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A Juan Antonio Lacomba. Cuatro años después de su fallecimiento.
Escribir sobre un intelectual, investigador e historiador de la altura de quien es Patrono de la Fundación Blas Infante desde su creación, Juan Antonio Lacomba, supone un reto. Es fácil cometer un error u olvido, porque su producción científica es muchísima, así como los escenarios de su vida, los ámbitos y temas abordados, y el gran número de libros y artículos para la Historia de Andalucía. A modo de recuerdo, cuatro años después de su fallecimiento, el intento es muy necesario y merecido.
Juan Antonio nace en Chella, provincia de Valencia, en 1938. En 1961, consigue su licenciatura en Filosofía y Letras y se doctora en Historia por la Universidad de Valencia en 1967, ciudad donde inicia su andadura como profesor de secundaria y también como docente universitario colaborador.
Su Tesis Doctoral profundiza sobre la crisis española de 1917, un trabajo que el franquismo censura en un primer momento, aunque años más tarde consigue ver la luz. Posteriormente, trabaja en Institutos de Pontevedra y Béjar, provincia de Salamanca. Un año después de lograr su cátedra de enseñanza secundaria, en 1966, pide su traslado a Málaga. Primero consigue plaza en el Instituto de Vélez-Málaga y, posteriormente, se traslada a la capital malacitana, para ejercer como docente del Instituto Nuestra Señora de la Victoria, en el Paseo de los Martiricos. Una década después, llega a ser su Director.
En los setenta, se incorpora a la docencia universitaria. En 1970, como profesor adjunto del Colegio Universitario y, en 1979, toma posesión de la cátedra en Historia de la Economía, en la Escuela Universitaria de Empresariales de la Universidad de Málaga.
Cinco aspectos relevantes de su vida y obra.
Más allá de sus datos puramente biográficos, es momento también de hacer un sencillo, inicial y breve análisis de lo que supone para Andalucía la vida y obra de este intelectual del andalucismo. Para ello, abordaremos sus orígenes familiares y su formación, la promoción de diversas iniciativas y organizaciones, la investigación del andalucismo histórico, sus experiencias en política, y su trabajo como historiador y docente.
En primer lugar, recibe una sólida formación en el seno de su familia. Su entorno más próximo se convierte en el espacio donde aprende y lee de todo, que propicia el estudio y el amor por la Historia. Por otro lado, en su casa valenciana, Juan Antonio Lacomba conoce a Manuel Ballesteros, catedrático de Historia de la Universidad de Valencia y de la Complutense, amigo de su padre. Es este universitario quien le aficiona a las lecturas históricas.
Su padre, Juan Lacomba Guillot, es un “maestro de la República”. Nace en el Cabanyal (Valencia), colabora en varios periódicos, estudia Magisterio y se inicia en la Pintura y en la Literatura. En 1928, se traslada a Galicia donde trabaja en una escuela rural. Poeta de renombre, trabaja en Chella desde 1932 a 1939, donde comienza a aplicar las teorías pedagógicas de la Institución Libre de Enseñanza de Giner de los Ríos. Un año antes de salir del pueblo, tuvo a su hijo Juan Antonio. Hoy un colegio público en Chella lleva su nombre: Juan Lacomba Guillot, situado en la Avenida de la Constitución.
Su padre pertenece a la generación de docentes renovadores republicanos ante el fracaso del sistema educativo español y, para ello, buscan y ponen en práctica nuevas metodologías más allá de los métodos tradicionales. Son los protagonistas del intento por conseguir los ideales republicanos de escuela única, libertad de cátedra, y escuela laica.
Lacomba, en segundo término, está en los orígenes de muchas instituciones e iniciativas. Expongamos algunos momentos de su vida, cuando forma parte del elenco de los iniciadores o promotores de proyectos ejecutados.
Por ejemplo, como ya hemos mencionado, cuando llega a la capital malagueña, lo hace integrándose en la plantilla del recién creado Instituto Nuestra Señora de la Victoria, en el barrio de Martiricos. En 1966, ese instituto representa la ampliación del histórico Instituto de Gaona y hasta allí se lleva la sección masculina y el material pedagógico usado en el centro: biblioteca, archivo, las colecciones de objetos científicos dedicados a la enseñanza, los gabinetes… El nuevo edificio lo inaugura Franco tan solo cinco años antes, en abril de 1961. Una obra arquitectónica de Miguel Fisac Serna considerada de las más vanguardistas en lo que a construcciones escolares se refiere. Ese edificio innovador, consigue albergar un grupo de docentes afines a la reforma de la enseñanza secundaria. Son años próximos a la Ley General de Educación (Ley Villar Palasí) de 1970. Momentos de una tímida modernización de un sistema educativo inserto en un régimen dictatorial.
