Buenos días, autoridades, señoras y señores, amigos todos.

Hoy 10 de agosto, como venimos haciendo ininterrumpidamente los últimos 41 años, nos encontramos de nuevo en este lugar para conmemorar el 86 aniversario del asesinato de Blas Infante, junto con otros compañeros al igual que el, procedentes de la prisión provisional que el ejército golpista de Queipo de Llano había establecido en el cine Jáuregui de la sevillana Puerta Osario, donde Infante pasó sus últimos días desde su detención en su casa de Coria del Río el 2 de agosto de 1936.

Deseo agradeceros vuestra asistencia y sobre todo el cariño y el respeto con el que tratáis la memoria y el legado de Blas Infante.

Quiero iniciar mi intervención con un emotivo recuerdo para todos los miembros del Patronato de la Fundación Blas Infante que por diversos motivos no nos pueden acompañar en fecha tan señalada, o que ya no están entre nosotros como es el caso de Pedro Ruiz Berdejo, tantos años vicepresidente de nuestra Fundación y que nos dejó hace unos algunos meses. Vaya desde aquí nuestro más respetuoso recuerdo.

Quiero insistir en que esta convocatoria que anualmente organiza la Fundación Blas Infante es abierta; no es partidista, ni tampoco institucional y hacemos un llamamiento a colectivos, entidades y particulares, para que pueda ser en la mas amplia medida posible un homenaje a Blas Infante, en el que nadie pueda sentirse excluido, ni siquiera los que cobardemente escondidos en determinadas redes sociales tratan de manipular y difamar su legado y su memoria. Aquí estamos por si necesitan algún tipo de aclaración.

Blas Infante, fue el primero que comprendió la historia de Andalucía, a partir de la historia de una nación propia, nunca como miembro de un pais conquistado, sino como un todo en sí, por lo que consideraba necesario asumir una previa toma de conciencia y afirma: Los andaluces tenemos que acostumbrarnos a no sentirnos agraviados permanentemente. Debemos sentir la tremenda responsabilidad que como andaluces tenemos y esa será nuestra gran fuerza.

En su lucha permanente por regenerar Andalucía, trata de crear una conciencia andaluza, dar a conocer el brillante pasado de esta tierra y fortalecer el espíritu andaluz.

Con la obra cultural y política de Blas Infante se podrá discrepar, pero no se puede negar la ejemplar dedicación de su vida a la entonces dificilísima tarea de buscar la identidad de un pueblo tan complejo y heterogéneo como el andaluz en el que siempre creyó.

Cuando hablaba de lo que Andalucía tenía que hacer por sí misma, se refería a un ambicioso impulso interior y exterior. Lo explicaba con absoluta claridad en un texto escrito en 1921, con estas palabras llenas de generosidad y visión de futuro: “El fin de la existencia de un pueblo es engrandecerse por sí, por el propio esfuerzo y dolor, pero no para sí, sino para la solidaridad entre los hombres y los demás pueblos”.

Para nosotros Blas Infante nunca morirá. Entre la vida y la muerte de este hombre hay una historia apasionante elaborada entre las esperanzas y los fracasos. Una historia que recorre en el tiempo las evoluciones ideológicas de un hombre incomprendido en su momento y la soledad que le acompañó durante largos periodos.

La vida de Blas Infante está indisolublemente unida al devenir de la época en Andalucía, es más, es un pedazo de su historia. Toda su trayectoria vital es un compromiso ético con Andalucía y con la justicia, truncada a una edad temprana. 51 años, dejando una viuda con 45 años y 4 hijos pequeños. La hija mayor tenía 8 años

En contra de la intención de quienes perpetraron aquella infamia, tal día como hoy 86 años atrás, en este recodo de la vieja carretera de Carmona, es hoy una cita anual con la vida, no con la muerte y un grito de esperanza y no de silencio como algunos pretendían y otros pretenden hoy.

Por todo ello, este lugar debe convertirse en lanzadera de las aspiraciones andaluzas y esta conmemoración en un nuevo y apasionante desafío, porque Blas Infante sigue vivo entre nosotros y la huella que significó su vida y en especial su gesto ejemplar en el trance supremo, pervive en las aspiraciones y exigencias de nuestro pueblo y en sus ansias de liberación, de cultura y de progreso.

Permítanme finalizar con las palabras que Blas Infante improvisó y que sirvieron de homenaje, a nuestra bandera verde, blanca y verde, tras izarla en el Ayuntamiento de Cádiz el día 13 de julio de 1936 y que parecía una premonición del inminente golpe militar:

“La bandera andaluza, símbolo de esperanza y de paz que aquí hemos izado esta tarde, no nos traerá ni la paz ni la esperanza ni la libertad que anhelamos si cada uno de nosotros no la lleva ya plenamente izada en su corazón. Bueno está el símbolo airoso que ahora ondea al viento, pero tengamos cuidado no vaya a venir un huracán y se lleve no solo al símbolo, sino a nosotros, por eso la debemos velar permanentemente, como si estuviera en un templo, a la presencia de nuestros sentimientos, con ansia de quererla como representación del afán de amor para nosotros mismos, para España y la Humanidad»

Con un especial y emotivo recuerdo para todos los que por sus ideas y oposición a la sublevación militar de aquel infausto 18 de julio, fueron represaliados y de forma muy especial a los fusilados con Blas Infante en este mismo lugar.

Muchas gracias.

VIVA ANDALUCIA LIBRE

 

Hermanas andaluzas y hermanos andaluces, es para mi un honor intervenir en este acto con el que la Fundación Blas Infante, año tras año, convoca a todas las personas andaluzas de conciencia en recuerdo del impune asesinato de Blas Infante por haberse atrevido a reclamar paz y esperanza bajo el sol de nuestra tierra.

Una paz que, a diferencia de los que hoy, en un desvergonzado ejercicio de cinismo, llaman a la guerra para supuestamente preservarla, él entendía solo posible a través de la lucha por la consecución de la igualdad y la libertad de todos los seres humanos, individualmente, y de todos los pueblos, colectivamente.

El grito de Viva Andalucía Libre, banalizado por quienes no creen en Andalucía cuando, forzados por el protocolo institucional, se ven obligados a repetir rutinariamente la letra del himno que él compusiera, constituye toda una declaración revolucionaria. Grito que tiene el mismo significado que el que elevara José Martí llamando a la lucha por la liberación del pueblo cubano del mismo poder opresor que el que soportaba y continúa soportando Andalucía.

Libertad que, a diferencia del significado que le dan los que hoy pretenden secuestrarla, cargado de egoísmo, individualismo y consumismo, no puede existir si no es compartida, si no es comunitaria, si no está basada en la igualdad y la justicia que establezcan las mismas posibilidades de ejercerla para quienquiera que sea la persona, independientemente de la clase, el sexo, las creencias o cualquier otra categoría social a la que sea adscrita. Por lo tanto, la libertad sin soberanía, sin la capacidad de decidir, sea esta individual o colectiva, es una falacia.

Una persona o un pueblo no serán nunca realmente libres si no pueden decidir sobre ellos mismos y su futuro de manera real y efectiva. Esto es lo que dota a la palabra libertad de todo su más profundo y verdadero contenido.

Blas Infante, al mostrarnos que conseguir la libertad por parte del pueblo andaluz es el objetivo fundamental para lograr su emancipación, fue un revolucionario. Un revolucionario que entendía la revolución en su auténtico sentido de transformación radical de situaciones injustas, en las que las mayorías sociales y los pueblos se encuentran sometidos y de las que necesitan liberarse para poder ser ellos mismos.

Un revolucionario de nuevo cuño que, a diferencia de otros como el propio Martí, antes de él, o de Ernesto Che Guevara o Malcom X, más tarde, y adelantándose a revolucionarios posteriores, como Mahatma Gandhi, Martin Luther King o Nelson Mandela, siempre entendió que debía producirse por vía pacífica, por muy justo y legítimo que pueda ser el recurso a la fuerza para hacer frente a la violencia sistemáticamente ejercida por el opresor.

Pacifismo, señalado por él como uno de los rasgos esenciales de la cultura del pueblo andaluz, que, como él nos demostró con su propia vida y actuación, no debe entenderse como pasividad ni conformismo, ni tiene que estar reñido con la firmeza y la determinación.

Quizás sea este espíritu revolucionario que inspira su pensamiento y su visión de la liberación de Andalucía lo explique la animadversión que despertaba y despierta en quienes, incluso apropiándose del magro fruto de la lucha del pueblo andaluz por su autonomía, tratan de manchar su memoria o, lo que casi es peor, porque no ofende quien quiere sino quien puede,

trivializar su figura y su obra, intentando vaciarla de esa significación revolucionaria que cuestionaba y cuestiona de manera contundente lo que los defensores del orden establecido consideran “estado natural de las cosas” en el que Andalucía debería seguir ocupando sumisamente la posición de territorio colonizado, subalterno y dependiente.

En un tiempo oscuro en el que parece que todo se derrumba, en el que los pocos avances conseguidos en derechos individuales y colectivos están en riesgo cierto de perderse; de profunda crisis cultural y de valores, en el que la lógica del mercado penetra hasta lo más profundo de nuestras vidas, haciéndonos seres cada vez más egoístas e insolidarios, es cuando más necesario se hace reivindicar la luz del pensamiento revolucionario de Blas Infante.

