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Tristeza por el fallecimiento de Salvador Távora
Desde la Fundación Blas Infante nos sumamos a la tristeza y el pesar por el fallecimiento de Salvador Távora, patrono de nuestra Fundación y persona muy querida por todos los que hemos tenido la suerte de conocerlo.
Távora, nacido el 3 de abril de 1930 en Sevilla, nos deja el mejor de los recuerdos en todo aquello que hizo por su querida Andalucía. Y como patrono de la Fundación, la huella imborrable de quien puso lo mejor de sí mismo para que el legado del Padre de la Patria Andaluza y la identidad y el ser andaluz fueran más universales si cabe.
Nuestro ánimo y cercanía a sus familiares en estos momentos.
Presentación en el Ateneo de Sevilla
Este pasado día 5 de febrero tuvo lugar en la sede del Excelentísimo Ateneo de Sevilla, la presentación del libro de Manuel Ruiz Romero «El bulo sobre el complot de Tablada», Premio Memorial Blas Infante 2017.
El acto, que estuvo presidido por el Vocal de Geografía e Historia del Ateneo sevillano, Juan Ortiz, contó con la presencia del Vicepresidente de la Fundación, Javier Delmás, y de Javier Aroca del CEntro de Estudios Andaluces.
El libro puede ser adquirido desde esta misma web en el apartado de Publicaciones.
Verdad y Justicia Para Blas Infante y Caparrós
Blas Infante, cuyo aniversario de nacimiento se cumple el 5 de julio, tenía 51 años cuando fue asesinado en Sevilla la noche del 10 de agosto de 1936 en el kilómetro cuatro de la carretera de Carmona. Manuel José García Caparrós tenía 18 años cuando lo mató una bala durante las históricas manifestaciones del 4 de diciembre de 1977. Ocurrió en Málaga, en los alrededores de la única Diputación andaluza en la que se había prohibido izar la verdiblanca. Sin duda, una provocación, como lo demuestra la imagen del joven Trinidad Berlanga escalando por su fachada con una arbonaida en las manos para intentar ponerla en el balcón. No le dejaron. Guardias civiles y policías, junto a miembros armados de Fuerza Nueva, comenzaron poco después a disparar, parece que por orden directa del gobernador civil. Una bala hirió en el brazo al adolescente Miguel Jiménez Ruiz. Y otra, del calibre 9mm, como las que usaba la Policía Armada, acabó con la vida de Caparrós. Aunque se abrió una investigación, nunca hubo el menor interés en determinar los culpables: incluso el proyectil fue limpiado con acetona. Pocos días después, el 12 de diciembre de 1977, otra bala asesina acabó con el joven Javier Fernández Quesada a consecuencia de los disparos indiscriminados de la Guardia Civil en el Campus de la Universidad de La Laguna. Ambas muertes provocaron que el 20 de diciembre de 1977 se abriera con urgencia en el Congreso una Comisión de Investigación, entonces llamadas “de Encuesta”. La causa judicial sobre la muerte de García Caparrós fue archivada en 1985, al no haberse podido determinar los responsables penales. Inexplicablemente, la Comisión de Encuesta también se cerró sin responsables políticos. En ella declararon más personas que durante el proceso judicial. Ninguna mujer, por cierto. Algunas de las actas de aquellas sesiones son públicas. Pero no las del 13 de enero, 29 de junio y 9 de noviembre de 1978. ¿Por qué? ¿Qué esconden esas actas?
Recientemente, la familia de García Caparrós solicitó al Congreso de los Diputados tener acceso a las mismas, para lo que hubiera bastado el acuerdo mayoritario de la Mesa, conforme al Reglamento vigente. Sin embargo, en reunión celebrada hace pocos días, el 18 de mayo de 2017, la Mesa de la Cámara negó el derecho humano a conocer la verdad amparándose en el Reglamento provisional y preconstitucional que regulaba aquellas Comisiones, hoy inexistentes, el cual consideraba sus sesiones “secretas en todo caso”. La decisión de los diputados se parapeta en un informe de la Dirección de Documentación, Biblioteca y Archivo de la Cámara que califica como secretas aquellas sesiones pero sólo hasta su dictamen, aprobado en noviembre de 1978. En consecuencia, nada impide que pueda ser público o, cuando menos, consultado por los diputados que lo deseen, previo acuerdo de la Mesa. Justo lo que se ha prohibido tras 40 años de democracia.