También Lacomba forma parte de la Historia de los inicios de la Universidad de Málaga. Llega a una ciudad que está pidiendo su centro de enseñanzas superiores y que se consigue en 1972. Una capital donde la formación universitaria se convierte en un objetivo para fortalecer el incipiente desarrollo económico. Juan Antonio se incorpora como docente a tiempo parcial de la Facultad de Ciencias Políticas, Económicas y Empresariales. Un centro que comienza a dar clases el 10 de octubre de 1965. En 1979 obtiene su plaza como Catedrático en la Escuela Universitaria de Empresariales. Pero también encontramos a nuestro profesor en la lista de socios fundadores del Ateneo de Málaga. Es su Presidente entre 1981 y 1983 y también Presidente de Honor, desde mayo de 2016, en sustitución del emérito Juan Carlos I. Una institución crítica, progresista, que tiene problemas para su legalización y desarrollo en la malacitana plaza del Obispo. Fernando Arcas Cubero resume muy bien la labor de Juan Antonio: “Gracias a Lacomba, en los 70, por el Ateneo de Málaga, pasó lo mejor de la historia, la sociología y la política española de esos momentos (…) Lacomba fue pionero al traer a España del exilio al historiador Manuel Tuñón de Lara para ofrecer una conferencia en Málaga, la primera que pronunció en España”. Al Ateneo también vienen desde Gil Robles, hasta Tamames, pasando por Enrique Tierno Galván.
De aquella época quedan numerosas muestras documentales de que el franquismo vigila al Ateneo. Un informe del Servicio de Información escribe, según la revista Nuevo Siglo (nº22): «Por los anuncios o títulos de las conferencias o disertaciones no se puede formar juicio de cómo pueden ser éstas en cuanto a intencionalidad, pero es el caso que con mucha frecuencia los conferenciantes se pasan de rosca, y su intervención es más bien que una ilustración cultural o científica, una irónica y refinada crítica de la situación política nacional».
También “La Vanguardia” del 12 de junio de 1975, refiere la noticia de la suspensión gubernativa de la conferencia de Gil Robles sobre la Segunda República, en el marco del ciclo organizado por Lacomba sobre “Aspectos de la Historia social de España en el siglo XX”.
Y, por último, es Presidente fundacional de Andalucía Ahora. El 4 de diciembre de 1989 se crea esta asociación donde se encuentran Manolo Sanlúcar, Salvador Távora, Calixto Sánchez, Naranjito de Triana, Joaquín Ruiz Postigo, José Manuel Millán Chivite, entre otros, “cercanos al partido andalucista”, según el ABC 5 de diciembre de 1989. Este colectivo, según se dice ese día, defiende la defensa del habla andaluza, así como del patrimonio histórico y cultural de Andalucía.
Es precursor de los estudios sobre el andalucismo histórico. Tenemos datadas varias fechas que demuestran su interés por la investigación sobre la figura de Blas Infante. Por ejemplo, encontramos una primera conferencia el 17 de diciembre de 1974, en el Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Sevilla con el título “en torno al regionalismo andaluz”, como continuación del libro de Nicolás Salas, “los 7 círculos viciosos del subdesarrollo”. Cuenta la historia de andalucismo y el carácter solidario del regionalismo andaluz.
Hallamos otra conferencia sobre los “orígenes históricos del regionalismo andaluz” el 2 de abril de 1976, en la Escuela Universitaria de Estudios Empresariales de Jerez, enmarcada en un ciclo de conferencias sobre el Regionalismo Andaluz. Le presenta Juan Collado Casal y habla del regionalismo decimonónico, del Ideal Andaluz, Blas Infante, las Asambleas de 1918, 1933, del Manifiesto de 1919, entre otros asuntos. En el mismo ciclo, intervienen, días más tarde, Luis Uruñuela, Nicolás Salas y Ortiz de Lanzagorta. Con posterioridad, localizamos otras conferencias en Sevilla en marzo de 1976… Esos son los inicios de una larguísima, prolija y profunda vinculación con el estudio de la vida y obra del líder andalucista. Por ello, no debe extrañar que se contara con él para constituir la Fundación Blas Infante. Un lugar que ocupa hasta su fallecimiento de forma muy activa y constante.
Sus inquietudes y su afán por cambiar la Andalucía en la que se integra le llevan a tener varias experiencias políticas, cortas en el tiempo, pero intensas.
Por un lado, el Presidente andaluz, Rafael Escudero, lo nombra Director General de Patrimonio Cultural con el primer gobierno surgido tras las primeras elecciones andaluzas en mayo de 1982, siendo Consejero de Cultura Rafael Román Guerrero. Durante esos años, lucha por la gestión de la cesión de la gestión de la Alhambra a la recién nacida Junta. «Tenía que demostrar que no sólo teorizaba, sino que actuaba», dice en una entrevista con La Opinión de Málaga, en 2011. Crea el Instituto de Cultura Andaluza, en octubre de 1982, con la finalidad de llevar a cabo “la investigación, estudio y difusión en sus respectivos ámbitos y la articulación en cada uno de ellos de los sectores específicos de trabajo que propongan y desarrollen líneas, temas y métodos sobre los distintos aspectos de la cultura andaluza y su proyección, especialmente en las áreas geográficas con las que Andalucía posee particulares vínculos culturales o históricos”. Abandona el cargo a corto plazo porque “la política era una profesión que ocupaba las 24 horas del día”.
Pero su vinculación con la Política no se queda aquí. En enero de 1977, se celebra una reunión de personas andaluzas independientes y líderes del entonces Partido Socialista de Andalucía: Alejandro Rojas Marcos, Luis Uruñuela y Miguel Angel Arredonda. Además, de Lacomba, como independiente, aparecen Plácido Fernández Viagas, José María Javierre, Alfonso de Cossío, José Ramón Moreno. Todos deciden “promover un llamamiento sobre la necesidad de un bloque unitario de las fuerzas políticas democráticas andaluzas en las próximas elecciones para la defensa de los intereses de Andalucía”.
