Blas Infante en el 28 de febrero de 1980.
Manuel Hijano del Río
Universidad de Málaga

Como ya ocurrió con los días próximos a la manifestación del 4 de diciembre de 1977, Blas Infante fue un personaje citado, usado y recordado en los albores del referéndum del 28 de febrero de 1980. En los meses anteriores a esa fecha, diversos artículos de opinión y declaraciones de líderes políticos aludieron al futuro Padre de la Patria Andaluza.
Si realizamos una búsqueda en la hemeroteca del diario ABC, como representante de los numerosos medios escritos de ese momento, y remontándonos tan solo a los dos primeros meses de 1980, encontramos referencias al líder andalucista. Con su estudio, podemos descubrir cuál fue el papel asignado. En este documento adjuntamos los originales digitalizados de las páginas de ese periódico extraídos de su hemeroteca. Veamos cuáles y cómo.

Son dos los motivos. En primer lugar, Blas Infante apareció en artículos que difundían su trayectoria, su vida y su obra. Infante era desconocido por la inmensa mayoría de los andaluces y andaluzas y esa labor era imprescindible. En esos meses, el profesor Alfonso Braojos publicó varios artículos, recurriendo a la prensa histórica como fuente, para dar a conocer algunos hechos del proceso autonómico de la Segunda República; o el también docente Juan Manuel Cuenca Toribio, escribió otro trabajo sobre Infante.
Por otro lado, M. Ángeles Infante y el Presidente de la Junta preautonómica, Rafael Escudero, presentaron el libro Orígenes de lo flamenco y secreto del cante jondo de Blas Infante el 23 de febrero de 1980. En esas fechas, se escribía sobre la conveniencia de declarar el hogar de Infante como “monumento histórico”, ya que la Casa de la Alegría de Coria del Río era un espacio de veneración de los andaluces de inmenso valor histórico y artístico.
Infante, en segundo lugar, se mencionaba en los debates y actos políticos. En tan solo dos meses y buscando solo en ABC, encontramos varios ejemplos:

El más significativo fue sin duda cuando Rafael Escudero tremoló su bandera el 17 de febrero en el Pabellón Real de Sevilla, en un acto protagonizado por los alcaldes de las ocho capitales andaluzas en representación de los ayuntamientos que habían aprobado el comienzo de la iniciativa autonómica por el artículo 151. Esa bandera de Infante la prestaron sus hijas M. Luisa y M. Ángeles a Rafael Escudero, días antes. Un gesto simbólico de apoyo a la Junta. Otra mención la encontramos el 9 de febrero. En ese día, se reunió la Asamblea de Parlamentarios andaluces en Granada, a la que asistieron 48 representantes del PSOE, PCA y PSA. En este encuentro, se aprobó una resolución para pedir el voto afirmativo en el referéndum del 28F, e incluyeron la frase “la bandera de Blas Infante debe ser símbolo de una Andalucía unida”.
Y en cuanto a nombres propios, observamos dos: Rojas Marcos, cuando fue preguntado por las diferencias entre nacionalidad y región de la Constitución, aludió a cómo las definió Infante; mientras que el socialista Luis Yáñez citó el lema infantiano de “Andalucía por sí, para España y la Humanidad” como demostración de que Andalucía no era separatista.
Son apresurados apuntes que invitan a realizar un análisis más profundo sobre cómo Blas Infante fue protagonista, años después de su asesinato, de la Transición y del proceso autonómico.

Aquí puedes descargar el documento original con las noticias escaneadas: Blas Infante en el 28 de febrero de 1980

Estos días conmemoramos el 90 aniversario de la Asamblea Regional Andaluza. Un encuentro celebrado entre los días 29 al 31 de enero de 1933 en el Círculo de la Amistad de la ciudad de Córdoba donde asistieron 240 representantes de 73 ayuntamientos andaluces. Además, el encuentro contó con la adhesión de otros 98 municipios que no pudieron asistir. En total, casi 200 concejos y otro buen número de entidades de diversa índole se dieron cita en la ciudad de la Mezquita para aprobar un texto inicial, que sirviera para un futuro Estatuto de Autonomía. Este documento que presentamos es el ratificado por los presentes. El denominado “Anteproyecto de Bases para el Estatuto de Andalucía, aprobado por la Asamblea Regional Andaluza reunida en la ciudad de Córdoba los días 29, 30 Y 31 de enero de 1933”.