Reivindicación que, para quienes mantenemos su memoria y seguimos siendo inspirados por sus obras, tiene que ser activa.

Debemos, pues, sobreponernos al desánimo, la melancolía y el adocenamiento a los que la actual situación nos puede empujar, y asumir, cada quién en la medida de sus posibilidades y capacidades, esa acción pedagógica que proponía Infante como la metodología para poder lograr dicha transformación revolucionaria de los espíritus y de las conciencias, sobre los que puedan generarse las condiciones materiales para el establecimiento de una auténtica sociedad humana basada en los principios de la justicia, la igualdad, la libertad, la fraternidad y la solidaridad entre todas personas y entre todos los pueblos.

Es este el sentido de las siguientes palabras con las que Blas Infante, en el Manifiesto de las Juntas Liberalistas de 1931, en circunstancias desgraciadamente no tan diferentes de las actuales, nos llamaba a levantarnos:

Cuando la muda y terrible interrogación del hambre jornalera, escándalo del mundo, se proyecte sobre España, como una trágica y secular acusación, no recibid limosnas gubernamentales de mayor o menor cuantía, las cuales resienten a nuestra dignidad; no ingerir en sustitución de derechos efectivos, informes burocráticos y promesas de solución. Levantaos: tomad vuestra tierra. 

Palabras que hoy adquieren un renovado valor cuando, a la situación de los actuales jornaleros agrícolas o de la hostelería, sobre cuya explotación sigue sustentándose buena parte de la economía en nuestra tierra, se añaden todas aquellas personas empobrecidas y excluidas que constituyen ese más del cuarenta por ciento de la población andaluza en situación de pobreza o en riesgo de verse en ella debido a la precarización a la que conduce el modelo económico depredador que se nos impone.

Para enfrentar esta inaceptable situación nos hace falta un Blas Infante vivo que, con su pensamiento y su ejemplo, vuelva a impulsar la lucha por la liberación de nuestra tierra, hasta sus últimas consecuencias.

Recordemos las palabras que pronunciara poco antes de su vil asesinato:

«No os rebajéis más pidiendo la libertad”

para afirmar que la auténtica libertad es la que se alcanza por la decisión de un pueblo, no por concesión graciosa de los que se la tienen secuestrada y se benefician de ello.

Este es, este debe ser, por respeto a su memoria y a su ejemplo, el auténtico sentido de nuestras palabras y de nuestro compromiso al proclamar nuestro lema:

¡Viva Andalucía Libre!

Hermanas y hermanos andaluces:

Aquí, tal día como hoy, asesinaron a Blas Infante. Y aquí, cada 10 de agosto, volvemos para que no se olvide esta infamia, y para que nadie se atreva a repetirla y matar nuestro futuro. Lo hacemos en un acto libre, sobrio, abierto, plural y ciudadano, organizado por la Fundación que lleva su nombre y que custodia su legado, sin más protocolo que el silencio y el respeto que merecen los que dejaron la vida antes de tiempo. Porque en esta misma tierra y bajo este mismo cielo, no sólo mataron a Blas Infante, un hombre bueno que aspiró a liberar al pueblo andaluz como liberaba a los pájaros de sus jaulas. También asesinaron al que fuera alcalde de Sevilla, José González Fernández de La Bandera; al diputado socialista, Manuel Barrios; al masón Fermín Zayas; y al teniente alcalde del Ayuntamiento de Sevilla y militante de Unión Republicana, Emilio Barbero Núñez. Todos arrojados a una fosa común pero no al olvido, como tantísimas personas inocentes en Andalucía. Sólo en las provincias de Córdoba, Sevilla, Huelva y Cádiz hay más represaliados por el franquismo que en las dictaduras chilena y argentina juntas. Cada vez que los nombramos, viven y cobra más fuerza el grito con el que Blas Infante apostilló rebelde cada uno de los disparos que causaron su muerte: ¡Viva Andalucía Libre!


Hemos venido aquí a recordar los recuerdos que no tuvieron. Cada uno de nosotros conserva en el desván de su corazón el gozo que sentimos al contemplar los ojos nuevos de nuestra hija recién nacida; el temblor que nos recorrió el cuerpo al besar por vez primera a la persona que amamos; la desazón al apretar la mano de nuestra madre para impedir que se aleje de nuestro lado como una cometa con el hilo roto. Blas Infante, no. Ellos no. Sus recuerdos se quedaron por hacer, porque sus vidas se quedaron por vivir. Blas Infante no pudo recordar el día que sus hijas se casaron porque sus asesinos hicieron de su traje una mortaja. Blas Infante no pudo ver a sus nietos porque sus ojos siguen clavados en la tierra, huérfanos sin sus gafas. Blas Infante no pudo despedirse de su esposa porque le negaron el derecho al último abrazo antes del adiós definitivo. A Blas Infante le faltan los recuerdos de la vida que no pudo vivir porque fue asesinado. Y a su hijo y a sus hijas les falta el recuerdo del entierro digno de su padre. Un hombre digno como todas las víctimas del franquismo. Lo indigno es que un Estado como el nuestro se haya construido sobre sus huesos. Y que muchos de sus familiares hayan muerto sin el recuerdo de haberse hecho justicia.


Hace poco más de un mes, también fueron arrojados a una fosa común los migrantes que murieron al saltar la valla de Melilla. Se cuentan por miles los que dormirán para siempre en la fosa común del Mediterráneo o del Atlántico, al hundirse las pateras con las que intentaban llegar a una tierra nueva donde fabricar nuevos recuerdos. Ninguno de ellos podrá contar a los suyos de qué color eran los amaneceres más allá del horizonte. Ninguna de ellas podrá amamantar a los hijos que no tuvieron. Ninguno de ellos pudo decirnos su nombre y ninguno de nosotros podrá recordarlo. Decía Blas Infante que en Andalucía no hay extranjeros. Que si me visitas, me sentirás tu huésped, y te sentirás tú, dueño de mi casa. Y es así porque nuestra alma es universal y se entiende en la misma lengua con cualquier alma que venga a dormir a nuestra cama. No somos andaluces por ser hijos de andaluces. Ni siquiera somos andaluces por nacer en Andalucía. Somos andaluces porque hemos decidido libremente serlo. Y quienes murieron al intentar cruzar la calle de agua, también querían ser andaluces como tú y como yo. En muchos casos, para ganarse la vida de manera indigna en los surcos y en los andamios. No para morir de manera indigna y sin recuerdos en una fosa cubierta de tierra o de agua.
Recordarlos también es recordar la memoria reciente de nuestro pueblo. De los jornaleros de entonces y los de ahora, sean camareros, becarios, limpiadoras de hotel o cuidadoras. De los que se llamaban Curro o Lola y de los que se llaman Mohamed o Zaida. El color de la sangre y del sudor nos hermana. De aquellos que tuvieron que emigrar a Cataluña o Alemania con la memoria de su pueblo grabada a fuego en la lengua y en los ventrículos, igual que hoy emigran nuestros jóvenes con másteres en la maleta para ganarse la vida lejos de la Andalucía que aman. Tan andaluces son los que se van como los que vienen. Y unos y otros tienen derecho a elegir libremente su presente, aquí, sin tener que renunciar a que sus recuerdos huelan a romero y hierbabuena.


Hemos venido a recordar los recuerdos que no vivió Blas Infante. A recordarle que seguiremos luchando por los sueños que sí soñó. Que nos sentimos orgullosos y orgullosas de ser andaluces porque así lo hemos querido, de nuestra bandera, de nuestro himno, de lo que hemos conseguido y de lo mucho que nos queda por conseguir. Pero, por encima de todo, hemos venido aquí para que cada flor que depositemos al pie de su estatua sea nuestra manera de comprometernos por una Andalucía más libre y solidaria, rindiendo memoria a cada una de las personas que emigraron de esta vida porque lo mataron, o porque no pudieron alcanzar nuestra orilla, o porque tuvieron que marchar de Andalucía como hicieron sus abuelos y abuelas. Hemos venido aquí para recordar, frente a quienes quieren que olvidemos, el grito que Blas Infante nos dejó escrito en el aire para que hoy lo empuñemos con la garganta: ¡Viva Andalucía Libre!

El asesinato de Blas Infante en la noche del 10 al 11 de agosto de 1936 en Sevilla, no solo supuso una pérdida irreparable para la Andalucía democrática, constitucional y republicana, sino también, como es obvio, para su familia: su esposa y sus hijas (Luisa, María Angeles y Alegría) e hijo (Luis Blas). Al inmenso dolor emocional y afectivo, se le unieron grandes dificultades económicas. María Angustias, la viuda, tuvo que asumir completamente sola el mando de una casa. Un enorme esfuerzo añadido al dolor del asesinato cruel e impune de su marido.

En ese contexto, solo un mes después del crimen, el 13 de septiembre de 1936, María Angustias tuvo que firmar un contrato de arriendo con Salvador González Lamas de las tierras adyacentes a la Casa de Coria del Río para conseguir unos ingresos. Este documento, contenido entre sus manuscritos y anotado con la inscripción de la mano de su biógrafo Enrique Iniesta como AIZ, incluye quince cláusulas como la de otorgar la vigilancia de la finca -recordemos que aún están en plena Guerra Civil-, así como el cultivo y cuidado de naranjos, manzanos, olivos, hortalizas, una vaca -Garbosa-, una becerra -Princesa-, algunos cerdos, colmenas y cinco conejos. Además, se añaden al acuerdo diversos aperos de labranza.

