Estos folios mecanografiados se datan gracias a unas notas manuscritas de Blas Infante en su encabezamiento. Nos encontramos ante el texto de su discurso pronunciado en Sevilla en el Salón Imperial de la Cámara de Inquilinos el 27 de mayo de 1923.
Gracias a su lectura, descubrimos la opinión de Infante sobre la cuestión de la vivienda, de “la habitación”, según sus palabras. Un asunto no muy frecuente en su bibliografía. El político de Casares es conocido por sus tesis sobre la tierra y las propuestas georgistas sobre su distribución. Cómo a través de la educación hay que convertir los jornaleros en agricultores. Sin embargo, en este discurso, Infante actualiza su pensamiento y lo adapta no sólo al foro donde se imparte, sino a las nuevas demandas surgidas en una gran urbe, como la ciudad hispalense.
Son páginas apresuradas, personales, con algunas correcciones a mano, pero como no van a ver la luz, sólo se van a leer en público, contienen muchas imprecisiones ortográficas y/o de redacción.
El texto lo escribe en momentos críticos para Andalucía y España. Faltan menos de cuatro meses para que Primo de Rivera instaure su Dictadura, bajo el reinado del monarca Alfonso XIII. Años de crisis, de caciquismo y de explotación, como es bien conocido.
Sus palabras comienzan recordando la reciente lucha del Centro Andaluz de Sevilla y el andalucismo sobre este asunto: “innúmeros manifiestos, (…) acerca del problema de la habitación; las conclusiones de la Asamblea ciudadana, convocada por dicho Centro (…); el ensanche ciudadano, compuesto por el concejal andalucista señor Ochoa, con la colaboración de ingenieros eminentes”. Una iniciativa acogida con “burlas y sarcasmos por vuestros munícipes”.
Más adelante añade que este problema tiene la misma raíz que el “Problema Agrario Andaluz”: “el más fundamental problema de un Pueblo que desconoció el feudalismo en los tiempos medievales; reducido, ahora, a esclavitud feudal, por haberle sido arrebatada desde hace siglos, la tierra que perteneció a sus padres”. Denuncia cómo las visitas de los comisionados por el Instituto de Reformas Sociales, “representantes de los Poderes del Estado Español”, o las autoridades municipales no sirven más que para apaciguar las demandas de los sevillanos. Mientras tanto, regalan “millones a los banqueros comisionistas; gastando seis millones en un Hotel suntuoso que a los sevillanos, sin casa insulta”. O cómo se invierten millones para satisfacer las “codicias de los propietarios, para derribar casas en un bárbaro ensanche interior, que contradice nuestra tradicional estética ciudadana, y que reduce el número de las casas habitables”.
Y añade: “Y, es que esos Poderes, no pueden responderos de otro modo. Porque el Estado Español, no es expresión jurídica de una forma social; porque sus poderes no son poderes sociales; sino poderes representativos de los fueros de una clase dictadora. La clase plutocrática burguesa que ejerce (sic) la dictadura”.
A continuación, Infante ensalza y anima a continuar la labor de lo que hoy denominaríamos “sociedad civil”. La labor de las asociaciones y colectivos, como la Cámara de Inquilinos sevillana, para buscar soluciones “más o menos radicales” y resolver los “hondos” problemas de Sevilla y Andalucía.
Y termina: “Yo tengo fe absoluta en el despertar de las energías originales del Genio andaluz. Yo creo que este Genio, siempre optimista y creador, volverá a encantar al Mundo con el espectáculo de sus maravillosas civilizaciones, en cuanto sacuda su marasmo; su servidumbre a inspiraciones extrañas; en cuanto se sienta y se crea libre”. Ante estas palabras, sólo queda un aplauso en silencio. Lean el original. Es apasionante.
Manuel Hijano del Río, Profesor de la Universidad de Málaga.