y el 4 de diciembre del 77. Hacia su reconocimiento oficial: el Padre de la Patria Andaluza y la Fundación Blas Infante
La Fundación Blas Infante se constituyó como primera Fundación de ámbito andaluz el día 21 de enero de 1983, siendo inscrita en la Sección 1a del Registro de Fundaciones Privadas de carácter cultural con el número 1, por acta otorgada ante el Notario Rafael Leña Fernández, bajo el no 174 de su protocolo, representando María de los Ángeles Infante García a la familia de Blas Infante. Justo tres meses después, el 14 de abril, el Parlamento de Andalucía aprobó una proposición no de ley, por la que se incorporó al preámbulo del Estatuto de Autonomía la nominación a Blas Infante como “Padre de la Patria Andaluza”. Ambos hechos supusieron el reconocimiento oficial e institucional, del líder andaluz. Con anterioridad, discurrió un sexenio intenso, emotivo, radical, jalonado por un buen número de momentos en los que Andalucía marcó con nitidez su voluntad de autogobierno. Uno de esos hitos es el que conmemoramos hoy: el 4 de diciembre de 1977.
La revisión de lo sucedido tanto durante los meses anteriores de esa fecha, como los días posteriores, a través de los medios escritos, demuestra cómo la vida y obra de Blas Infante sirvieron de acicate, apoyo y reivindicación de esas demandas autonomistas. Infante se convirtió en ejemplo de vida e ideológico. Los andaluces descubrieron que las solicitudes de mayor autogobierno tenían unos precedentes intencionalmente ocultados durante la dictadura franquista. No eran algo nuevo. Además, fue una lucha por la autonomía cercenada por la inmensa injusticia del asesinato de Infante en el 36. En definitiva, en ese 4 de diciembre del 77, se empezó a construir una Historia desde Andalucía que justificaba un Estatuto de Autonomía. Veamos solo algunos datos que confirman este planteamiento:
Los meses previos a la manifestación del 4D, Blas Infante ya era parte fundamental de la campaña para concienciar a los andaluces de la importancia del momento histórico vivido y de cara al éxito de la convocatoria. Por ejemplo, la admisión de la bandera verde y blanca como la enseña de Andalucía se hace con el argumento histórico de ser la “bandera de Blas Infante”. Y ello tuvo como consecuencia que un símbolo que aún no había alcanzado el rango “oficial” de “bandera de Andalucía” fuera aceptada incluso de forma “alegal”, por algunos ayuntamientos y diputaciones para ser izadas junto a la española en sus balcones. También en la prensa de esas semanas previas, aparecieron numerosos artículos y “especiales” donde se relataban los hechos más relevantes del que después se llamó “andalucismo histórico”: el origen y explicación de los símbolos andaluces, la vida de Blas Infante, o estudios sobre el contenido de sus ideas… Ensayos y estudios realizados por historiadores, literatos, periodistas, … de diversa procedencia. Igualmente, se reseñaban ampliamente la publicación o presentación de obras sobre el andalucista. Un amplio elenco de intelectuales re-construyó una identidad andaluza ocultada y/o manipulada durante muchos años.
Por otro lado, se homenajearon en las páginas de los diarios andaluces a correligionarios de Blas Infante como Alfonso Lasso de la Vega, Juan Carretero, Ochoa Vila, Chico Ganga, Isidoro de las Cagigas, Alejandro Guichot, Hermenegildo Casas, Antonio Ariza, Leal Calderi, … e incluso, probablemente, las prisas y la escasez de documentación histórica fiable, influyeron para incluir nombres que con posterioridad se ha descubierto no tuvieron nada que ver con el andalucismo. Además, los diarios andaluces recordaron especialmente a José María Osuna, de quien se escribió en esos días: “quizá hoy nadie se acuerde de este hombre que tanto hubiera gobernado en este 4 de diciembre. Él sufrió los avatares políticos de la II República, sufrió persecución de las izquierdas y las derechas, conoció a Blas Infante, se sintió identificado con su Ideal” (ABC 3 de diciembre de 1977, p.11).