Finalmente, Lacomba se presenta como candidato a diputados en Cortes por Málaga y por el Partido Andalucista, en las elecciones generales de 1989. El PA obtiene dos diputados, (Rojas Marcos, por Sevilla y Antonio Moreno, por Cádiz) y Juan Antonio consigue casi 27.000 votos en su provincia, quedando por detrás de las candidaturas de tan conocidos diputados como Carlos Sanjuán, Celia Villalobos o Antonio Romero. En la campaña electoral, con motivo del “secuestro de los guiñoles” y la detención de Luis Recuerda, dirigente del PA, en la calle Larios, tenemos un ejemplo del Lacomba herido en su libertad de expresión. La Vanguardia de 18 de octubre de 1989, en su página 20, recoge sus declaraciones con respecto al suceso, en las cuales muestra su “indignación por unos hechos que no hacía ni el franquismo”.
Todo este currículum encuentra un denominador común: su constante inquietud por ser un historiador y docente honesto y excelente profesional, con Andalucía como marco de referencia imprescindible. Lacomba ejerce como andaluz y como investigador histórico. Es el primero, como titula uno de sus artículos, que escribe sobre la Historia de Andalucía y no sobre la Historia en Andalucía. Y, para ello, sienta cátedra desde los años setenta con numerosísimos trabajos sobre un territorio que siente como suyo. Así, ya lo encontramos como ponente del primer Congreso de Historia de Andalucía, miembro fundacional del Seminario de Historia de Andalucía en mayo de 1981 y presidido por Antonio Domínguez Ortiz, coautor de la primera Gran Enciclopedia de Andalucía, en 1979 … Su libro “Aproximación a la historia de Andalucía”, a juicio de Fernando Arcas, representa la primera síntesis de historia andaluza moderna: “El primer libro andaluz de nuestro tiempo se debe a Lacomba”. En total, según la base de datos Dialnet, entre 1963 y 2016 escribe 86 artículos, 32 obras colectivas y 11 libros. Unas cifras a las que hay que añadir, por ejemplo, numerosísimas aportaciones a los Congresos sobre el Andalucismo Histórico de la Fundación Blas Infante.
Innovador en sus clases, buscando, más allá de la lección magistral, el aprendizaje real, significativo entre sus alumnos, de quienes se han publicado algunos testimonios: para el Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Málaga, Eugenio José Luque Domínguez, “fue un vanguardista y un innovador en sus clases, trabajador constante y minucioso que creó escuela, con discípulos por toda España”. Según Luque, Lacomba, recibe la Insignia de Honor de la Facultad en 2009, en reconocimiento a su labor profesional, dedicación, talento y legado, y encarna la figura del ‘Maestro’ en el sentido más noble de la palabra. Según Arcas “Fue el maestro de los historiadores malagueños, a la vez que una persona e intelectual de referencia. Trajo la historiografía europea a la Universidad de Málaga”.
Lacomba se define como andaluz «de voluntad» y no encuentra mejor manera de serlo que trabajando por la sociedad que lo acoge. La frase perfila al personaje: un andaluz nacido en Valencia que rinde el mejor servicio a su tierra elegida: «Como soy mediterráneo, me quedé aquí», afirma. Lacomba, andaluz porque quiso, tiene claro que la única manera de serlo era trabajar. Su hija Beatriz dice que «Si quería ser andaluz, sabía que entre sus deberes estaba conocer su historia”.
Para terminar, un mensaje para los andaluces del futuro pronunciado en el programa televisivo de Canal Sur, “Tesis”:
«Primero: Tomar conciencia de ser andaluz. Que no sólo se sienta andaluz, porque los andaluces siempre se han sentido andaluces. Eso significa que tengan conciencia de que forman parte de una Historia, de una Geografía de una sociedad, de una Cultura. Segundo: Que se educaran. Que aprovechen su paso por la primaria, secundaria o la universidad. Porque eso es lo fundamental para que una sociedad pueda ir hacia adelante. Que ampliaran sus conocimientos al máximo. Y Tercero: que su participación en la vida andaluza fuera pensando en los andaluces. Por decirlo en una frase, que su esfuerzo fuese dirigido al bien de la Comunidad.”
Manuel Hijano del Río.
Comunicado de la Fundación Blas Infante
Ha aparecido en el BOJA del pasado día 4 el decreto mediante el cual se da cobertura legal a la utilización por parte del presidente de la Junta de un diseño inspirado en el escudo de Andalucía que modifica el creado por Blas Infante y los participantes en la Asamblea de Ronda de 1918 y oficializado en el vigente Estatuto de Autonomía. En ese diseño se elimina el lema y se añaden laureles, una corona real y la inscripción «Presidente de la Junta de Andalucía» (en masculino).
Esta Fundación hizo pública su posición al respecto cuando, hace unos meses, apareció este escudo que modifica el oficial (y que no lo «simplifica» como se lee en el decreto) en el atril y la solapa del actual presidente de la Junta. Nos ratificamos ahora en lo que entonces expresamos y añadimos que no vemos necesidad ni conveniencia alguna en esta innovación, que transforma, desnaturalizándolo, uno de los principales símbolos de nuestra nacionalidad. Creemos, además, que para la máxima autoridad política de Andalucía debería ser suficiente y un orgullo ostentar el escudo que representa a todos los andaluces y andaluzas sin modificarlo ni «personalizarlo». La referencia en el decreto a que el nuevo diseño se inspira en el ya existente de las medallas que se otorgan anualmente por el Consejo de Gobierno no supone justificación alguna para esta innovación, ya que es este diseño el que viene siendo una anomalía necesaria de remediar.