Con esta Asamblea, se daba un primer paso muy relevante para conseguir la autonomía. El proceso autonómico -que en Andalucía empezó en junio de 1931, solo dos meses después de proclamada la Segunda República- alcanzó un momento culminante que se continuaría a partir de mayo de 1936. El Golpe de Estado de julio de ese año y la Guerra Civil trastocaron todos los planes. Blas Infante fue asesinado y Andalucía se quedó sin su Estatuto.

Manuel Hijano del Río

Profesor de la Universidad de Málaga.

Aquí puedes descargar el documento original digitalizado: Anteproyecto de Bases para el Estatuto de Autonomía de Andalucía

Entre los días 27 y 29 de octubre de 1883, los federales andaluces se reunieron en Antequera para aprobar la “Constitución Federal Andaluza”. Es un texto conocido y estudiado en profundidad por los profesores Acosta Sánchez y, más recientemente, Rubén Pérez Trujillano. Se trata de una iniciativa para constituir una República Federal construida desde abajo hacia arriba, partiendo del municipio hasta la Federación de Andalucía. El documento expresa en su primer artículo el conocido texto: “Andalucía es soberana y autónoma; se organiza en una democracia republicana representativa, y no recibe su poder de ninguna autoridad exterior al de las autonomías cantonales que le instituyen por este Pacto”.

Desde la Fundación Blas Infante, queremos rendir homenaje a este proyecto que tanto influyó en la obra del Padre de la Patria Andaluza, publicando unas actas del Ayuntamiento antequerano de la Segunda República donde se demuestra la vinculación andalucista de la localidad expresada por medio de sus concejales.

Concretamente, se muestran las actas de seis fechas: las dos primeras tratan del nombramiento de un representante del municipio a la Asamblea Regional Andaluza celebrada en Córdoba en enero de 1933, donde se aprobará un proyecto de bases del Estatuto Andaluz. En esos debates, el concejal Juan Cuadra señala que esta ciudad no puede quedar “fuera”, máxime cuando Antequera fue el lugar donde “se confeccionaron las primeras conclusiones autonomistas en el año 1883”.

Como es bien conocido, la Asamblea cordobesa aprobó las Bases para el Estatuto Andaluz, asunto que se retomó de nuevo en 1936, tras el bienio radical-cedista. En julio de 1936, se celebra un nuevo encuentro en Sevilla para aprobar el texto estatutario que sería sometido a referéndum y al mismo asiste el Alcalde Antonio García Prieto quien acepta, según el acta del 3 de julio, “complacidísimo el cargo por cuanto es un fervoroso entusiasta de la iniciativa y a tal efecto se extiende en consideraciones para poner de realce las grandes ventajas que los municipios andaluces habrían de obtener con la consecución del Estatuto en todos los órdenes de la vida oficial y señaladamente en el aspecto político”.

Manuel Hijano del Río. Universidad de Málaga. Miembro Consejo Patronato Fundación Blas
Infante.

Buenos días, autoridades, señoras y señores, amigos todos.

Hoy 10 de agosto, como venimos haciendo ininterrumpidamente los últimos 41 años, nos encontramos de nuevo en este lugar para conmemorar el 86 aniversario del asesinato de Blas Infante, junto con otros compañeros al igual que el, procedentes de la prisión provisional que el ejército golpista de Queipo de Llano había establecido en el cine Jáuregui de la sevillana Puerta Osario, donde Infante pasó sus últimos días desde su detención en su casa de Coria del Río el 2 de agosto de 1936.

Deseo agradeceros vuestra asistencia y sobre todo el cariño y el respeto con el que tratáis la memoria y el legado de Blas Infante.

Quiero iniciar mi intervención con un emotivo recuerdo para todos los miembros del Patronato de la Fundación Blas Infante que por diversos motivos no nos pueden acompañar en fecha tan señalada, o que ya no están entre nosotros como es el caso de Pedro Ruiz Berdejo, tantos años vicepresidente de nuestra Fundación y que nos dejó hace unos algunos meses. Vaya desde aquí nuestro más respetuoso recuerdo.

Quiero insistir en que esta convocatoria que anualmente organiza la Fundación Blas Infante es abierta; no es partidista, ni tampoco institucional y hacemos un llamamiento a colectivos, entidades y particulares, para que pueda ser en la mas amplia medida posible un homenaje a Blas Infante, en el que nadie pueda sentirse excluido, ni siquiera los que cobardemente escondidos en determinadas redes sociales tratan de manipular y difamar su legado y su memoria. Aquí estamos por si necesitan algún tipo de aclaración.