Blas Infante estuvo en la mente de todos los convocantes del 4D. Así, la familia del Padre de la patria andaluza, como gesto simbólico, y sin duda el más conocido, tuvo a bien prestar la bandera andaluza ocultada en la casa de Coria durante los años del franquismo para que encabezara la manifestación en Sevilla. La familia para ello, publicó el siguiente comunicado en la prensa: “Ante la importancia histórica de la manifestación por la autonomía para Andalucía del próximo dıía 4 de diciembre, la familia de Blas Infante quiso sumarse al pueblo andaluz, ofreciendo la bandera que él utilizara en los actos públicos y que será entregada a Alejandro Rojas Marcos, con encargo de hacerla llegar al grupo de niños que la llevarı́a a la cabeza de la manifestación. Escogimos la persona de Alejandro Rojas Marcos por ser miembro de la secretaría general del Partido Socialista de Andalucía, partido de obediencia andaluza, y por haber sido el portavoz de este partido en el primer mitin polı́tico en que se utilizó la bandera de Andalucı́a. Sin embargo, el PSA nos ha rogado que utilicemos otra vı́a, ante la actitud de los restantes partidos de no permitir la presencia de la bandera de Blas Infante, si esta llegaba a los niños a través del PSA. En consecuencia, la familia de Blas Infante, aunque no comprende esta actitud, pero aceptando la sugerencia del PSA, ha decidido que la bandera sea entregada directamente por nosotros mismos a los niños en el preciso momento de iniciarse la manifestación”. (ABC, 3 de diciembre de 1977, p. 10)
El ofrecimiento de la familia Infante fue aceptado por la Comisión Técnica sevillana pro día de Andalucía el 17 de noviembre. De esta bandera se escribió días después: “Viejos anuarios y cómodas familiares la ocultaron en los años de oscuridad, y en sus pliegues ya raı́dos está simbolizada la conciencia andalucista de la ciudad” (ABC, 3 de diciembre, p. 9).
Según el relato de la manifestación en Sevilla del diario ABC de esos días, la enseña fue portada por los niños y niñas Alberto Manuel Ruiz Campos, Clara Patricia Ruiz Campos, Francisco José de Jesús Pareja, Nicolás de Jesús Pareja, Fernando Burgos Herce, Antonio José Villadiego, Helenio Villadiego, Agustín Rodríguez, Enrique Soria, María Dolores Sánchez Candón, Amalia Sánchez Candón, Moisés Repiso, Antonio Curado, Jesús Luque, David Hurtado y Wenceslao Naranjo Infante (ABC, 6 de diciembre de 1977, p. 12). Ellos eran los hijos de, según María Infante, “los hombres que han trabajado siempre, y no solo ahora, por Andalucía, y que lo hicieron cuando escribir o hablar de nuestra tierra o de Blas Infante podía acarrearles hasta disgustos” (ABC, 30 de noviembre de 1977, p. 11).
Según esa misma fuente, al inicio de la manifestación, estos niños se agruparon entorno a la hija de Blas Infante, María Infante, quien llevaba la enseña en una bolsade terciopelo con cordones blancos. La hija de líder andaluz les dijo: “Vamos a llevar un tesoro”. La escena la contemplaron miembros de la Junta Liberalista, -Emilio Lemos Ortega, Juan Álvarez Ossorio y Barrau y José Rodríguez Escobar-, quienes portaban “imágenes” de Blas Infante en la solapa: “los niños recibieron la bandera (…) con seriedad e ilusión”.
El acto culminó con la colocación de esa bandera en el balcón del Ayuntamiento de Sevilla. Gesto que fue acogido con “un estruendoso clamor de los manifestantes” (ABC, 6 de diciembre de 1977, p. 15). Los articulistas del momento, identificaron a Blas Infante como el revulsivo del andalucismo vivido en esas semanas. Mostremos tan solo un ejemplo: “Este Día de Andalucía ha hecho que el regionalismo avance en una semana más que en diez años. Nadie niega ya la adopción común y espontánea de nuestros símbolos regionales. Se oye hablar de Blas Infante como padre de la patria andaluza que fue”. (ABC, 6 de diciembre de 1977, p. 15). En otras localidades andaluzas, como Marbella, Blas Infante fue objeto de recuerdo y homenaje ese día usando otros medios. En este caso, al término de la manifestación, desde el balcón del Ayuntamiento, se leyó un manifiesto donde se constató el reconocimiento a la lucha del político andalucista. En Málaga capital, el PSOE, el 28 de noviembre, propuso que un nieto de Blas Infante encabezara la manifestación …
Estas son unas breves anotaciones de lo que para la Andalucía de finales de 1977 supuso el descubrimiento de la vida y obra de Blas Infante. La familia del político andaluz -germen en esos días de la futura Fundación- fue el principal foco de difusión y defensa de sus ideas. Una actividad aún no estudiada en profundidad y que sirvió de estímulo, tal y como hemos pretendido demostrar, para que esa manifestación popular fuera multitudinaria, y fiel reflejo del deseo de autogobierno de los andaluces.
Manuel Hijano del Río, Profesor de la Universidad de Málaga.