El texto finaliza con la firma de Salvador González y la de “María Angustias García de Infante” (sic).

Manuel Hijano del Río.

 

Buenos días, autoridades, señoras y señores, amigos todos.

Hoy 10 de agosto, se cumplen 85 años del asesinato de Blas Infante en este lugar, en el que vosotros fieles a este día que ya es tradición y herencia compartida, nos volvemos a reunir como lo venimos haciendo ininterrumpidamente los últimos 44 años, para recordar al Padre de la Patria Andaluza y su hombría de bien, para continuar su obra y reiterar nuestro compromiso con Andalucía.

Esta convocatoria que anualmente realiza la Fundación Blas Infante es abierta; no es partidista, ni tampoco institucional.

Hacemos un llamamiento a colectivos, entidades y particulares, para que pueda ser en la más amplia medida posible un homenaje a Blas Infante, en el que nadie pueda sentirse excluido.

Aquí estamos de nuevo, para reivindicar que Blas Infante sigue siendo punto de referencia e irradiación para los andaluces y para subrayar una vez más que aquí recibió un renovado impulso la historia y el futuro de nuestro pueblo.

En contra de la intención de quienes perpetraron aquella infamia en este recodo de la vieja carretera de Carmona, es hoy una cita anual con la vida, no con la muerte y un grito de esperanza y no de silencio como algunos pretendían.

Cada paso que se vio obligado a dar aquella noche Blas Infante, era un paso adelante que daba Andalucía y su proclama final de Viva Andalucía Libre, libre de la incultura, del atraso y de la marginación, ha sido desde entonces un estímulo fundamental para la redención de Andalucía, valga para ello su afirmación en su libro La Verdad sobre Complot de Tablada y el Estado Libre de Andalucía: ANDALUCIA JAMAS FUE ESPIRITUALMENTE UN PUEBLO SERVIL. FUE CREADO POR LA NATURALEZA PUEBLO DE ESPIRITU SEÑOR.

Este lugar debe convertirse por tanto en lanzadera de las aspiraciones andaluzas y esta conmemoración en un nuevo y apasionante desafío, porque Blas Infante sigue vivo entre nosotros y la huella que significó su vida y en especial su gesto ejemplar en el trance supremo, pervive en las aspiraciones y exigencias de nuestro pueblo y en sus ansias de liberación, de cultura y de progreso. Recordemos sus palabras a los acompañantes de este último viaje, momentos antes del fusilamiento.

“NI AUN QUITANDOOS LA VIDA PODRAN QUITAROS LA LIBERTAD. NO OS REBAJEIS MAS PIDIENDO LA LIBERTAD, LIBRES SOIS SI MORIS POR AQUELLO EN QUE HABEIS CREIDO”

Blas Infante nos recordó que los andaluces, no estaban destinados a ocupar un lugar secundario o marginal, ni una posición dependiente y desprovista de esperanzas. Sus escritos, sus investigaciones, su continuo hurgar en las raíces y en la identidad de Andalucía, le llevó a la conclusión de que podíamos y debíamos aspirar a otras metas. Para ello consideraba necesario asumir una previa toma de conciencia y afirma;

Los andaluces tenemos que acostumbrarnos a no sentirnos agraviados permanentemente. Debemos sentir la tremenda responsabilidad que como andaluces tenemos y esa será nuestra gran fuerza.

La voz – el programa- de Blas infante, no fue un simple instrumento de partido o de gobierno. Fue mucho mas: una ética de la convivencia y una esperanza de justicia para su pueblo andaluz, en la existencia de ese pueblo andaluz en el que siempre creyó RECONOCEMOS A ANDALUCIA COMO UNA PATRIA VIVA EN NUESTRAS CONCIENCIAS y en la posibilidad de su liberación del subdesarrollo y la dominación política y puso lo mejor de su energía intelectual y de su vida al servicio de ello.

Un hombre, un esfuerzo, una teoría, un movimiento andaluz, por eso, cuando la descarga ahogó el grito de !Viva Andalucía Libre¡, el esperaba que por cada gota de sangre derramada nacerían nuevas fuerzas para la libertad y autonomía del pueblo andaluz.

Deseo un especial y emotivo recuerdo para todos los que por sus ideas y oposición a la sublevación militar de aquel infausto 18 de julio, fueron represaliados y de forma muy especial a los que cayeron asesinados junto a Blas Infante en este mismo lugar.

Quisiera terminar con un recuerdo emocionado para María de los Ángeles Infante y Pedro Ruiz-Berdejo, presidenta y vicepresidente desde primera hora de la Fundación Blas Infante, que por razones de edad no pueden estar en este acto como sin duda desearían, así como a los 2 patronos de la Fundación fallecidos recientemente: Manuel Herrera Rodas y Manuel Clavero Arévalo.

Permítanme que finalice con el texto que el profesor Clavero dedica al Padre de la Patria Andaluza en su libro El Ser Andaluz “Con su muerte y con su obra vivificó a Andalucía, porque todo movimiento autonomista, requiere un padre de la patria”

Muchas gracias.

¡Viva Andalucía Libre!

 

Educación y Blas Infante. Claves para hoy.

En primer lugar, quiero agradecer la invitación a participar, con estas palabras, en este acto de recuerdo del asesinato de Blas Infante en la noche del 10 al 11 de agosto de 1936. Como investigador y docente, desde 1989, pretendo conocer la figura del nombrado por unanimidad por el Parlamento de Andalucía como Padre de la Patria Andaluza y es, por ello, un honor estar aquí. Representa un momento inolvidable y muy emocionante. Muchas gracias.

Como nos dijo Isidoro Moreno, en este mismo lugar, hace dos años, este es un acto para reivindicar y rememorar. Este es un acto para acompañar el recuerdo con la crítica. De mirar y aprender de la Historia, pero sin que la Historia sea un obstáculo para tener un futuro. Para que no nos amputen la memoria, porque, como bien dice Antonio Manuel, “dejaríamos de ser lo que somos”.

La Fundación Blas Infante lleva cuatro décadas organizando este acto. Unas veces, en colaboración con el Gobierno Andaluz y, en los últimos años, creo que acertadamente, en solitario, pero acompañada de numerosos colectivos representantes de la vida institucional, cívica y política y personas procedentes de multitud de lugares.

Probablemente, hace cinco o seis años atrás, este sería un momento más de afirmación andalucista inserto en esa larga trayectoria. Pero hoy, cuando ya estamos culminando el primer cuarto del siglo XXI, la situación ha cambiado. Y mucho.

Ha cambiado porque hemos observado atónitos cómo la bandera que detuvo a Infante en su casa de Coria ese fatídico 2 de agosto de 1936, ha ondeado en un despacho de nuestro Parlamento.

Porque hoy, el fascismo pretende ridiculizar al andaluz de Casares con el insulto que como sabemos, es el argumento del ignorante.

Porque hoy, el fascismo se pone nervioso ya que la televisión andaluza y la Fundación Blas Infante van a mostrar, con seriedad y rigurosidad, la Historia de Andalucía escrita desde Andalucía, como hizo Juan Antonio Lacomba; y ahí, amigas y amigos, ellos no salen muy bien retratados. El asesinato que rememoramos hoy es un buen ejemplo.

Por ello, insisto, considero que es tan importante, o más, estar aquí y ahora, como lo fue en los años de la Transición Democrática. Recordando y reivindicando.

Como docente y pedagogo, mi intención es expresaros, a través de estos párrafos, cómo Infante, defiende una educación para Andalucía. Y creo oportuno hacerlo cuando se cumplen cien años de la publicación de dos libros suyos muy relacionados con la enseñanza: La Dictadura Pedagógica y Cuentos de Animales. Y también porque considero necesario reconocer esa faceta del casereño.

Ahora bien, no pretendo dar una extensa conferencia sobre el asunto. Solo quiero hablar desde las propuestas educativas de Infante, mostrar algunas claves del pasado, pero inspiradoras, “útiles”, dirían algunos, para nuestro andalucismo en 2021.

Blas Infante vive unos años en los que la Pedagogía adquiere una gran repercusión. En esas décadas, hay ejemplos de pedagogas, muchas aún ocultas, y pedagogos que intentan remediar el desastre de la España de inicios del siglo XX con la transformación del sistema educativo.

Conocemos los casos de Carmen de Burgos, Rosa Sensat, María de Maeztu, la Institución Libre de Enseñanza (ILE) y Giner de los Ríos, o la experiencia de Ferrer i Guardia de la Escuela Moderna, las Escuelas del Ave María manjonianas, entre otros.

Infante, como esos personajes, también ubica la pedagogía como pilar fundamental del andalucismo. Llega a defender una sociedad donde los “Gobernantes sean Maestros: Estado que sea escuela. Política que sea arte de Educación”.

Para él, en pocas palabras, la educación es la vía de la liberación de la Andalucía explotada. Lucha por la formación del jornalero, y abre centros andaluces a modo de ateneos populares para dar charlas, conferencias, publicar revistas y libros, exposiciones, … en un buen número de municipios.

Tres son los puntos sobre los que giran sus propuestas en esta materia y que aún continúan vigentes.