Blas Infante, fue el primero que comprendió la historia de Andalucía, a partir de la historia de una nación propia, nunca como miembro de un pais conquistado, sino como un todo en sí, por lo que consideraba necesario asumir una previa toma de conciencia y afirma: Los andaluces tenemos que acostumbrarnos a no sentirnos agraviados permanentemente. Debemos sentir la tremenda responsabilidad que como andaluces tenemos y esa será nuestra gran fuerza.

En su lucha permanente por regenerar Andalucía, trata de crear una conciencia andaluza, dar a conocer el brillante pasado de esta tierra y fortalecer el espíritu andaluz.

Con la obra cultural y política de Blas Infante se podrá discrepar, pero no se puede negar la ejemplar dedicación de su vida a la entonces dificilísima tarea de buscar la identidad de un pueblo tan complejo y heterogéneo como el andaluz en el que siempre creyó.

Cuando hablaba de lo que Andalucía tenía que hacer por sí misma, se refería a un ambicioso impulso interior y exterior. Lo explicaba con absoluta claridad en un texto escrito en 1921, con estas palabras llenas de generosidad y visión de futuro: “El fin de la existencia de un pueblo es engrandecerse por sí, por el propio esfuerzo y dolor, pero no para sí, sino para la solidaridad entre los hombres y los demás pueblos”.

Para nosotros Blas Infante nunca morirá. Entre la vida y la muerte de este hombre hay una historia apasionante elaborada entre las esperanzas y los fracasos. Una historia que recorre en el tiempo las evoluciones ideológicas de un hombre incomprendido en su momento y la soledad que le acompañó durante largos periodos.

La vida de Blas Infante está indisolublemente unida al devenir de la época en Andalucía, es más, es un pedazo de su historia. Toda su trayectoria vital es un compromiso ético con Andalucía y con la justicia, truncada a una edad temprana. 51 años, dejando una viuda con 45 años y 4 hijos pequeños. La hija mayor tenía 8 años

En contra de la intención de quienes perpetraron aquella infamia, tal día como hoy 86 años atrás, en este recodo de la vieja carretera de Carmona, es hoy una cita anual con la vida, no con la muerte y un grito de esperanza y no de silencio como algunos pretendían y otros pretenden hoy.

Por todo ello, este lugar debe convertirse en lanzadera de las aspiraciones andaluzas y esta conmemoración en un nuevo y apasionante desafío, porque Blas Infante sigue vivo entre nosotros y la huella que significó su vida y en especial su gesto ejemplar en el trance supremo, pervive en las aspiraciones y exigencias de nuestro pueblo y en sus ansias de liberación, de cultura y de progreso.

Permítanme finalizar con las palabras que Blas Infante improvisó y que sirvieron de homenaje, a nuestra bandera verde, blanca y verde, tras izarla en el Ayuntamiento de Cádiz el día 13 de julio de 1936 y que parecía una premonición del inminente golpe militar:

“La bandera andaluza, símbolo de esperanza y de paz que aquí hemos izado esta tarde, no nos traerá ni la paz ni la esperanza ni la libertad que anhelamos si cada uno de nosotros no la lleva ya plenamente izada en su corazón. Bueno está el símbolo airoso que ahora ondea al viento, pero tengamos cuidado no vaya a venir un huracán y se lleve no solo al símbolo, sino a nosotros, por eso la debemos velar permanentemente, como si estuviera en un templo, a la presencia de nuestros sentimientos, con ansia de quererla como representación del afán de amor para nosotros mismos, para España y la Humanidad»

Con un especial y emotivo recuerdo para todos los que por sus ideas y oposición a la sublevación militar de aquel infausto 18 de julio, fueron represaliados y de forma muy especial a los fusilados con Blas Infante en este mismo lugar.

Muchas gracias.

VIVA ANDALUCIA LIBRE

 

Hermanas andaluzas y hermanos andaluces, es para mi un honor intervenir en este acto con el que la Fundación Blas Infante, año tras año, convoca a todas las personas andaluzas de conciencia en recuerdo del impune asesinato de Blas Infante por haberse atrevido a reclamar paz y esperanza bajo el sol de nuestra tierra.

Una paz que, a diferencia de los que hoy, en un desvergonzado ejercicio de cinismo, llaman a la guerra para supuestamente preservarla, él entendía solo posible a través de la lucha por la consecución de la igualdad y la libertad de todos los seres humanos, individualmente, y de todos los pueblos, colectivamente.