Por todo ello, el Patronato de la Fundación lamenta esta intervención en el escudo histórico y oficial de Andalucía; una acción que, más allá de sus intenciones -con las que no queremos especular- supone objetivamente una falta de respeto hacia uno de los símbolos más significativos de Andalucía, creado hace más de cien años por quien está definido en el Estatuto como «Padre de la Patria Andaluza».
Andalucía, 11 de enero de 2021.
Intervención de Pura Sánchez en el Acto del 84 Aniversario del Asesinato de Blas Infante
Estamos aquí, un año más, para reafirmarnos en nuestra idea más fértil, en nuestra ilusión más firme, en nuestra utopía más necesaria: la de una Andalucía libre y soberana. Una Andalucía como la pensara, la sintiera y la defendiera Blas Infante, a quien tuvieron que arrancarle la vida, hace ahora 84 años, para intentar borrar su Ideal.
Aquí estamos de nuevo otro 10 de agosto, hermanas y hermanos andaluces, para proclamar a los cuatro vientos que, quienes intentaron acabar con las ideas de Blas Infante, solo lograron acabar con el hombre. Más de ochenta años después de aquella noche trágica, esta persistencia en el recuerdo y la vigencia del pensamiento del Padre de la Patria andaluza deben seguir dando alas a nuestra esperanza.
Nos arrebataron al hombre justamente cuando la causa autonomista andaluza estaba cuajando enun proyecto de estatuto. El fracasado golpe de estado del 18 de julio de 1936 y la guerra que provocó nos dejaron al pueblo andaluz huérfano y con la miel en los labios. Pero no nos hemos rendido en todos estos años. A pesar de que su figura se maltrate en los currículos escolares, a pesar de que en ocasiones se intente descafeinar su pensamiento, tratando de desactivar su indudable carga revolucionaria, a pesar de que se nos arrebatara a un andaluz tan claro, sus ideas revolucionarias y andalucistas nos siguen sosteniendo en nuestro afán de ser y pensarnos como pueblo.
Ochenta y cuatro años después de aquella noche fatídica, el cuerpo de Blas Infante todavía está desaparecido. Como el de tantos andaluces y andaluzas, que también hoy aquí recordamos. Y a quienes tratan de manipular la realidad histórica con el invento de una nueva ley, dicen que de “concordia”, les decimos que la concordia solo tiene un camino y es el de la verdad, la justicia y la reparación. Desde aquí hoy, afirmamos nuestra determinación de seguir con el balcón abierto, como lo expresara otro desaparecido; Federico dejó dicho en un poema titulado significativamente “Despedida”: “Si muero/ dejad el balcón abierto. El niño come naranjas/(desde mi balcón lo veo)/ El segador siega el trigo/ (desde mi balcón lo siento)/ Si muero/ dejad el balcón abierto”.
Abierto está el balcón para que ellos, nuestros desaparecidos, se sigan asomando a la vida y conozcan el devenir de su pueblo y de su casa, Andalucía. Esta casa que, como decía otro gran poeta, en otro poema también de despedida, está pintada, no vacía, del color de las grandes pasiones y desgracias… pero, en esta casa, aún anida la esperanza.
Y desde la esperanza, que se asienta en la memoria y extiende la mirada al futuro, quiero dirigirme en esta ocasión especialmente a vosotras, hermanas andaluzas y andalucistas, como mujer andaluza y como mujer del Sur, el lugar político en el que nos situamos quienes somos, nos sentimos y nos pensamos andalucistas.
El Manifiesto de la Nacionalidad, en enero de 1919, tomando como antecedentes la Constitución de Antequera de 1883, habla en su apartado segundo – “Andalucía, libre”- del deseo de “dignificar a la mujer esclavizada por un bárbaro Derecho que tuvo en Roma su inspiración y que repugna al genio humano y generoso de Andalucía”. Y afirma: “Queremos reconocer (…) la independencia civil y social de la mujer. Toda subordinación que para ella establezcan las leyes quedará derogada desde la mayoría de edad”. Y sigue: “Andalucía llora…llora cuando contempla a sus mujeres jornaleras, implorar en los hogares desolados, guaridas de la miseria y de la muerte, en los tristes días de invierno, y a sus evocaciones no se responde (sino) con el alimento que la prostitución les dona por la mano de señoritos casineros, dueños de la tierra y herederos de los nobles haraganes”.
Años más tarde, en 1931, Blas Infante volverá a referirse a la situación de las mujeres andaluzas. Así define el cuarto dolor de Andalucía: “Dolor de esclavitud familiar. Criterio del gobierno: remitir a un Código Constitucional el problema de la libertad familiar y, mientras tanto, al cabo de cuatro meses de República, solo el matrimonio canónico entre los demás religiosos surte efectos civiles; es indisoluble el matrimonio y la mujer sigue siendo esclava civil del marido”.
Casi 90 años después, podemos preguntarnos, hermanas, si seguimos siendo unode los dolores denuestra Andalucía y también qué nos duele a las mujeres andaluzas. ¿Cómo nos tratan desde los espacios políticos? ¿La igualdad formal, la paridad, los consejos andaluces “de la mujer”, el feminismo institucionalizado… han transformado nuestras vidas, han erradicado la violencia de la que somos objeto…?