Más de cuarenta años separan los asesinatos de Blas Infante y Manuel José García Caparrós. Más de cuarenta años tuvimos que esperar, desde su muerte, para pronunciar el nombre de Blas Infante en libertad. Algo más tiempo transcurrió hasta que el Parlamento de Andalucía lo reconociera como Padre de la Patria Andaluza. Y también tuvieron que pasar cuarenta años desde su muerte para que la Junta de Andalucía nombrase Hijo Predilecto a Manuel José García Caparrós. Pero ya no queremos esperar ni un día más para que el Congreso de los Diputados declare ilegal la sentencia infame que condenó a Blas Infante después de muerto y para que haga públicas las actas de la Comisión de Investigación sobre el homicidio del joven malagueño. Porque ambas negativas son un desprecio a lo que une a Blas Infante y García Caparrós: Andalucía, y a lo que une a estos con tantas otras víctimas de los enemigos de la democracia. Para todos ellos es necesaria la reivindicación de verdad, justicia y reparación.
Por todas estas razones, la Fundación Blas Infante ha acordado apoyar la reclamación de la familia García Caparrós y solicitar que se levante el veto político sobre las actas de las sesiones de la Comisión que investigó su asesinato.
Fundación Blas Infante
*Artículo publicado en Diario de Sevilla el 5 de julio de 2017 y otros diarios andaluces.
La Fortaleza Andaluza en el Medio Rural
Es una inyección de alegría llegar a un territorio y que sus vecinos se sientan orgullosos del mismo. La fuerza de la estima, de la identidad, de la pertenencia entre una tierra y la gente que la ayuda a mantenerse viva es uno de los mejores estímulos. Es una reflexión y pensamiento que aparece en diversas ocasiones en el pensamiento de Blas Infante.
El mundo rural andaluz ha sido, sigue siendo un ejemplo de ello y precisamente en esta identificación y compromiso de los andaluces con su tierra reside gran parte de la grandeza del pueblo.
Pude comprobarlo hace unos días en Martín de la Jara, lugar donde nos reunimos un amplio grupo de jareños, andaluces, compañeros, amigos a rendir un sentido homenaje a la figura de Carlos Cano quien tuvo una estrecha vinculación con este municipio y las luchas que durante varios años se produjeron y que hicieron de esta comarca un lugar destacado en las reivindicaciones jornaleras de los años 70. Fueron, siguen siendo un gran ejemplo a seguir del que debemos sentirnos orgullosos, como rápidamente pudo comprobar el propio Carlos Cano.
En el homenaje participaron varios andaluces y andaluzas, entre los que nos encontrábamos Isidoro Moreno y yo mismo como patronos de la Fundación Blas Infante, cuyas intervenciones mostraron la vigencia de las reivindicaciones de hace casi cuarenta años, que recordaron que las motivaciones de Carlos Cano siguen hoy más vigentes que nunca.
Y como muestra, valga un ejemplo para todos aquellos que saben que la situación del campo andaluz y la lucha de sus trabajadores, de sus habitantes, de todos los que le dan vida de manera diaria sigue vigente.
Algunos propietarios quisieron, hace cuarenta años, cambiar el uso de propiedades agrícolas. Muchas de ellas olivareras, querían transformarlas en producciones cerealísticas, cuestión que las hacía más rentables. Sin embargo, el cereal requiere muchos menos jornales y tareas que el cultivo del olivar. Así, el cambio de cultivo llevaba al paro y a la miseria a centenares, quizás miles de jornaleros. Se opusieron con todas sus energías.
Los propietarios, firmes en su decisión, optaron en algunos casos por arrancar los olivos en el refugio de la noche, para evitar ser vigilados. Los jornaleros en turnos de vigilancia localizaban también de noche a quienes intentaban arrancar olivos y los buscaban para pararlos.
Esta situación la recoge Carlos Cano en su canción el Día de San Martín, haciendo poema una situación durísima. Tanto como la que hoy vivimos.
– ¿A dónde va la luna por los trigales?
– A pedir que no arranquen más olivares.
Que me dan alegrías y me quitan hambres,
y en diciembre me alivian las penas, madre.
Y el día de San Román una ventana s’abrió
y apareció en la mañana verde y blanca la color.
¡Ay que me diga que sí!… (que no me diga que no).
Desde Almería hasta Huelva
tiembla un suspiro de amor.
Los niños juegan, el sol se va
y en los alcores se oye el cantar:
– ¿A dónde va la rosa por los rosales?
– A decirle a la luna tengo un amante.
¡Un amante en la Sierra de labios tiernos
que es de La jara madre, y es jornalero!
Francisco Casero Rodríguez.