En primer lugar, la importancia de la educación y la formación. Infante considera necesario formar al jornalero para convertirlo en agricultor. Hacerlo propietario de la tierra que trabaja y con los conocimientos técnicos necesarios. Y es, en ese tránsito, cuando el agricultor asume la conciencia. La Educación se convierte en el instrumento regenerador de la Andalucía campesina: “una acción de pedagogía social, ordenada al desarrollo de la conciencia colectiva”, escribe en su momento. Y añade: “No hay otro medio que la educación para que la verdad llegue a apoderarse del sentimiento, convirtiéndose en voluntad: hasta que la idea se transforme en deseo, y se funda con el querer”.

Es muy crítico con el sistema educativo de ese momento. Llega a sostener en uno de sus manuscritos que “el hombre es un niño encerrado en la cárcel de la educación”. Casares, Archidona, Málaga y Granada, son los escenarios de su formación primaria, secundaria y universitaria, respectivamente. Allí observa las “escuelas como cuadras” y la “bárbara pedagogía”.

Pero a pesar de ello, defiende la necesidad de una escuela pública andaluza: “El Poder público es evidentemente, el encargado de guiar la realización de políticas (…) de educación”. En Manifiestos, artículos y manuscritos se muestra a favor de una educación gratuita y obligatoria en los primeros “grados”, y con enseñanzas profesionales también dirigidas a toda la población, donde no haya diferencias entre hombres y mujeres.

Este es un mensaje de enorme actualidad para la Andalucía de hoy. Un siglo después de estos textos, hay que seguir defendiendo la educación.

Si a las élites del siglo XIX les parecía un peligroso disparate que existiera un sistema educativo público, con una etapa obligatoria desde los 6 a los 9 años, donde se enseñara a leer y a escribir, las cuatro reglas de aritmética y la Religión, y, además, para colmo, también a las niñas; hoy, esas ideas se disfrazan con mensajes actualizados, pero con intenciones muy antiguas.

Esos discursos afirman, sin ningún rigor, la escasa “utilidad” o necesidad de más formación de nuestros jóvenes andaluces. Consideran un problema que estudien “por encima de sus posibilidades”, o defienden eso de la “sobrecualificación”.

Sin embargo, hemos de saber que, en todo el Estado, no se abre una universidad pública desde hace 24 años -la última la Pablo de Olavide en 1997-. Pero eso sí, desde entonces se han abierto 21 universidades privadas.

Mientras tanto, el Ayuntamiento de Málaga pretende alquilar -cesión demanial, dicen- suelo público a dos empresas dedicadas a dar títulos superiores, a las que les llaman universidades privadas, a cuatro euros el metro cuadrado al mes, en una zona donde su valor medio es el triple.

Mientras tanto, en Andalucía, para el próximo curso, se cierran 529 aulas públicas de educación primaria y educación infantil. Dicen que es por el descenso de la natalidad. Sin embargo, se olvida que podría ser una buena ocasión para disminuir la ratio e incidir en el aumento de la calidad educativa en esas etapas.

Todo engarza. Todo forma parte de un discurso que trata de convencernos de que hay un exceso formación. Eso sí, lo que sobra es la enseñanza pública, la privada, no.

La segunda idea básica de Infante es su énfasis en la libertad. Libertad de enseñanza. Libertad de los pueblos, libertad de las personas.

A comienzos del siglo XX, el minúsculo sistema educativo andaluz se ha construido contra los intereses de las clases explotadas. Un sistema desde donde se pretende construir y homogeneizar un Estado fallido, el español, a fuerza de eliminar las diferencias culturales y ensalzar una monarquía caduca, corrupta, que intenta sobrevivir unos años más, incluso agarrándose al Dictador Primo de Rivera.

En ese contexto, es obvia la defensa de la libertad de enseñanza de Infante, para que sean las madres y los padres quienes lideren la educación de sus hijas e hijos. Respalda la educación andaluza dirigida a los andaluces y para Andalucía. “El problema de la educación (…) entraña la redención de Iberia, de Andalucía y del Mundo”.

Ahora bien. Infante sitúa la libertad en paralelo a la igualdad. Libertad e igualdad caminan de la mano. Libertad ejercida entre pueblos iguales. Ejercida entre mujeres y hombres iguales, y entre personas iguales.

En el siglo XXI, cuando tanto se defiende la libertad, estamos obligados a conocer quién la pone en un cartel electoral, quién la vocifera en las calles, quién la incluye como señuelo en sus aparentes discursos amables y, por supuesto, edulcorados con una afable sonrisa. Con seguridad, nos daremos cuenta de que, a esos, se les olvida la igualdad.

Defender solo la libertad sin igualdad, supone dar más libertad al poderoso. Un poderoso sin regulación es el fin de la igualdad. Un poderoso suelto es dañino para cualquier sociedad. La libertad, sin igualdad, es un trampantojo. Una caricatura, donde el que menos tiene siempre sale perdiendo. Pepe Aumente escribe en 1992, “La libertad de mercado conduce indefectiblemente a una especie de selva, en la que siempre el fuerte destruye al débil”.

Y la tercera y última idea: la Cultura Andaluza en la escuela. Para Blas Infante, la educación es esencial para la generación de una conciencia. Para la construcción de una nación. Sí. Una nación. Así de claro. Dejémonos ya de titubeos y de atajos semánticos. En 2010, nuestro querido Pedro Ruiz Berdejo nos lo puso muy clarito en el título de uno de sus libros: “Andalucía es una nación: con sujeto, verbo y predicado”.

Efectivamente, las oraciones generalmente necesitan un sujeto, pero también deben expresar una acción, un estado, un proceso. Y para eso están los verbos y los predicados. De lo contrario, la frase está incompleta. Andalucía no es solo un sujeto.

Y para re-construir y conservar una nación hace falta enseñar a las generaciones más jóvenes su cultura, su identidad. Hacerles cómplices en el sentimiento. Del sentimiento se llega a la conciencia como pueblo. Lo emotivo se cruza con lo racional. De la pasión se pasa a la acción.

La educación, por consiguiente, es fundamental. Es básica. Infante así lo propugna. En sus centros andaluces se imparten clases de Historia de Andalucía, defiende que la enseñanza debía partir de lo próximo, lo más inmediato al estudiante; o apoya las reivindicaciones de las maestras y maestros rurales andaluces sometidos al cacique que le abona sus sueldos en función de su grado de sumisión al poder local.

Y es aquí donde llegamos al punto esencial de sus ideas sobre la enseñanza. Él diseña un programa de política educativa pensando en Andalucía y con el marco andaluz. Y, amigas y amigos, eso no lo hizo nadie.

Hoy es momento de reivindicar el andalucismo en la educación, como hizo Infante. Cuando tenemos jóvenes que no defienden el ser andaluz o no son partícipes de ese sentimiento, se debe a que son resultados de la anestesia inoculada a través de un sistema educativo gestionado un gobierno andaluz durante los últimos cuarenta años.

En una papelera quedó la denuncia que realizamos en el año 2000, como Asamblea Civil por Andalucía, junto a Paco Casero, sobre la ausencia de la Cultura Andaluza en más de cincuenta libros de texto de las grandes editoriales. Denuncias respondidas por la Consejería con un Decreto eliminando su obligación de promover esos contenidos.

Olvidado quedó el Programa de Cultura Andaluza, de finales de los años ochenta, que incluía no solo un repertorio de contenidos mínimos a impartir en las escuelas, sino también cursos de formación inicial del profesorado, anteriores a su incorporación a su puesto de trabajo.

Atrás quedaron los seminarios permanentes, los cursos de actualización didáctica sobre este asunto, o los materiales que la Consejería de Educación proporcionaba a los docentes para impartir sus asignaturas.

Hoy en nuestro sistema educativo aún se usan libros de texto que olvidan o mencionan muy de pasada los contenidos andaluces o usan estereotipos sobre el ser andaluz. O se organizan muy pocos cursos de formación permanente sobre el tema … Aún hay centros donde Andalucía solo aparece en fechas próximas al 28 de febrero, a la hora del desayuno con mollete y aceite de oliva.

Eso sí, también contamos, a pesar de todo, con la acción, diría, heroica y voluntarista de docentes concienciadas, quienes lo hacen sin prácticamente ninguna ayuda institucional.

Termino. Hace tres meses, el pasado 27 de mayo, el Partido Popular, Ciudadanos y Vox votaron a favor de una moción en el Parlamento Andaluz para eliminar el lenguaje inclusivo de los manuales escolares; en Murcia están a punto de introducir el pin parental en los centros educativos; en Andalucía, el pin parental aparece como uno de los puntos del acuerdo entre PP y VOX.

En otros países, donde el neofascismo del siglo XXI ya ha llegado al poder, han prohibido cualquier alusión a la homosexualidad en los colegios…

Hoy, desde la perspectiva de la educación, se hace necesaria la acción del andalucismo infantiano no solo para defender lo conseguido, porque no se trata de ser conservadores, sino para trabajar, desde el conocimiento de lo que “fuimos”, para conseguir más poder andaluz.

Para diseñar un modelo educativo -no solo un sistema- andaluz diferente, propio, basado en los valores de nuestro pueblo: la cooperación, el diálogo, la diversidad y la vida en comunidad, frente a otros modelos donde imperan las reválidas, la homogeneización, la segregación y las evaluaciones selectivas.