El grito de Viva Andalucía Libre, banalizado por quienes no creen en Andalucía cuando, forzados por el protocolo institucional, se ven obligados a repetir rutinariamente la letra del himno que él compusiera, constituye toda una declaración revolucionaria. Grito que tiene el mismo significado que el que elevara José Martí llamando a la lucha por la liberación del pueblo cubano del mismo poder opresor que el que soportaba y continúa soportando Andalucía.

Libertad que, a diferencia del significado que le dan los que hoy pretenden secuestrarla, cargado de egoísmo, individualismo y consumismo, no puede existir si no es compartida, si no es comunitaria, si no está basada en la igualdad y la justicia que establezcan las mismas posibilidades de ejercerla para quienquiera que sea la persona, independientemente de la clase, el sexo, las creencias o cualquier otra categoría social a la que sea adscrita. Por lo tanto, la libertad sin soberanía, sin la capacidad de decidir, sea esta individual o colectiva, es una falacia.

Una persona o un pueblo no serán nunca realmente libres si no pueden decidir sobre ellos mismos y su futuro de manera real y efectiva. Esto es lo que dota a la palabra libertad de todo su más profundo y verdadero contenido.

Blas Infante, al mostrarnos que conseguir la libertad por parte del pueblo andaluz es el objetivo fundamental para lograr su emancipación, fue un revolucionario. Un revolucionario que entendía la revolución en su auténtico sentido de transformación radical de situaciones injustas, en las que las mayorías sociales y los pueblos se encuentran sometidos y de las que necesitan liberarse para poder ser ellos mismos.

Un revolucionario de nuevo cuño que, a diferencia de otros como el propio Martí, antes de él, o de Ernesto Che Guevara o Malcom X, más tarde, y adelantándose a revolucionarios posteriores, como Mahatma Gandhi, Martin Luther King o Nelson Mandela, siempre entendió que debía producirse por vía pacífica, por muy justo y legítimo que pueda ser el recurso a la fuerza para hacer frente a la violencia sistemáticamente ejercida por el opresor.

Pacifismo, señalado por él como uno de los rasgos esenciales de la cultura del pueblo andaluz, que, como él nos demostró con su propia vida y actuación, no debe entenderse como pasividad ni conformismo, ni tiene que estar reñido con la firmeza y la determinación.

Quizás sea este espíritu revolucionario que inspira su pensamiento y su visión de la liberación de Andalucía lo explique la animadversión que despertaba y despierta en quienes, incluso apropiándose del magro fruto de la lucha del pueblo andaluz por su autonomía, tratan de manchar su memoria o, lo que casi es peor, porque no ofende quien quiere sino quien puede,

trivializar su figura y su obra, intentando vaciarla de esa significación revolucionaria que cuestionaba y cuestiona de manera contundente lo que los defensores del orden establecido consideran “estado natural de las cosas” en el que Andalucía debería seguir ocupando sumisamente la posición de territorio colonizado, subalterno y dependiente.

En un tiempo oscuro en el que parece que todo se derrumba, en el que los pocos avances conseguidos en derechos individuales y colectivos están en riesgo cierto de perderse; de profunda crisis cultural y de valores, en el que la lógica del mercado penetra hasta lo más profundo de nuestras vidas, haciéndonos seres cada vez más egoístas e insolidarios, es cuando más necesario se hace reivindicar la luz del pensamiento revolucionario de Blas Infante.

Reivindicación que, para quienes mantenemos su memoria y seguimos siendo inspirados por sus obras, tiene que ser activa.

Debemos, pues, sobreponernos al desánimo, la melancolía y el adocenamiento a los que la actual situación nos puede empujar, y asumir, cada quién en la medida de sus posibilidades y capacidades, esa acción pedagógica que proponía Infante como la metodología para poder lograr dicha transformación revolucionaria de los espíritus y de las conciencias, sobre los que puedan generarse las condiciones materiales para el establecimiento de una auténtica sociedad humana basada en los principios de la justicia, la igualdad, la libertad, la fraternidad y la solidaridad entre todas personas y entre todos los pueblos.