Las mujeres, muy especialmente en Andalucía, lo sabemos bien, somos quienes seguimos soportando en gran medida el peso de la pobreza, de tiempo y recursos materiales, el empleo precario e insuficiente, la parquedad de unos servicios sociales que nos atan a la miseria y la dependencia. Esta situación se ve agravada tanto por la invisibilidad que propician las generalidades estadísticas como por la insistencia en reducirnos al papel de víctimas. Somos andaluzas, mujeres del sur, minusvaloradas y hasta despreciadas por nuestra manera de expresarnos, de entender la vida, de relacionarnos. Expuestas a la violencia institucional y a la violencia machista, a la violencia del patriarcado y la de del capitalismo extractivista, a nosotras no nos han salvado ni los pactos de estado, ni las leyes de igualdad más o menos bienintencionadas, ni los planes y programas de vida efímera, marcado todo ello, las más de las veces, por el signo de la impostura y el cinismo político. Seguimos estando afectadas las andaluzas por brutales discriminaciones y desigualdades estructurales. Somos las colonizadas, las subalternas, las dependientes, a las que se nos asignan migajas presupuestarias e ingresos mínimos que no nos alcanzan para vivir, mientras nos intentan adormecer con discursos y políticas paternalistas y falsamente protectoras. La cruel realidad es que pobres, muertas y explotadas resultamos ser más útiles al poder que vivas y soberanas de nuestras vidas.
Sin embargo, muchas mujeres andaluzas hemos empezado a decir basta. Basta de la colonización que sufrimos como pueblo, que borra nuestra conciencia y degrada nuestra identidad. Basta de considerarnos usuarias sumisas de las ayudas institucionales, que no nos sacan de pobresni a nosotras ni a nuestras familias. Basta de violencia machista, de violencia económica, de violencia institucional. De todas las violencias. Basta: no queremos seguir siendo consideradas víctimas, usuarias y precarias.
Necesitamos articular desde Andalucía, un movimiento colectivo de rebeldía soberanista, que nos permita enfrentar todas las colonizaciones, todos los privilegios patriarcales, racistas, capitalistas y heteronormativos que nada tienen que ver con los valores de nuestra cultura andaluza. Y, desde Andalucía, proyectar ese movimiento solidario, fuerza y motor contra el orden patriarcal que impera en cualquier punto del mundo.
Para ello tenemos dos potentes herramientas a nuestro alcance: la memoria de nuestras antepasadas y el feminismo andaluz.
Nuestras madres y abuelas sufrieron la represión política y se las estigmatizó con nombres infamantes. Las llamaron rojas e individuas de dudosa moral porque se atrevieron a soñar y a reclamar un mundo mejor y diferente; y pagaron un alto precio por ello. ¡Qué caro resulta soñar! ¡Y qué necesario!
Algunas fueron a parar a fosas comunes de mujeres, solo de mujeres, una trágica singularidad de la represión en Andalucía. Otras sufrieron el destierro o fueron reducidas al silencio en el largo exilio interior. Y callaron. Pero no olvidaron.
Cómo no recordar hoy a Angustias García Parias, la esposa de Blas Infante, peregrinando por los despachos en busca de noticias y piedad, cuidando de sus criaturas, agobiada por las sanciones económicas y por el estigma de ser mujer de un fusilado. Cómo no recordar a Luisa Infante, que recosió la bandera verdiblanca para que pudiera ondear de nuevo en el aire esperanzado de 1977. Cómo no pensar en la niña M.ª Ángeles, que nunca quiso celebrar su santo, porque ese día le arrebataron a su padre. Cómo olvidar a las hermanas García Caparrós, fieles guardianas de la memoria de su hermano, y a tantas y tantas madres, hermanas, esposas, hijas de represaliados, desaparecidos, fusilados, encarcelados: muertas en vida, castigadas, violentadas, sometidas al expolio y maltratadas por la miseria moral de los vencedores. Y aún así, nunca se rindieron, nunca cejaron en su empeño de contar lo que pasó, de buscar a sus seres queridos, de reclamar verdad, justicia y reparación. Su silencio resistente, sus recuerdos familiares y personales, amorosamente guardados, alimentan hoy nuestra memoria y nuestra rebeldía. Sus relatos nosofrecen un espejo luminoso en el que mirarnos para conocernos y reconocernos.
Junto a la memoria militante, la otra herramienta que nos ayudará a articular ese necesario movimiento de rebeldía soberanista es el feminismo andaluz, con el que avanzar en la tarea de construirnos como sujetas políticas, soberanas de nuestros cuerpos, la más radical de las soberanías, pero también de nuestro tiempo, de nuestros deseos y aspiraciones, con capacidad para decidir de forma individual y colectiva cómo pensarnos.
Cuando hablo de feminismo andaluz, no me refiero con ello ni a un feminismo en abstracto, intelectual y descarnado ni, por supuesto, al feminismo adormidera, de retórica y porcentaje, que reproduce y construye espacios excluyentes desde los que no se puede configurar sino una identidad excluida, en la que la paridad se instrumentaliza para colonizarnos políticamente.
Porque nuestra situación como mujeres andaluzas es cuantitativa y cualitativamente diferente, necesitamos un instrumento para combatir nuestros dolores, que esté a la altura de nuestras ansias y nuestra necesidad de transformación, un feminismo andaluz, donde lo andaluz no sea un añadido, un matiz, sino la materia primigenia con la que conformar esa poderosa arma transformadora.