Porque tenemos una diversidad “inyectada en la sangre y una riqueza cultural infinita”, como bien escribe Miguel Ángel Martínez. Un modo de ser que requiere un modo, otro modo, de educar.

Hoy, más que nunca, es el momento de exclamar con ímpetu reivindicativo, todos y todas, ese grito pronunciado por primera vez en una manifestación en 1919 en Córdoba, y que Infante también pronunció en el momento de su asesinato: Viva Andalucía Libre.

Muchas gracias.

Buenos días. A las personas, instituciones y asociaciones que hoy nos acompañáis, dedicando vuestro tiempo a la asistencia de este 85 aniversario del asesinato de Blas Infante, la Fundación que lleva su nombre, os da la bienvenida.

Emulando a nuestros intelectuales “Ni el pasado ha muerto, ni está el mañana en el ayer escrito”. “Somos el único pueblo peninsular a quien le fue prohibido hasta el goce del recuerdo”. “Hasta nuestra historia llegaron a enterrar”. En el principio fue Andalucía. La Andalucía que será una realidad con conciencia de sí, con el pensar y sentir en andaluz, con sentimiento de identidad.

“La rebeldía ante lo injusto es la más alta de las virtudes”. ¡Ah, Infante! Esa rebeldía te llevó, a esa madrugada funesta, donde te fue arrebatada la vida por orden directa del General Queipo de Llano, según las palabras que Manuel Díaz Criado. ”el ángel exterminador”, le hizo llegar por persona interpuesta a la propia esposa, a Angustias García.

Esa rebeldía es la que un cuatro de diciembre hizo que tomáramos la calle, que dijéramos que verde y blanca era nuestra sangre. Esa rebeldía dio el SÍ definitivo al apoyo a la Autonomía, reivindicaba a los andalucistas de antaño confirmando con sus voces, el andaluces levantaos, desde el trigo hasta la mar. ¡Ay! Ese cuatro de diciembre, “luchando por nuestra gente, España y la humanidad”.

Tú Infante, hombre humilde, sencillo e humano, un intelectual aprendiz del humanismo. Tú Infante, renaces en cada andaluz que lleva un proyecto de esperanza y justicia para Andalucía. Por ello, igual que a ti las palabras de Méndez Bejarano “El nacionalismo andaluz no ha muerto” te hicieron vibrar y extraer de ti tu pasión singular, hoy esas mismas palabras son el germen cada vez más vivo para seguir en una Andalucía donde intervenir es transformar y aunque estemos separados, no estamos solos. Porque, “¿cómo es posible que no me entiendas, si tu memoria está escrita en el sur?”

“Porque las cosas existen cuando se nombran. Y sólo cuando se nombran existen”. ¿Verdad, Antonio Manuel? Por ello, a las personas, como Manuel Herrera, impulsor del flamenco donde los hubiera, patrono de la Fundación, miembro activo en este acto cada año, hoy te hacemos presente nombrándote, porque esto es un encuentro de memoria.

Como Clavero Arévalo, artífice del artículo 151 en el texto constitucional, sin el cual no hubiera sido posible el referéndum del 28-F, ni la realidad nacional en el Preámbulo de nuestro Estatuto. Persona digna de vivir según sus ideales, mostró su libertad y lealtad por Andalucía en sus actos personales y profesionales. Pensaste y sentiste en andaluz, Gracias.

(Un aplauso para ambos, por favor)

No quiero dejar pasar en estos momentos el hacer mención a una de las obras de Infante, donde manifiesta su amplia dimensión humanista y lo avanzado de su pensamiento defendiendo la necesidad de vivir en armonía con el medio. Es el centenario de su obra “Cuentos de animales”, obra de la que recomiendo su lectura. En ella nos acerca a su concepción de la libertad, del amor, de la naturaleza, de la esencia de la vida, de la convivencia, de la lealtad, de manos de la sociedad de los lobos, de la sociedad de los ratones y de la sociedad de las hormigas. Nos hace ver la contraposición entre la minoría y la mayoría, entre lo individual y lo colectivo y más, que desde la individualidad con solidaridad y colaboración podemos llegar a lo colectivo como unidad. Eso es importante. Lo colectivo como unidad. Ese colectivo es nuestro pueblo en sí. Infante, tu lucha y tus palabras están presentes hoy.

Daros la bienvenida a este acto, que hasta el solano, el lorenzo quiere estar presente. Gracias por compartir este acto un año más.

El 5 de julio de 1885, día del nacimiento de Blas Infante en Casares, la noticia más relevante que ocupaba un espacio destacado en las portadas de la prensa es la epidemia de cólera morbo o cólera asiático. Esta epidemia tuvo varios brotes a lo largo del siglo XIX, como los de 1833, 1855, 1865 y 1885. Esta fulminante enfermedad de la que no se encontraba cura en esos años, consistía en fiebre, vómitos y diarreas que terminaban con la muerte del enfermo por deshidratación.

En Andalucía tuvieron especial incidencia el primero y el último. Éste procedía de la India y afectó a Francia, Italia, España y se trasladó a América posteriormente. En el caso español, surgió en Alicante y para la primavera, se había extendido por todo el país. En total se contabilizaron, con las dudas que generan las estadísticas de esos años, más de 120.000 personas.

El cólera morbo suponía el establecimiento de cordones sanitarios (cierre de municipios) o la cuarentena de los viajeros que se trasladaban de un territorio a otro o, en otros casos, su limpieza por medio de su fumigación o el cierre de fronteras, como la de Andalucía y Portugal.

También en algunos municipios se habilitaban espacios aislados donde albergar a los enfermos o para mantener encerrados a las personas procedentes de lugares afectados por la pandemia. Hubo lugares en Andalucía, como por ejemplo Málaga o Sevilla, donde se negaban a adoptar medidas de aislamiento o cierre por “perjuicios causados al comercio y a la industria con las medidas de precaución […] no tienen comparación alguna con los que a esas mismas clases proporciona la presencia del cólera”.

Otra opción era la huida, reservada a las élites. Así, en el caso sevillano está documentada la fuga de la ciudad: “Son muchas las familias distinguidas de esta capital [Sevilla] que han marchado a otros puntos”. Nombres tales como los marqueses de Esquivel, las familias Núñez de Prado y Benjumea o el jefe del Partido Izquierdista, Rafael Laffitte, el senador y jefe del Partido Conservador en Sevilla, el conde de Casa Galindo, aparecen en el listado.

Entre las portadas que se exponen, merece la pena detenerse en la de La Paz de Murcia, donde se relata de forma detallada el viaje que hace Alfonso XII a Aranjuez para conocer in situ la situación de la epidemia (“invasiones” es el término usado, como sinónimo de contagio) en esa ciudad. O cómo en ese periódico se denuncia cómo “casi todas las personas acomodadas han querido hacer uso de lo que me permito llamar “el jarabe de los dos gemelos”, que son los músculos de sus piernas”. Otro ejemplo es la portada del jerezano Guadalete, donde se describe la labor de los “héroes anónimos”: practicantes, los mozos de los hospitales, los sepultureros, o los que atienden el despacho de billetes para el tren y observan cómo venden los billetes a los “fugitivos”, los que huyen de la enfermedad, mientras ellos se disponen “a desafiar tranquilos y serenos a la muerte”.

Fuentes:
Antonio Luis López. El cólera morbo de 1885 y sus repercusiones sobre la emigración portuguesa en Isla Cristina. 2014.
Manuel Angel Calvo Calvo. El cólera morbo de 1885 en Sevilla y sus consecuencias sociales. Revista Ayer 2018.

Manuel Hijano del Río. Universidad de Málaga.

Escribir sobre un intelectual, investigador e historiador de la altura de quien es Patrono de la Fundación Blas Infante desde su creación, Juan Antonio Lacomba, supone un reto. Es fácil cometer un error u olvido, porque su producción científica es muchísima, así como los escenarios de su vida, los ámbitos y temas abordados, y el gran número de libros y artículos para la Historia de Andalucía. A modo de recuerdo, cuatro años después de su fallecimiento, el intento es muy necesario y merecido.

Juan Antonio nace en Chella, provincia de Valencia, en 1938. En 1961, consigue su licenciatura en Filosofía y Letras y se doctora en Historia por la Universidad de Valencia en 1967, ciudad donde inicia su andadura como profesor de secundaria y también como docente universitario colaborador.

Su Tesis Doctoral profundiza sobre la crisis española de 1917, un trabajo que el franquismo censura en un primer momento, aunque años más tarde consigue ver la luz. Posteriormente, trabaja en Institutos de Pontevedra y Béjar, provincia de Salamanca. Un año después de lograr su cátedra de enseñanza secundaria, en 1966, pide su traslado a Málaga. Primero consigue plaza en el Instituto de Vélez-Málaga y, posteriormente, se traslada a la capital malacitana, para ejercer como docente del Instituto Nuestra Señora de la Victoria, en el Paseo de los Martiricos. Una década después, llega a ser su Director.

En los setenta, se incorpora a la docencia universitaria. En 1970, como profesor adjunto del Colegio Universitario y, en 1979, toma posesión de la cátedra en Historia de la Economía, en la Escuela Universitaria de Empresariales de la Universidad de Málaga.