Es este el sentido de las siguientes palabras con las que Blas Infante, en el Manifiesto de las Juntas Liberalistas de 1931, en circunstancias desgraciadamente no tan diferentes de las actuales, nos llamaba a levantarnos:

Cuando la muda y terrible interrogación del hambre jornalera, escándalo del mundo, se proyecte sobre España, como una trágica y secular acusación, no recibid limosnas gubernamentales de mayor o menor cuantía, las cuales resienten a nuestra dignidad; no ingerir en sustitución de derechos efectivos, informes burocráticos y promesas de solución. Levantaos: tomad vuestra tierra. 

Palabras que hoy adquieren un renovado valor cuando, a la situación de los actuales jornaleros agrícolas o de la hostelería, sobre cuya explotación sigue sustentándose buena parte de la economía en nuestra tierra, se añaden todas aquellas personas empobrecidas y excluidas que constituyen ese más del cuarenta por ciento de la población andaluza en situación de pobreza o en riesgo de verse en ella debido a la precarización a la que conduce el modelo económico depredador que se nos impone.

Para enfrentar esta inaceptable situación nos hace falta un Blas Infante vivo que, con su pensamiento y su ejemplo, vuelva a impulsar la lucha por la liberación de nuestra tierra, hasta sus últimas consecuencias.

Recordemos las palabras que pronunciara poco antes de su vil asesinato:

«No os rebajéis más pidiendo la libertad”

para afirmar que la auténtica libertad es la que se alcanza por la decisión de un pueblo, no por concesión graciosa de los que se la tienen secuestrada y se benefician de ello.

Este es, este debe ser, por respeto a su memoria y a su ejemplo, el auténtico sentido de nuestras palabras y de nuestro compromiso al proclamar nuestro lema:

¡Viva Andalucía Libre!

Hermanas y hermanos andaluces:

Aquí, tal día como hoy, asesinaron a Blas Infante. Y aquí, cada 10 de agosto, volvemos para que no se olvide esta infamia, y para que nadie se atreva a repetirla y matar nuestro futuro. Lo hacemos en un acto libre, sobrio, abierto, plural y ciudadano, organizado por la Fundación que lleva su nombre y que custodia su legado, sin más protocolo que el silencio y el respeto que merecen los que dejaron la vida antes de tiempo. Porque en esta misma tierra y bajo este mismo cielo, no sólo mataron a Blas Infante, un hombre bueno que aspiró a liberar al pueblo andaluz como liberaba a los pájaros de sus jaulas. También asesinaron al que fuera alcalde de Sevilla, José González Fernández de La Bandera; al diputado socialista, Manuel Barrios; al masón Fermín Zayas; y al teniente alcalde del Ayuntamiento de Sevilla y militante de Unión Republicana, Emilio Barbero Núñez. Todos arrojados a una fosa común pero no al olvido, como tantísimas personas inocentes en Andalucía. Sólo en las provincias de Córdoba, Sevilla, Huelva y Cádiz hay más represaliados por el franquismo que en las dictaduras chilena y argentina juntas. Cada vez que los nombramos, viven y cobra más fuerza el grito con el que Blas Infante apostilló rebelde cada uno de los disparos que causaron su muerte: ¡Viva Andalucía Libre!


Hemos venido aquí a recordar los recuerdos que no tuvieron. Cada uno de nosotros conserva en el desván de su corazón el gozo que sentimos al contemplar los ojos nuevos de nuestra hija recién nacida; el temblor que nos recorrió el cuerpo al besar por vez primera a la persona que amamos; la desazón al apretar la mano de nuestra madre para impedir que se aleje de nuestro lado como una cometa con el hilo roto. Blas Infante, no. Ellos no. Sus recuerdos se quedaron por hacer, porque sus vidas se quedaron por vivir. Blas Infante no pudo recordar el día que sus hijas se casaron porque sus asesinos hicieron de su traje una mortaja. Blas Infante no pudo ver a sus nietos porque sus ojos siguen clavados en la tierra, huérfanos sin sus gafas. Blas Infante no pudo despedirse de su esposa porque le negaron el derecho al último abrazo antes del adiós definitivo. A Blas Infante le faltan los recuerdos de la vida que no pudo vivir porque fue asesinado. Y a su hijo y a sus hijas les falta el recuerdo del entierro digno de su padre. Un hombre digno como todas las víctimas del franquismo. Lo indigno es que un Estado como el nuestro se haya construido sobre sus huesos. Y que muchos de sus familiares hayan muerto sin el recuerdo de haberse hecho justicia.