Nos urge, para empezar a caminar, reapropiarnos de ese espacio político que es el sur andaluz y subalternizado, transformándolo en un espacio desde el que impugnar el poder, desde el que desafiarlo para romper las cadenas de la colonización, la subalternidad, la dependencia y la alienación. En ese proceso de impugnación de un poder patriarcal y capitalista, las mujeres andaluzas nos iremos construyendo como sujetas políticas soberanas, en tanto que participamos en la articulación soberana de nuestro pueblo.
En el feminismo andaluz necesitamos conjugar una mirada hacia adentro, hacia nosotras mismas, con la mirada hacia afuera, hacia los márgenes del neoliberalismo mundial, donde se sitúan los feminismos de las excluidas: los feminismos negros, los feminismos árabes, de los países hermanos de América Latina, que están ensanchando las estrechas costuras del feminismo blanco, eurocéntrico y burgués. Necesitamos construir un pensamiento feminista centrado en Andalucía y que, desde Andalucía, se proyecte a otros pueblos y se hermane con ellos. Porque somos andaluzas, pero también somos negras, gitanas, árabes, castellanas y judías, hijas de exiliadas y transterradas, migrantas de procedencias lejanas y cercanas; por eso, queremos que nuestro feminismo andaluz sea inclusivo, abierto, ancho y sin fronteras.
El feminismo andaluz puede y debe anclarse en nuestra tradición cultural, la que nos hace considerarnos hermanas, la que mima la convivencia en los patios de vecindad, la que esgrime la alegría ante la incertidumbre de lo cotidiano, la que ofrece generosa hospitalidad a pesar de la escasez, la que nos lleva a organizarnos en redes de cuidados y ayuda mutua para hacer frente a las crisis de este capitalismo
depredador y asesino, la que nos empuja al abrazo empático. Aunque ya hace algún tiempo que venimos haciéndolo, hay que insistir en mantener y resignificar esta cultura de las relaciones humanas, que tejen las mujeres andaluzas infatigablemente, como milenarias penélopes, porque en ella hay elementos de resistencia frente a la alienación y la subalternidad que nos debilita como pueblo.
Necesitamos, entre todas y todos, reconstruir y consolidar en Andalucía los movimientos sociales por abajo, haciendo que el feminismo andaluz los atraviese y los enriquezca. Porque no es posible la transformación nacional sin la transformación social y esa es la que estamos encabezando nosotras, aquí y ahora. Y a nuestros compañeros andaluces les decimos que no se puede aspirar a la liberación de un pueblo mientras se mantiene a sus mujeres sometidas, calladas y empobrecidas.
Así, con el espejo de nuestras antepasadas en una mano y el feminismo andaluz en la otra, el movimiento de rebeldía soberanistaha de desembocar en la tarea más ilusionante y transformadora: la construcción de la matria andaluza. “Cada vez que dicen patria, pienso en el pueblo y me pongo a temblar”, dice Carlos Cano en el Tango de las madres locas. Y es que, hermanas, la patria ha utilizado históricamente la figura de la mujer-madre para la elaboración simbólica de la madre patria, ambas caracterizadas con los atributos de la sumisión, la entrega y la renuncia. Así se ha construido un modelo de patria masculinizado y excluyente, enraizado en el patriarcado, que usa a la mujer simbólica mientras excluye y sacrifica a las mujeres de carne y hueso.
Para construir nuestra matria, las mujeres necesitamos arrebatar al estado nación el espacio de dominación que son nuestros cuerpos, el lugar donde el poder se hace carne. Necesitamos alcanzar la soberanía y la capacidad de decidir sobre nosotras mismas. Pero también debemos transformar nuestro ámbito de pueblo-nación, desarmando las relaciones de poder jerarquizadas a la vez que construimos un espacio de relaciones nuevo, no excluyente, no jerarquizado, no androcéntrico ni masculinizado. Una matria andaluza en la que sus hijos e hijas habiten en paz, con un modelo de economía que esté al servicio de la vida; un ámbito de relaciones heterogéneo y diverso, inclusivo y liberador, tanto de los colonialismos, como de las jerarquías internas. Una matria en la que se integre lo diferente y lo diverso no se niegue, en la que tengamos conciencia de nuestra realidad de pueblo colonizado, sí, pero sin obviarlos diferentes modos en que se ejerce la colonización, las diferentes formas en que nos afecta a hombres y mujeres y los diferentes papeles que jugamos en el proceso colonizador.
Hermanas andaluzas, hermanos andaluces, las mujeres que nos sentimos y nos pensamos andaluzas y andalucistas os llamamos a compartir nuestro sueño, a imaginar y construir nuestra matria como una Dar al-Farah, como una renovada Casa de la Alegría, donde las mujeres seamos libres, vivas, soberanas y en pie, como pensamos y queremos a Andalucía.
¡Viva Andalucía Libre!
Pura Sánchez.