Cinco aspectos relevantes de su vida y obra.

Más allá de sus datos puramente biográficos, es momento también de hacer un sencillo, inicial y breve análisis de lo que supone para Andalucía la vida y obra de este intelectual del andalucismo. Para ello, abordaremos sus orígenes familiares y su formación, la promoción de diversas iniciativas y organizaciones, la investigación del andalucismo histórico, sus experiencias en política, y su trabajo como historiador y docente.

En primer lugar, recibe una sólida formación en el seno de su familia. Su entorno más próximo se convierte en el espacio donde aprende y lee de todo, que propicia el estudio y el amor por la Historia. Por otro lado, en su casa valenciana, Juan Antonio Lacomba conoce a Manuel Ballesteros, catedrático de Historia de la Universidad de Valencia y de la Complutense, amigo de su padre. Es este universitario quien le aficiona a las lecturas históricas.

Su padre, Juan Lacomba Guillot, es un “maestro de la República”. Nace en el Cabanyal (Valencia), colabora en varios periódicos, estudia Magisterio y se inicia en la Pintura y en la Literatura. En 1928, se traslada a Galicia donde trabaja en una escuela rural. Poeta de renombre, trabaja en Chella desde 1932 a 1939, donde comienza a aplicar las teorías pedagógicas de la Institución Libre de Enseñanza de Giner de los Ríos. Un año antes de salir del pueblo, tuvo a su hijo Juan Antonio. Hoy un colegio público en Chella lleva su nombre: Juan Lacomba Guillot, situado en la Avenida de la Constitución.

Su padre pertenece a la generación de docentes renovadores republicanos ante el fracaso del sistema educativo español y, para ello, buscan y ponen en práctica nuevas metodologías más allá de los métodos tradicionales. Son los protagonistas del intento por conseguir los ideales republicanos de escuela única, libertad de cátedra, y escuela laica.

Lacomba, en segundo término, está en los orígenes de muchas instituciones e iniciativas. Expongamos algunos momentos de su vida, cuando forma parte del elenco de los iniciadores o promotores de proyectos ejecutados.

Por ejemplo, como ya hemos mencionado, cuando llega a la capital malagueña, lo hace integrándose en la plantilla del recién creado Instituto Nuestra Señora de la Victoria, en el barrio de Martiricos. En 1966, ese instituto representa la ampliación del histórico Instituto de Gaona y hasta allí se lleva la sección masculina y el material pedagógico usado en el centro: biblioteca, archivo, las colecciones de objetos científicos dedicados a la enseñanza, los gabinetes… El nuevo edificio lo inaugura Franco tan solo cinco años antes, en abril de 1961. Una obra arquitectónica de Miguel Fisac Serna considerada de las más vanguardistas en lo que a construcciones escolares se refiere. Ese edificio innovador, consigue albergar un grupo de docentes afines a la reforma de la enseñanza secundaria. Son años próximos a la Ley General de Educación (Ley Villar Palasí) de 1970. Momentos de una tímida modernización de un sistema educativo inserto en un régimen dictatorial.

También Lacomba forma parte de la Historia de los inicios de la Universidad de Málaga. Llega a una ciudad que está pidiendo su centro de enseñanzas superiores y que se consigue en 1972. Una capital donde la formación universitaria se convierte en un objetivo para fortalecer el incipiente desarrollo económico. Juan Antonio se incorpora como docente a tiempo parcial de la Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Empresariales. Un centro que comienza a dar clases el 10 de octubre de 1965. En 1979 obtiene su plaza como Catedrático en la Escuela Universitaria de Empresariales. Pero también encontramos a nuestro profesor en la lista de socios fundadores del Ateneo de Málaga. Es su Presidente entre 1981 y 1983 y también Presidente de Honor, desde mayo de 2016, en sustitución del emérito Juan Carlos I. Una institución crítica, progresista, que tiene problemas para su legalización y desarrollo en la malacitana plaza del Obispo. Fernando Arcas Cubero resume muy bien la labor de Juan Antonio: “Gracias a Lacomba, en los 70, por el Ateneo de Málaga, pasó lo mejor de la historia, la sociología y la política española de esos momentos (…) Lacomba fue pionero al traer a España del exilio al historiador Manuel Tuñón de Lara para ofrecer una conferencia en Málaga, la primera que pronunció en España”. Al Ateneo también vienen desde Gil Robles, hasta Tamames, pasando por Enrique Tierno Galván.

De aquella época quedan numerosas muestras documentales de que el franquismo vigila al Ateneo. Un informe del Servicio de Información escribe, según la revista Nuevo Siglo (nº22): «Por los anuncios o títulos de las conferencias o disertaciones no se puede formar juicio de cómo pueden ser éstas en cuanto a intencionalidad, pero es el caso que con mucha frecuencia los conferenciantes se pasan de rosca, y su intervención es más bien que una ilustración cultural o científica, una irónica y refinada crítica de la situación política nacional».

También “La Vanguardia” del 12 de junio de 1975, refiere la noticia de la suspensión gubernativa de la conferencia de Gil Robles sobre la Segunda República, en el marco del ciclo organizado por Lacomba sobre “Aspectos de la Historia social de España en el siglo XX”.

Y, por último, es Presidente fundacional de Andalucía Ahora. El 4 de diciembre de 1989 se crea esta asociación donde se encuentran Manolo Sanlúcar, Salvador Távora, Calixto Sánchez, Naranjito de Triana, Joaquín Ruiz Postigo, José Manuel Millán Chivite, entre otros, “cercanos al partido andalucista”, según el ABC 5 de diciembre de 1989. Este colectivo, según se dice ese día, defiende la defensa del habla andaluza, así como del patrimonio histórico y cultural de Andalucía.

Es precursor de los estudios sobre el andalucismo histórico. Tenemos datadas varias fechas que demuestran su interés por la investigación sobre la figura de Blas Infante. Por ejemplo, encontramos una primera conferencia el 17 de diciembre de 1974, en el Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Sevilla con el título “en torno al regionalismo andaluz”, como continuación del libro de Nicolás Salas, “los 7 círculos viciosos del subdesarrollo”. Cuenta la historia de andalucismo y el carácter solidario del regionalismo andaluz.

Hallamos otra conferencia sobre los “orígenes históricos del regionalismo andaluz” el 2 de abril de 1976, en la Escuela Universitaria de Estudios Empresariales de Jerez, enmarcada en un ciclo de conferencias sobre el Regionalismo Andaluz. Le presenta Juan Collado Casal y habla del regionalismo decimonónico, del Ideal Andaluz, Blas Infante, las Asambleas de 1918, 1933, del Manifiesto de 1919, entre otros asuntos. En el mismo ciclo, intervienen, días más tarde, Luis Uruñuela, Nicolás Salas y Ortiz de Lanzagorta. Con posterioridad, localizamos otras conferencias en Sevilla en marzo de 1976… Esos son los inicios de una larguísima, prolija y profunda vinculación con el estudio de la vida y obra del líder andalucista. Por ello, no debe extrañar que se contara con él para constituir la Fundación Blas Infante. Un lugar que ocupa hasta su fallecimiento de forma muy activa y constante.

Sus inquietudes y su afán por cambiar la Andalucía en la que se integra le llevan a tener varias experiencias políticas, cortas en el tiempo, pero intensas.

Por un lado, el Presidente andaluz, Rafael Escudero, lo nombra Director General de Patrimonio Cultural con el primer gobierno surgido tras las primeras elecciones andaluzas en mayo de 1982, siendo Consejero de Cultura Rafael Román Guerrero. Durante esos años, lucha por la gestión de la cesión de la gestión de la Alhambra a la recién nacida Junta. «Tenía que demostrar que no sólo teorizaba, sino que actuaba», dice en una entrevista con La Opinión de Málaga, en 2011. Crea el Instituto de Cultura Andaluza, en octubre de 1982, con la finalidad de llevar a cabo “la investigación, estudio y difusión en sus respectivos ámbitos y la articulación en cada uno de ellos de los sectores específicos de trabajo que propongan y desarrollen líneas, temas y métodos sobre los distintos aspectos de la cultura andaluza y su proyección, especialmente en las áreas geográficas con las que Andalucía posee particulares vínculos culturales o históricos”. Abandona el cargo a corto plazo porque “la política era una profesión que ocupaba las 24 horas del día”.

Pero su vinculación con la Política no se queda aquí. En enero de 1977, se celebra una reunión de personas andaluzas independientes y líderes del entonces Partido Socialista de Andalucía: Alejandro Rojas Marcos, Luis Uruñuela y Miguel Angel Arredonda. Además, de Lacomba, como independiente, aparecen Plácido Fernández Viagas, José María Javierre, Alfonso de Cossío, José Ramón Moreno. Todos deciden “promover un llamamiento sobre la necesidad de un bloque unitario de las fuerzas políticas democráticas andaluzas en las próximas elecciones para la defensa de los intereses de Andalucía”.