Hace poco más de un mes, también fueron arrojados a una fosa común los migrantes que murieron al saltar la valla de Melilla. Se cuentan por miles los que dormirán para siempre en la fosa común del Mediterráneo o del Atlántico, al hundirse las pateras con las que intentaban llegar a una tierra nueva donde fabricar nuevos recuerdos. Ninguno de ellos podrá contar a los suyos de qué color eran los amaneceres más allá del horizonte. Ninguna de ellas podrá amamantar a los hijos que no tuvieron. Ninguno de ellos pudo decirnos su nombre y ninguno de nosotros podrá recordarlo. Decía Blas Infante que en Andalucía no hay extranjeros. Que si me visitas, me sentirás tu huésped, y te sentirás tú, dueño de mi casa. Y es así porque nuestra alma es universal y se entiende en la misma lengua con cualquier alma que venga a dormir a nuestra cama. No somos andaluces por ser hijos de andaluces. Ni siquiera somos andaluces por nacer en Andalucía. Somos andaluces porque hemos decidido libremente serlo. Y quienes murieron al intentar cruzar la calle de agua, también querían ser andaluces como tú y como yo. En muchos casos, para ganarse la vida de manera indigna en los surcos y en los andamios. No para morir de manera indigna y sin recuerdos en una fosa cubierta de tierra o de agua.
Recordarlos también es recordar la memoria reciente de nuestro pueblo. De los jornaleros de entonces y los de ahora, sean camareros, becarios, limpiadoras de hotel o cuidadoras. De los que se llamaban Curro o Lola y de los que se llaman Mohamed o Zaida. El color de la sangre y del sudor nos hermana. De aquellos que tuvieron que emigrar a Cataluña o Alemania con la memoria de su pueblo grabada a fuego en la lengua y en los ventrículos, igual que hoy emigran nuestros jóvenes con másteres en la maleta para ganarse la vida lejos de la Andalucía que aman. Tan andaluces son los que se van como los que vienen. Y unos y otros tienen derecho a elegir libremente su presente, aquí, sin tener que renunciar a que sus recuerdos huelan a romero y hierbabuena.


Hemos venido a recordar los recuerdos que no vivió Blas Infante. A recordarle que seguiremos luchando por los sueños que sí soñó. Que nos sentimos orgullosos y orgullosas de ser andaluces porque así lo hemos querido, de nuestra bandera, de nuestro himno, de lo que hemos conseguido y de lo mucho que nos queda por conseguir. Pero, por encima de todo, hemos venido aquí para que cada flor que depositemos al pie de su estatua sea nuestra manera de comprometernos por una Andalucía más libre y solidaria, rindiendo memoria a cada una de las personas que emigraron de esta vida porque lo mataron, o porque no pudieron alcanzar nuestra orilla, o porque tuvieron que marchar de Andalucía como hicieron sus abuelos y abuelas. Hemos venido aquí para recordar, frente a quienes quieren que olvidemos, el grito que Blas Infante nos dejó escrito en el aire para que hoy lo empuñemos con la garganta: ¡Viva Andalucía Libre!

El asesinato de Blas Infante en la noche del 10 al 11 de agosto de 1936 en Sevilla, no solo supuso una pérdida irreparable para la Andalucía democrática, constitucional y republicana, sino también, como es obvio, para su familia: su esposa y sus hijas (Luisa, María Angeles y Alegría) e hijo (Luis Blas). Al inmenso dolor emocional y afectivo, se le unieron grandes dificultades económicas. María Angustias, la viuda, tuvo que asumir completamente sola el mando de una casa. Un enorme esfuerzo añadido al dolor del asesinato cruel e impune de su marido.

En ese contexto, solo un mes después del crimen, el 13 de septiembre de 1936, María Angustias tuvo que firmar un contrato de arriendo con Salvador González Lamas de las tierras adyacentes a la Casa de Coria del Río para conseguir unos ingresos. Este documento, contenido entre sus manuscritos y anotado con la inscripción de la mano de su biógrafo Enrique Iniesta como AIZ, incluye quince cláusulas como la de otorgar la vigilancia de la finca -recordemos que aún están en plena Guerra Civil-, así como el cultivo y cuidado de naranjos, manzanos, olivos, hortalizas, una vaca -Garbosa-, una becerra -Princesa-, algunos cerdos, colmenas y cinco conejos. Además, se añaden al acuerdo diversos aperos de labranza.

El texto finaliza con la firma de Salvador González y la de “María Angustias García de Infante” (sic).

Manuel Hijano del Río.