Intervención de Antonio Manuel en el Acto del 84 Aniversario del Asesinato de Blas Infante
Hermanas y hermanos andaluces:
Aquí, tal día como hoy, asesinaron a Blas Infante. Y aquí, cada 10 de agosto, volvemos para que nadie olvide esta infamia y para que nadie se atreva a repetirla y volver a matar nuestro futuro. Lo hacemos en un acto libre, sobrio, abierto, plural y ciudadano, organizado por la Fundación que lleva su nombre y custodia su legado, sin más protocolo que el silencio y el respeto. Porque en esta misma tierra y bajo este mismo cielo, no sólo mataron a Blas Infante, por encima de todo, un hombre bueno que aspiraba a liberar al pueblo andaluz como liberaba a los pájaros de sus jaulas. También asesinaron al que fuera alcalde de Sevilla, José González Fernández de La Bandera; al diputado socialista, Manuel Barrios; al masón Fermín Zayas; y al teniente alcalde del Ayuntamiento de Sevilla y militante de Unión Republicana, Emilio Barbero Núñez. Todos arrojados a una fosa común pero no al olvido. Cada vez que los nombramos, viven y cobra más fuerza el grito con el que Blas Infante apostilló rebelde cada uno de los disparos que causaron su muerte: ¡Viva Andalucía Libre!
Cierren los ojos e imaginen por un momento que han asesinado a vuestro padre, a vuestro hijo, a vuestro compañero de vida. Ese dolor que os retuerce el espinazo fue el que sintieron las mujeres que rodearon a Blas Infante desde el día en que fueron a llevarle café y sandía al Cine Jáuregui donde lo tenían preso, y le devolvieron dos colchas, un termo, un reloj, una pluma y una alianza. Fueron ellas su verdadera infantería. Las que conservaron su memoria en su ausencia. Las que cuidaron durante la dictadura la Casa de la Alegría, el escudo de la puerta, la arbonaida en el arcón, los libros y los discos en sus estanterías, sus manuscritos en los cajones… Sin ellas, no brillaría con tanta luz el recuerdo de Blas Infante como no brilla la noche sin las estrellas. Ellas fueron su mujer, Angustias; su madre, Ginesa; y sus hijas Luisa, María de los Ángeles y Alegría. Blas Infante tenía a su madre Ginesa en un altar. A ella le dedicó una habitación en Dar al Farah con inscripciones aljamiadas que decían: “Vivirá en sus nietos la abuela Ginesa. ¡Noble señora Ginesa! Reina Ginesita”. Convencido de que la memoria se trasmite por el cordón umbilical de los cuidados de las madres.
A su viuda, Angustias García Parias, se le llenó el cuerpo de manchas negras como si la piel tomara el color del alma y del luto que llevaba puesto. Perdió tanto peso que aprovechó cada vestido para hacer otro a las niñas. Y se arruinó con tal de no desprenderse de la Casa de la Alegría, a la que siempre consideró la tumba que negaron a su marido. Sembró un jardín de lilas, violetas y pensamientos por dónde lo sacaron para que nadie volviera a profanar sus últimos pasos. Como tantas madres en la posguerra, dio de comer a sus hijos tortillas sin huevo con polvos teñidos de amarillo. Y aunque repitió a su marido cien veces “¿Quieres dejar a Andalucía que no te va a traer más que una tragedia?” fue gracias a ella que conservamos la misma bandera que presidió la manifestación del 4 de diciembre de 1977, y el escudo de la puerta, sin coronas ni laureles. Por respeto a quienes se jugaron la vida cuidando los símbolos de Andalucía, desde la Fundación Blas Infante exigimos que dejen de jugar con ellos.
Blas Infante fue un buen padre. Para que su hijo y sus niñas aprendieran a escribir, les dictaba que “La amapola es la flor más roja del campo”; les regalaba un caballo de madera para explicarle el mito del caballo de Troya; les recitaba cantando la “Luna Lunera”; o les narraba las aventuras del Quijote en los azulejos de la casa. Luisa, la mayor, continuó la tarea de su madre al quedarse en vivir en Dar al Farah cuando ella falleció. La más chica, Alegría, no tuvo tiempo de llamarlo padre. Y María de los Ángeles, jamás celebró su santo porque fue en ese día cuando lo arrancaron de sus brazos para siempre. Ella también perdió a su marido y a su hija, pero jamás el empeño en defender la memoria eterna de su padre, presidiendo la Fundación y este acto durante más de 30 años.
No podemos honrar la memoria de Blas Infante sin honrar la de su madre, esposa e hija que custodiaron la suya. Como no podemos hablar de andalucismo sin recordar que fuimos pioneros en la reivindicación de la libertad civil y el reconocimiento de los derechos de las mujeres, desde la Constitución de Antequera de 1883 hasta el programa de la Candidatura Republicana Revolucionaria Federalista Andaluza, para las Cortes Constituyentes de 1931. Andalucía tiene nombre de mujer. Y quizá porque sea nuestra Matria, padece la misma discriminación estructural que todavía sufren las mujeres en pleno siglo XXI. En unas circunstancias tan duras como la que estamos soportando, son las mujeres y Andalucía las que protagonizan los peores índices de paro y de pobreza. Sin duda, porque sus males son los mismos. Porque su lucha, es la misma.
Que cada uno de estos ramos de flores que depositamos a los pies del monumento a Blas Infante, recuerden también a las mujeres de su vida y a todas las mujeres que mantuvieron viva la memoria del pueblo andaluz.
¡Viva Andalucía Libre!
Antonio Manuel, Patrono de la Fundación Blas Infante.