Finalmente, Lacomba se presenta como candidato a diputados en Cortes por Málaga y por el Partido Andalucista, en las elecciones generales de 1989. El PA obtiene dos diputados, (Rojas Marcos, por Sevilla y Antonio Moreno, por Cádiz) y Juan Antonio consigue casi 27.000 votos en su provincia, quedando por detrás de las candidaturas de tan conocidos diputados como Carlos Sanjuán, Celia Villalobos o Antonio Romero. En la campaña electoral, con motivo del “secuestro de los guiñoles” y la detención de Luis Recuerda, dirigente del PA, en la calle Larios, tenemos un ejemplo del Lacomba herido en su libertad de expresión. La Vanguardia de 18 de octubre de 1989, en su página 20, recoge sus declaraciones con respecto al suceso, en las cuales muestra su “indignación por unos hechos que no hacía ni el franquismo”.

Todo este currículum encuentra un denominador común: su constante inquietud por ser un historiador y docente honesto y excelente profesional, con Andalucía como marco de referencia imprescindible. Lacomba ejerce como andaluz y como investigador histórico. Es el primero, como titula uno de sus artículos, que escribe sobre la Historia de Andalucía y no sobre la Historia en Andalucía. Y, para ello, sienta cátedra desde los años setenta con numerosísimos trabajos sobre un territorio que siente como suyo. Así, ya lo encontramos como ponente del primer Congreso de Historia de Andalucía, miembro fundacional del Seminario de Historia de Andalucía en mayo de 1981 y presidido por Antonio Domínguez Ortiz, coautor de la primera Gran Enciclopedia de Andalucía, en 1979 … Su libro “Aproximación a la historia de Andalucía”, a juicio de Fernando Arcas, representa la primera síntesis de historia andaluza moderna: “El primer libro andaluz de nuestro tiempo se debe a Lacomba”. En total, según la base de datos Dialnet, entre 1963 y 2016 escribe 86 artículos, 32 obras colectivas y 11 libros. Unas cifras a las que hay que añadir, por ejemplo, numerosísimas aportaciones a los Congresos sobre el Andalucismo Histórico de la Fundación Blas Infante.

Innovador en sus clases, buscando, más allá de la lección magistral, el aprendizaje real, significativo entre sus alumnos, de quienes se han publicado algunos testimonios: para el Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Málaga, Eugenio José Luque Domínguez, “fue un vanguardista y un innovador en sus clases, trabajador constante y minucioso que creó escuela, con discípulos por toda España”. Según Luque, Lacomba, recibe la Insignia de Honor de la Facultad en 2009, en reconocimiento a su labor profesional, dedicación, talento y legado, y encarna la figura del ‘Maestro’ en el sentido más noble de la palabra. Según Arcas “Fue el maestro de los historiadores malagueños, a la vez que una persona e intelectual de referencia. Trajo la historiografía europea a la Universidad de Málaga”.

Lacomba se define como andaluz «de voluntad» y no encuentra mejor manera de serlo que trabajando por la sociedad que lo acoge. La frase perfila al personaje: un andaluz nacido en Valencia que rinde el mejor servicio a su tierra elegida: «Como soy mediterráneo, me quedé aquí», afirma. Lacomba, andaluz porque quiso, tiene claro que la única manera de serlo era trabajar. Su hija Beatriz dice que «Si quería ser andaluz, sabía que entre sus deberes estaba conocer su historia”.

Para terminar, un mensaje para los andaluces del futuro pronunciado en el programa televisivo de Canal Sur, “Tesis”:

«Primero: Tomar conciencia de ser andaluz. Que no sólo se sienta andaluz, porque los andaluces siempre se han sentido andaluces. Eso significa que tengan conciencia de que forman parte de una Historia, de una Geografía de una sociedad, de una Cultura. Segundo: Que se educaran. Que aprovechen su paso por la primaria, secundaria o la universidad. Porque eso es lo fundamental para que una sociedad pueda ir hacia adelante. Que ampliaran sus conocimientos al máximo. Y Tercero: que su participación en la vida andaluza fuera pensando en los andaluces. Por decirlo en una frase, que su esfuerzo fuese dirigido al bien de la Comunidad.”

 

Manuel Hijano del Río.

Estamos aquí, un año más, para reafirmarnos en nuestra idea más fértil, en nuestra ilusión más firme, en nuestra utopía más necesaria: la de una Andalucía libre y soberana. Una Andalucía como la pensara, la sintiera y la defendiera Blas Infante, a quien tuvieron que arrancarle la vida, hace ahora 84 años, para intentar borrar su Ideal.

Aquí estamos de nuevo otro 10 de agosto, hermanas y hermanos andaluces, para proclamar a los cuatro vientos que, quienes intentaron acabar con las ideas de Blas Infante, solo lograron acabar con el hombre. Más de ochenta años después de aquella noche trágica, esta persistencia en el recuerdo y la vigencia del pensamiento del Padre de la Patria andaluza deben seguir dando alas a nuestra esperanza.

Nos arrebataron al hombre justamente cuando la causa autonomista andaluza estaba cuajando enun proyecto de estatuto. El fracasado golpe de estado del 18 de julio de 1936 y la guerra que provocó nos dejaron al pueblo andaluz huérfano y con la miel en los labios. Pero no nos hemos rendido en todos estos años. A pesar de que su figura se maltrate en los currículos escolares, a pesar de que en ocasiones se intente descafeinar su pensamiento, tratando de desactivar su indudable carga revolucionaria, a pesar de que se nos arrebatara a un andaluz tan claro, sus ideas revolucionarias y andalucistas nos siguen sosteniendo en nuestro afán de ser y pensarnos como pueblo.

Ochenta y cuatro años después de aquella noche fatídica, el cuerpo de Blas Infante todavía está desaparecido. Como el de tantos andaluces y andaluzas, que también hoy aquí recordamos. Y a quienes tratan de manipular la realidad histórica con el invento de una nueva ley, dicen que de “concordia”, les decimos que la concordia solo tiene un camino y es el de la verdad, la justicia y la reparación. Desde aquí hoy, afirmamos nuestra determinación de seguir con el balcón abierto, como lo expresara otro desaparecido; Federico dejó dicho en un poema titulado significativamente “Despedida”: “Si muero/ dejad el balcón abierto. El niño come naranjas/(desde mi balcón lo veo)/ El segador siega el trigo/ (desde mi balcón lo siento)/ Si muero/ dejad el balcón abierto”.

Abierto está el balcón para que ellos, nuestros desaparecidos, se sigan asomando a la vida y conozcan el devenir de su pueblo y de su casa, Andalucía. Esta casa que, como decía otro gran poeta, en otro poema también de despedida, está pintada, no vacía, del color de las grandes pasiones y desgracias… pero, en esta casa, aún anida la esperanza.

Y desde la esperanza, que se asienta en la memoria y extiende la mirada al futuro, quiero dirigirme en esta ocasión especialmente a vosotras, hermanas andaluzas y andalucistas, como mujer andaluza y como mujer del Sur, el lugar político en el que nos situamos quienes somos, nos sentimos y nos pensamos andalucistas.

El Manifiesto de la Nacionalidad, en enero de 1919, tomando como antecedentes la Constitución de Antequera de 1883, habla en su apartado segundo – “Andalucía, libre”- del deseo de “dignificar a la mujer esclavizada por un bárbaro Derecho que tuvo en Roma su inspiración y que repugna al genio humano y generoso de Andalucía”. Y afirma: “Queremos reconocer (…) la independencia civil y social de la mujer. Toda subordinación que para ella establezcan las leyes quedará derogada desde la mayoría de edad”. Y sigue: “Andalucía llora…llora cuando contempla a sus mujeres jornaleras, implorar en los hogares desolados, guaridas de la miseria y de la muerte, en los tristes días de invierno, y a sus evocaciones no se responde (sino) con el alimento que la prostitución les dona por la mano de señoritos casineros, dueños de la tierra y herederos de los nobles haraganes”.

Años más tarde, en 1931, Blas Infante volverá a referirse a la situación de las mujeres andaluzas. Así define el cuarto dolor de Andalucía: “Dolor de esclavitud familiar. Criterio del gobierno: remitir a un Código Constitucional el problema de la libertad familiar y, mientras tanto, al cabo de cuatro meses de República, solo el matrimonio canónico entre los demás religiosos surte efectos civiles; es indisoluble el matrimonio y la mujer sigue siendo esclava civil del marido”.

Casi 90 años después, podemos preguntarnos, hermanas, si seguimos siendo unode los dolores denuestra Andalucía y también qué nos duele a las mujeres andaluzas. ¿Cómo nos tratan desde los espacios políticos? ¿La igualdad formal, la paridad, los consejos andaluces “de la mujer”, el feminismo institucionalizado… han transformado nuestras vidas, han erradicado la violencia de la que somos objeto…?

Las mujeres, muy especialmente en Andalucía, lo sabemos bien, somos quienes seguimos soportando en gran medida el peso de la pobreza, de tiempo y recursos materiales, el empleo precario e insuficiente, la parquedad de unos servicios sociales que nos atan a la miseria y la dependencia. Esta situación se ve agravada tanto por la invisibilidad que propician las generalidades estadísticas como por la insistencia en reducirnos al papel de víctimas. Somos andaluzas, mujeres del sur, minusvaloradas y hasta despreciadas por nuestra manera de expresarnos, de entender la vida, de relacionarnos. Expuestas a la violencia institucional y a la violencia machista, a la violencia del patriarcado y la de del capitalismo extractivista, a nosotras no nos han salvado ni los pactos de estado, ni las leyes de igualdad más o menos bienintencionadas, ni los planes y programas de vida efímera, marcado todo ello, las más de las veces, por el signo de la impostura y el cinismo político. Seguimos estando afectadas las andaluzas por brutales discriminaciones y desigualdades estructurales. Somos las colonizadas, las subalternas, las dependientes, a las que se nos asignan migajas presupuestarias e ingresos mínimos que no nos alcanzan para vivir, mientras nos intentan adormecer con discursos y políticas paternalistas y falsamente protectoras. La cruel realidad es que pobres, muertas y explotadas resultamos ser más útiles al poder que vivas y soberanas de nuestras vidas.

Sin embargo, muchas mujeres andaluzas hemos empezado a decir basta. Basta de la colonización que sufrimos como pueblo, que borra nuestra conciencia y degrada nuestra identidad. Basta de considerarnos usuarias sumisas de las ayudas institucionales, que no nos sacan de pobresni a nosotras ni a nuestras familias. Basta de violencia machista, de violencia económica, de violencia institucional. De todas las violencias. Basta: no queremos seguir siendo consideradas víctimas, usuarias y precarias.

Necesitamos articular desde Andalucía, un movimiento colectivo de rebeldía soberanista, que nos permita enfrentar todas las colonizaciones, todos los privilegios patriarcales, racistas, capitalistas y heteronormativos que nada tienen que ver con los valores de nuestra cultura andaluza. Y, desde Andalucía, proyectar ese movimiento solidario, fuerza y motor contra el orden patriarcal que impera en cualquier punto del mundo.

Para ello tenemos dos potentes herramientas a nuestro alcance: la memoria de nuestras antepasadas y el feminismo andaluz.

Nuestras madres y abuelas sufrieron la represión política y se las estigmatizó con nombres infamantes. Las llamaron rojas e individuas de dudosa moral porque se atrevieron a soñar y a reclamar un mundo mejor y diferente; y pagaron un alto precio por ello. ¡Qué caro resulta soñar! ¡Y qué necesario!

Algunas fueron a parar a fosas comunes de mujeres, solo de mujeres, una trágica singularidad de la represión en Andalucía. Otras sufrieron el destierro o fueron reducidas al silencio en el largo exilio interior. Y callaron. Pero no olvidaron.

Cómo no recordar hoy a Angustias García Parias, la esposa de Blas Infante, peregrinando por los despachos en busca de noticias y piedad, cuidando de sus criaturas, agobiada por las sanciones económicas y por el estigma de ser mujer de un fusilado. Cómo no recordar a Luisa Infante, que recosió la bandera verdiblanca para que pudiera ondear de nuevo en el aire esperanzado de 1977. Cómo no pensar en la niña M.ª Ángeles, que nunca quiso celebrar su santo, porque ese día le arrebataron a su padre. Cómo olvidar a las hermanas García Caparrós, fieles guardianas de la memoria de su hermano, y a tantas y tantas madres, hermanas, esposas, hijas de represaliados, desaparecidos, fusilados, encarcelados: muertas en vida, castigadas, violentadas, sometidas al expolio y maltratadas por la miseria moral de los vencedores. Y aún así, nunca se rindieron, nunca cejaron en su empeño de contar lo que pasó, de buscar a sus seres queridos, de reclamar verdad, justicia y reparación. Su silencio resistente, sus recuerdos familiares y personales, amorosamente guardados, alimentan hoy nuestra memoria y nuestra rebeldía. Sus relatos nosofrecen un espejo luminoso en el que mirarnos para conocernos y reconocernos.

Junto a la memoria militante, la otra herramienta que nos ayudará a articular ese necesario movimiento de rebeldía soberanista es el feminismo andaluz, con el que avanzar en la tarea de construirnos como sujetas políticas, soberanas de nuestros cuerpos, la más radical de las soberanías, pero también de nuestro tiempo, de nuestros deseos y aspiraciones, con capacidad para decidir de forma individual y colectiva cómo pensarnos.

Cuando hablo de feminismo andaluz, no me refiero con ello ni a un feminismo en abstracto, intelectual y descarnado ni, por supuesto, al feminismo adormidera, de retórica y porcentaje, que reproduce y construye espacios excluyentes desde los que no se puede configurar sino una identidad excluida, en la que la paridad se instrumentaliza para colonizarnos políticamente.

Porque nuestra situación como mujeres andaluzas es cuantitativa y cualitativamente diferente, necesitamos un instrumento para combatir nuestros dolores, que esté a la altura de nuestras ansias y nuestra necesidad de transformación, un feminismo andaluz, donde lo andaluz no sea un añadido, un matiz, sino la materia primigenia con la que conformar esa poderosa arma transformadora.

Nos urge, para empezar a caminar, reapropiarnos de ese espacio político que es el sur andaluz y subalternizado, transformándolo en un espacio desde el que impugnar el poder, desde el que desafiarlo para romper las cadenas de la colonización, la subalternidad, la dependencia y la alienación. En ese proceso de impugnación de un poder patriarcal y capitalista, las mujeres andaluzas nos iremos construyendo como sujetas políticas soberanas, en tanto que participamos en la articulación soberana de nuestro pueblo.

En el feminismo andaluz necesitamos conjugar una mirada hacia adentro, hacia nosotras mismas, con la mirada hacia afuera, hacia los márgenes del neoliberalismo mundial, donde se sitúan los feminismos de las excluidas: los feminismos negros, los feminismos árabes, de los países hermanos de América Latina, que están ensanchando las estrechas costuras del feminismo blanco, eurocéntrico y burgués. Necesitamos construir un pensamiento feminista centrado en Andalucía y que, desde Andalucía, se proyecte a otros pueblos y se hermane con ellos. Porque somos andaluzas, pero también somos negras, gitanas, árabes, castellanas y judías, hijas de exiliadas y transterradas, migrantas de procedencias lejanas y cercanas; por eso, queremos que nuestro feminismo andaluz sea inclusivo, abierto, ancho y sin fronteras.

El feminismo andaluz puede y debe anclarse en nuestra tradición cultural, la que nos hace considerarnos hermanas, la que mima la convivencia en los patios de vecindad, la que esgrime la alegría ante la incertidumbre de lo cotidiano, la que ofrece generosa hospitalidad a pesar de la escasez, la que nos lleva a organizarnos en redes de cuidados y ayuda mutua para hacer frente a las crisis de este capitalismo
depredador y asesino, la que nos empuja al abrazo empático. Aunque ya hace algún tiempo que venimos haciéndolo, hay que insistir en mantener y resignificar esta cultura de las relaciones humanas, que tejen las mujeres andaluzas infatigablemente, como milenarias penélopes, porque en ella hay elementos de resistencia frente a la alienación y la subalternidad que nos debilita como pueblo.

Necesitamos, entre todas y todos, reconstruir y consolidar en Andalucía los movimientos sociales por abajo, haciendo que el feminismo andaluz los atraviese y los enriquezca. Porque no es posible la transformación nacional sin la transformación social y esa es la que estamos encabezando nosotras, aquí y ahora. Y a nuestros compañeros andaluces les decimos que no se puede aspirar a la liberación de un pueblo mientras se mantiene a sus mujeres sometidas, calladas y empobrecidas.

Así, con el espejo de nuestras antepasadas en una mano y el feminismo andaluz en la otra, el movimiento de rebeldía soberanistaha de desembocar en la tarea más ilusionante y transformadora: la construcción de la matria andaluza. “Cada vez que dicen patria, pienso en el pueblo y me pongo a temblar”, dice Carlos Cano en el Tango de las madres locas. Y es que, hermanas, la patria ha utilizado históricamente la figura de la mujer-madre para la elaboración simbólica de la madre patria, ambas caracterizadas con los atributos de la sumisión, la entrega y la renuncia. Así se ha construido un modelo de patria masculinizado y excluyente, enraizado en el patriarcado, que usa a la mujer simbólica mientras excluye y sacrifica a las mujeres de carne y hueso.

Para construir nuestra matria, las mujeres necesitamos arrebatar al estado nación el espacio de dominación que son nuestros cuerpos, el lugar donde el poder se hace carne. Necesitamos alcanzar la soberanía y la capacidad de decidir sobre nosotras mismas. Pero también debemos transformar nuestro ámbito de pueblo-nación, desarmando las relaciones de poder jerarquizadas a la vez que construimos un espacio de relaciones nuevo, no excluyente, no jerarquizado, no androcéntrico ni masculinizado. Una matria andaluza en la que sus hijos e hijas habiten en paz, con un modelo de economía que esté al servicio de la vida; un ámbito de relaciones heterogéneo y diverso, inclusivo y liberador, tanto de los colonialismos, como de las jerarquías internas. Una matria en la que se integre lo diferente y lo diverso no se niegue, en la que tengamos conciencia de nuestra realidad de pueblo colonizado, sí, pero sin obviarlos diferentes modos en que se ejerce la colonización, las diferentes formas en que nos afecta a hombres y mujeres y los diferentes papeles que jugamos en el proceso colonizador.

Hermanas andaluzas, hermanos andaluces, las mujeres que nos sentimos y nos pensamos andaluzas y andalucistas os llamamos a compartir nuestro sueño, a imaginar y construir nuestra matria como una Dar al-Farah, como una renovada Casa de la Alegría, donde las mujeres seamos libres, vivas, soberanas y en pie, como pensamos y queremos a Andalucía.

¡Viva Andalucía Libre!

Pura Sánchez.