Comunicado de la Fundación sobre el Escudo de Andalucía
La Fundación Blas Infante tiene, desde su creación en 1983, como fin fundamental preservar el legado de Blas Infante y difundir su pensamiento, así como profundizar en los problemas de Andalucía y en sus posibles soluciones a la luz de ese pensamiento adaptado a nuestro presente. Uno de los contenidos centrales de ese legado son los símbolos de Andalucía como Pueblo, entre ellos la bandera y el escudo que él propuso y fueron aprobados en la Asamblea de Ronda de 1918. Son los mismos que están hoy contenidos en nuestro Estatuto de Autonomía, junto al himno cuya letra también él compuso y a la definición de “nacionalidad histórica” que el acuñó.
Por ello nos causa tristeza y estupor que uno de esos símbolos, concretamente el escudo, haya sido utilizado, desvirtuándolo con añadidos que lo desnaturalizan, por la más alta jerarquía de la Junta de Andalucía, el actual presidente de esta, para componer un escudo, sello, pin o como se le quiera llamar que distinga precisamente a la Presidencia de la Junta. Estimamos que para esta, y para el conjunto de la Junta de Andalucía como institución (gobierno, consejerías, parlamento, poder judicial y otras instancias) no puede haber otros símbolos que los oficiales, definidos tal como figuran en el Estatuto.
La deriva hacia la banalización del escudo de Andalucía comenzó pronto en el periodo autonómico. En 1985 se inició la concesión de Medallas de Andalucía a personas cuyos méritos las hicieran acreedoras de ese reconocimiento y ya entonces en lugar de figurar en ellas el escudo de Blas Infante, se añadieron a este, incomprensiblemente, unos laureles y una corona de gran tamaño. Años después, la Junta sustituyó el escudo en la mayor parte de sus documentos y comunicaciones por un logo de muy difícil comprensión, que se mantuvo hasta que muy recientemente el actual gobierno lo sustituyó por una A, que sí puede evocar el nombre de Andalucía, aunque también el de Argentina, Andorra o cualquier país cuyo nombre comience por esa letra. Y ahora se innova con un escudo que recuerda el de las Medallas y que sustituye al verdadero escudo de Andalucía en la solapa y el atril del señor presidente.
Más allá de la posible ilegalidad de ello -lo que tendrá que ser dilucidado en las instancias correspondientes- queremos manifestar que consideramos totalmente rechazable el tratamiento que se le ha dado y se da actualmente al escudo de Andalucía, que es uno de nuestros símbolos y un componente muy importante del legado que nos dejó quien está definido, también en el Estatuto, como “Padre de la Patria Andaluza”. Por ello, damos cuenta pública de nuestro rechazo a esta medida y solicitamos que sea anulada. Lo hacemos con la fuerza moral que nos da nuestro compromiso de ser guardianes del patrimonio ético, político y simbólico blasinfantiano. Un compromiso al que no rehusaremos mientras esta Fundación exista.
Andalucía, 5 de mayo de 2020.
La Asamblea Regional Andaluza de Córdoba. 29 al 31 de enero de 1933
Hace 87 años, entre los días 29 y 31 de enero de 1933, en Córdoba, 300 representantes de lo que hoy denominaríamos “sociedad civil” andaluza se reunieron para debatir y aprobar un proyecto de bases de un Estatuto de Autonomía. Allí se dieron cita desde alcaldes y concejales, hasta miembros de las diputaciones, de la Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla, del Colegio de Peritos Agrónomos de Córdoba, de la Cámara de Comercio de Jaén, de los ateneos, Diputados a Cortes, de partidos políticos o de la Juntas Liberalistas… Junto a ellos, como principal promotor del intento, estaba Blas Infante. Fue y es un acontecimiento olvidado, que incluso no se menciona en el Preámbulo de nuestro Estatuto de 2007 y, sin embargo, se considera hoy día uno de los más destacados. Nunca tantas personas, procedentes de toda Andalucía y de amplios sectores de la población -no solo del ámbito político- se habían reunido hasta ese momento para tratar este asunto. La cita fue en el Círculo de la Amistad de la ciudad de la Mezquita.
Esta imagen, descargada de la web de Centro de Estudios Andaluces, es un documento inédito. Se trata de la “tarjeta de identidad” repartida para ese encuentro. Este caso concreto, está autorizada para Faustino Garrido Blanco, redactor y enviado a Córdoba por El Correo de Andalucía y firmada por Hermenegildo Casas, Presidente de la Diputación de Sevilla y de la Comisión Organizadora de la Asamblea. Como podemos observar, el texto denota un cierto orden para controlar no solo el acceso, sino la posibilidad de votar en el momento de adoptar acuerdos. En el carnet, aparece estampado el año 1932. Esto se explica porque tras desconvocar un primer intento, previsto para esa fecha, por diversos problemas, tales como la indefinición a la hora de apoyar el intento autonomista de los diputados a Cortes, se realizó la de finales de enero, tal y como es puede contemplar en el sello superpuesto a la fecha impresa. En la tarjeta aparecen ondeando, encima, la bandera española republicana, sobre la blanca y verde.
El texto aprobado en esta Asamblea, tras la parálisis sufrida por casi tres años de gobierno de las derechas de la CEDA, fue retomado en la Asamblea de julio de 1936 en Sevilla. El golpe de Estado del 18 de julio y el fusilamiento de Blas Infante en la noche del 10 al 11 de agosto de ese año impidieron, como es bien sabido, la continuación del proceso autonómico andaluz.
Manuel Hijano del Río, Profesor de la Universidad de Málaga.